Al despotismo por el
victimismo
Pío Moa
La Gaceta
Hay algo común a todos los movimientos que atacan la
convivencia, la democracia, la familia y la propia existencia de España: el
cultivo obsesivo del victimismo como medio para despertar una indignación que
les permita imponer su despotismo sobre la sociedad. En la entrada anterior y
en otras he señalado cómo el colectivo LGTBI expresa un odio a menudo realmente
feroz a la familia, a la cultura cristiana, a España en general. Por lo visto
se consideran víctimas de todo ello porque, dicen “esas instituciones no
reconocen la existencia de la homosexualidad” y demás. La cosa es singularmente
estúpida. Nadie deja de reconocer la homosexualidad, porque esta ha existido
siempre. Como ha existido la pederastia, la zoofilia, el sadomasoquismo y hasta
la coprofilia o la necrofilia. No es que todas estas “filias” sean
equivalentes, pero el argumento de que, como existen, deben ser reconocidas
como hechos normales y hasta motivos de orgullo, es el mismo. Por el
contrario, las normas contrarias a ellos debieran tipificarse como represoras y
victimarias, y debieran perseguirse. La única base de todo ello es la
concepción de la sexualidad como meramente una forma de “pasarlo bien”,
por decirlo de algún modo, y que por ello todas las formas de "pasarlo bien"
son equivalentes Siguiendo el argumento, el robo o el asesinato debieran ser
reconocidos como hechos normales, ya que siempre se han dado y previsiblemente
se darán.
Desde luego, hay que diferenciar entre homosexualidad y
homosexismo. La primera es un asunto particular de algunas personas, que cada
cual resuelve mejor o peor. El homosexismo, en cambio, es una
ideología política que pretende igualar la homosexualidad (el amor estéril) con
la sexualidad normal, institucionalizar un “matrimonio” que inevitablemente
solo puede ser una parodia, o adoptar niños, privándoles de su derecho a
un padre y una madre reales, con la argucia de un “cariño” que también se tiene
a las mascotas. El homosexismo usurpa, además, la representación de los
homosexuales y sus intereses, un fraude, porque muchos homosexuales no
comparten esas políticas. Como los comunistas no representaba a los obreros o
los feministas a las mujeres ni los separatistas a los vascos o los
catalanes. Un fraude político y moral generalizado. Por
decir estas cosas, he recibido andanadas de insultos, obscenidades, amenazas y
deseos de muerte. Evidentemente, eso no es sino la expresión de lo que esconde
realmente su victimismo y del odio que parece llenarles contra evidencias
naturales.
No me opongo a que se expresen,
aun con esas formas: estas son lógicas, van con la calidad de sus ideas y no
puede esperarse otra cosa. No me extraño ni me opongo a ello, repito. Pero esta
gente va más allá: intenta destruir la libertad de expresión y de conciencia,
y en facebook, por ejemplo, han bloqueado mi cuenta. A esto sí
me opongo. Me opongo a su despotismo inaudito, a que pretendan hacernos
comulgar por la fuerza con sus ruedas de molino, a que se adoctrine a nuestros
hijos en tales ideas, a que se nos intente imponer desde el poder sus conductas
y sentimientos so capa de que resistirles constituye “incitación al odio”
(¡!!). Me opongo a que se nos intente imponer tiránicamente lo que debemos
sentir... Y todo ello por unos políticos cuyas señas de identidad son,
casualmente, la corrupción económica, la corrupción de la justicia, la
hispanofobia, el abortismo, la islamofilia, el apoyo a los separatismos, la
recompensa a la ETA... Y siempre con la misma táctica: cultivar
emocionalmente el victimismo para imponer su despotismo. Esta gente está yendo
muy lejos y es necesario frenarla. Absolutamente necesario. La
cobardía moral frente a estas aberraciones destructivas no solo de la
democracia sino de la familia y la sociedad, es suicida.
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