La Gaceta
Este
lunes se
ha conmemorado un nuevo aniversario del comienzo del genocidio contra un
millón y medio de armenios –en su mayoría, cristianos– en
Turquía.
El
presidente Donald
Trump se ha unido a la doctrina negacionista que es
tradición en la Casa Blanca, evitando el término
“genocidio” en su comunicado oficial.
El 24 de abril de 1915, cientos de intelectuales armenios fueron
deportados de Constantinopla, capital del imperio Otomano. Muy pronto fueron
miles los perseguidos, y en seguida, decenas, cientos de miles, casi todos
asesinados.
Con su exterminio, los Jóvenes Turcos Musulmanes, la fuerza de
choque del régimen otomano, pretendían preparar la nueva Turquía para el día
después del colapso del imperio. Una Turquía en la que no tendrían cabida los
armenios, a los que Constantinopla consideraba agentes de las potencias aliadas
de la Primera Guerra Mundial.
Las evidencias y los testimonios que emergieron al concluir la
guerra figuran en los anales de la atrocidad. Marchas forzosas de miles de
personas, obligadas a caminar hasta que morían. Mujeres y niños confinados en
barcos que las fuerzas turcas hundían deliberadamente. Soldados turcos posando
en las fotografías de la época con las cabezas cortadas de sus víctimas. Niños
transportados en botes y arrojados al mar. Cientos de miles de personas
quemadas vivas, torturadas, gaseadas.
El genocidio de cristianos armenios fue el laboratorio en el
que Hitler se
inspiró para el holocausto.
Turquía tiene, en la actualidad, un régimen negacionista de aquel
horror. El presidente Recep
Tayyip Erdogan ha amenazado a los gobiernos extranjeros
que usen la expresión “genocidio armenio”. En 2010, en plena Alianza de
Civilizaciones con el presidente español Rodríguez Zapatero, el presidente
iraní Ahmadineyad y
el secretario general de la ONU, Kofi
Annan, el señor Erdogan amenazó con una nueva deportación de
100.000 armenios.
En este
aniversario del genocidio armenio en Turquía, marcado por el autoritarismo ya
indisimulado de Erdogan, es del mayor provecho leer este artículo de Nicolás de Cárdenas,
jefe de Redacción de Actuall,
sobre la visión “buenista” de la alianza de civilizaciones. Seguir creyendo en
esa promesa es la forma más rápida de olvidar a las víctimas del genocidio, y
de repetir la masacre.
“Mientras no tengamos el coraje de asumir su legado”, escribía
ayer Ben Shapiro para The Daily Wire, “no nos
sorprenda que el mundo siga condenado a repetir su indiferencia frente a los
crímenes contra la humanidad, generación tras generación”.
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