La matanza casera cada vez más recluida y clandestina, debido
a la normativa higiénico-sanitaria que prescribe su realización en mataderos
autorizados al uso, era antaño un espectáculo tan violento como sonoro, mucho más que las corridas de toros, sin
lugar a dudas, los chillidos cerdícolas eran tan impresionantes como acongojantes. De
existir entonces el animalismo militante, jamás hubiéramos probado ni chorizos,
ni jamones, ni paletillas, ni salchichón, ni morros, ni orejas, ni morcones, es
decir un poco como el paraíso de Alah, solo sopa de fideos, verduritas cocidas
y como gran cosa galletas.
Desaparecidas o casi las matanzas caseras se han puesto de
moda unas matanzas espectáculo para turistas, domingueros y curiosos;
naturalmente que exentas del ambiente familiar y de amistad de antaño, donde
cabía la broma, el achispamiento con aguardiente y vino y la carne reciente asada
a la plancha y todo eso naturalmente después du un aperitivo de pelea a brazo partido con el cerdo, con
acuchillamiento ritual y chorro de sangre potente, rojo bermejo que acababa en
cazuela. Modernamente se usan cosas blandengues como pistola para que no sufra
el pobrecito gorrino. De aquellos lances de antaño quedó incluso algún refrán:
Con la ayuda del vecino
Mi papá matón un gorrino
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