La verdadera Constitución española. Por José Javier Esparza
“El artículo 155 es tan constitucional como las autonomías, dice Felipe González”. Es verdad. Pero es una verdad blasfema, pecaminosa. Porque la verdadera Constitución de la democracia española no es el texto de 1978, sino la densa red de pactos –explícitos e implícitos- tejida desde 1977 y que, entre otras cosas, otorgó a los nacionalistas el monopolio del poder en sus regiones. Fue una fórmula de pasteleo –típicamente borbónica- para tener a todo el mundo contento por el habitual método de repartir los trozos de la tarta nacional. Por eso nunca nadie -tampoco González- ha molestado a los separatistas cuando hacían mangas y capirotes de la ley. Por eso, hoy, a la mayoría del coro le parece horrible aplicar el artículo 155, es decir, utilizar la Constitución escrita para rectificar los dislates de la constitución verdadera, que es el pasteleo pactado. Por eso, también, la democracia española no es cabalmente tal, sino más bien una partitocracia donde los pactos entre los distintos cacicatos políticos, territoriales, económicos, mediáticos y demás pesan mucho más que cualquier ley escrita. Nuestra Constitución sólo es un catecismo concebido para ser violado por los mismos sacerdotes que le rinden culto. Y nuestra democracia, una especie de rutinario sacrilegio institucional.
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