LA CATEDRAL, SÍMBOLO DE LAS MARAVILLAS DE LA EDAD MEDIA
EUROPEA
Desde el Renacimiento se viene haciendo injusticia a la Edad
Media, llamada así por los prejuicios de los renacentistas. Con la Ilustración
se redoblaron las injusticias, extendiéndose la burda e inicua interpretación
de la grandeza de todos los productos artísticos que Europa produjera durante
esa "Edad Media". Para acercarnos mejor al significado profundo de la
Catedral, he aquí unas palabras del sabio D. Francisco Gómez Salazar:
“El arte reúne en sí la verdad abstracta, fruto de la
inteligencia, y al mismo tiempo aparece con formas sensibles y seductoras que
perciben los sentidos. Entonces la verdad se apodera del corazón, y dueña del
corazón lo es de la vida, porque todas las fuerzas sensibles y espirituales del
hombre parten y se concentran en el corazón, tomando en este fondo misterioso
su savia y cualidades. Esto se llevó a efecto en la Edad Media, y la Iglesia,
servida a la vez por la ciencia y por el arte, llevó su fecundidad a todas las
necesidades del hombre, a las exigencias más variadas de su inteligencia, de su
imaginación, de su corazón y de sus sentidos, manifestándose especialísimamente
en la arquitectura neo-germánica, llamada gótica desde Vasari, que reemplazó en
la construcción de las iglesias al estilo bizantino usado hasta entonces, como
el más apropiado a los pueblos germánicos en su profundo sentimiento de la
naturaleza que los caracteriza, y a los recuerdos de los bosques sagrados que
veneraban sus antepasados.
(…)
El edificio en su conjunto presentaba la forma de la cruz,
símbolo de la redención del género humano y resumen de nuestra religión: tenía
entre el coro y la nave una división cuadrangular en memoria de los cuatro
evangelistas, y la bóveda descansaba ordinariamente sobre doce columnas en
honor de los doce apóstoles. Las paredes se hallaban adornadas con esculturas
caladas, que se redondeaban a manera de arcos y se ensanchaban, imitando
botones de flores, ramas de todo género y plantas de mil formas. Se daba la
preferencia a los símbolos tomados del reino vegetal, porque las plantas
tienden en la apariencia a abandonar el suelo para ascender al cielo, mientras
que los animales llevan la cabeza inclinada a la tierra; pero también se
encuentran al lado de las plantas algunos animales, como el león, símbolo de la
fe; el pelícano y la tórtola, símbolo de la caridad; la hiedra y el perro,
símbolo de la fidelidad; dragones horribles y asquerosos reptiles, símbolos del
demonio vencido. El pavimento se encontraba también animado con la figura de
animales terrestres, acuáticos y volátiles, hallándose reunidas las tres
grandes divisiones de la naturaleza, o sea el cielo, la tierra y el mar.
En lo alto de la bóveda se ven las imágenes de aquellos cuya
voz se dejó oir en toda la tierra para reunir los pueblos de todas las partes
del mundo, comprados con la sangre del Salvador, y destinados a recibir el
misterioso depósito de su voluntad, significada en sus preceptos y promesas.
Debajo de la bóveda se derrama una luz misteriosa al través de cristales de
variados colores, porque el sol que alumbra al hombre terrestre en sus
trabajos, no debía brillar del mismo modo en el santuario de los misterios más
inescrutables, sino que era preciso se reuniesen a la vez los más puros rayos
de la aurora y los más suaves resplandores de la puesta del sol, producidos por
el admirable juego de luz al través de los cristales góticos. El arte supo
representar en esta luz de una manera viva y sorprendente la historia del cielo
y de la tierra, al Señor del templo, los santos que lo rodean, la caída del
hombre y su resurrección en el juicio final. Lo mismo el simple fiel que el
hombre de mundo, tenían que ver en cualquier parte del templo a donde
dirigiesen sus miradas, pinturas propias para sostenerlos en sus santas
disposiciones o para conducirlos a ellas. Estos templos con sus estatuas,
pinturas, etc., etc., era un verdadero libro que reemplazaba los que la
imprenta extendió más tarde y en donde el sabio y el ignorante podrán, sin
dificultad, conocer sus relaciones con Dios, porque, como dice San Gregorio
Magno: “Las imágenes son los libros de los que no saben leer: no se las adora;
pero se ve en ellas lo que es adorable.”
Discurso del Sr. D.
Francisco Gómez Salazar, en su ingreso a la Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas, 13 de diciembre de 1885.
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