Cómo podemos perder la guerra
No me imagino a soldados luchando
con denuedo suficiente, contra fanáticos islamistas, sólo para defender el día
del orgullo gay.
30/03/2016
Las
reacciones a los atentados del pasado Martes Santo en Bruselas, como las
no-reacciones al atentado contra cristianos del Domingo de Resurrección en
Lahore han sido, una vez más, las previsibles. Declaraciones retóricas de
condena y gestos sentimentales de solidaridad en un caso; una relativa
frialdad en el otro.
No han
faltado los opinadores más preocupados por una hipotética islamofobia que
por la cristianofobia real, que asesina y desplaza a cristianos por
millares. Y no olvidemos a quienes sugieren que algo habremos hecho, que
Occidente “recoge lo que ha sembrado”, como dijo Pedro Santisteve, alcalde de
Zaragoza.
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Significativamente,
en su perfil de Twitter, Santisteve sostiene que nuestro modelo social es
“radicalmente injusto”. Si esto es así, si el sistema debería reconstruirse
desde los cimientos, incluso aunque uno no aprobara los métodos de los
terroristas, no sería difícil experimentar una perversa simpatía (en ocasiones
poco disimulada) hacia quienes comparten, aunque sea por motivos distintos, los
mismos oscuros deseos de demolición.
La izquierda
no puede evitar percibir como aliados objetivos a quienes amenazan a sus
bestias negras favoritas
No se trata
sólo (aunque también) de que la izquierda intente reconducir todo debate, venga
o no venga a cuento, a su monotema de que la culpa de todo mal la tienen el
capitalismo y la Iglesia, sino de que no puede evitar percibir como aliados
objetivos a quienes amenazan a sus bestias negras favoritas.
Pero incluso
sin entrar a discutir la mayor, cabe señalar que el perfil de los yihadistas
no se corresponde con el de víctimas del sistema. Estamos viendo que la
mayoría son ciudadanos europeos que han gozado del acceso al sistema educativo
y a las prestaciones sociales. Incluso aunque hubieran sufrido severas
dificultades, hay que estar muy desinformado o muy ideologizado para ver en tal
cosa una explicación del suicidio y el asesinato. Dentro de la cabeza de los
terroristas tiene que haber algo más que meros sentimientos de agravio para
desencadenar una violencia tan brutal.
Ese “algo” es
por supuesto la ideología islamista, según la cual los infieles (es
decir, todos quienes no compartimos su fe) debemos someternos a la ley
islámica, porque esa es la voluntad de Alá, tal como le fue comunicada a su
profeta Mahoma en el siglo VII. La idea es extraordinariamente simple, pero
tremendamente sugestiva para cualquiera que busque una fácil vía de escapatoria
del desarraigo espiritual.
Los objetivos
de los yihadistas parecen irrisoriamente utópicos, salvo si nos detenemos a
pensar en los 20 millones de musulmanes residentes en la Unión Europea
Los autores
de los atentados suelen ser individuos que hasta poco antes habían manifestado
escaso celo religioso, pero que de repente encuentran un atractivo refugio
identitario en un islam redescubierto por conductos distintos de los
tradicionales.
Los objetivos
de los yihadistas parecen irrisoriamente utópicos, salvo si nos detenemos a
pensar en los 20 millones de musulmanes residentes en la Unión Europea, y en
que esta cifra, de por sí creciente, puede aumentar significativamente en poco
tiempo, con la aportación de los refugiados que optan por emigrar a nuestro
continente, antes que a países geográfica y culturalmente más cercanos.
Uno de los
dogmas de la impuesta corrección política es que la mayoría de los musulmanes
deploran el terrorismo yihadista. Pero ¿qué pruebas existen de
ello? Las declaraciones de portavoces de la comunidad musulmana son de un valor
estadístico nulo, por su exiguo número y su carácter políticamente calculado.
Lo realmente llamativo es el contraste entre violentas movilizaciones de masas
como las que se produjeron contra unas simples caricaturas de Mahoma, y la boca
pequeña con la cual algunos representantes islámicos nos comunican que no
aprueban matar en su nombre.
El problema
seguirá ahí, y consiste en que hay un elevado número de musulmanes, en
Molenbeek y en centenares de Molenbeeks en toda Europa, que no se integran en
nuestra sociedad
De nada sirve
negarse a ver los hechos, recurriendo a las etiquetas de ultraderecha y
xenofobia para anatemizar a quienes se atreven a enunciarlos sin tapujos. El
problema seguirá ahí, y consiste en que hay un elevado número de musulmanes, en
Molenbeek y en centenares de Molenbeeks en toda Europa, que no se integran en
nuestra sociedad, ante todo porque no lo desean, no porque nadie los discrimine
previamente. Aunque a menudo sepan chantajearnos hábilmente con acusaciones de
racismo, rara vez fundadas.
Dos
musulmanas hablan para la prensa en el suburbio de Molenbeek, en Bruselas, cuna
del yihadismo europeo / YouTube
Se trata, por
decirlo más claramente, de un elevado número de ciudadanos franceses, alemanes
o españoles que sólo se consideran franceses, alemanes o españoles a la hora
de percibir subsidios o reclamar derechos, no para cumplir las leyes ni
respetar nuestra cultura.
Ahora bien,
la causa fundamental por la cual nos pierden el respeto es que somos los
primeros en no respetarnos a nosotros mismos. Mientras sigamos denigrando
sistemáticamente aquello por lo que vale la pena luchar, privándonos de
nuestras mejores razones y motivaciones, estaremos perdiendo la guerra que nos
han declarado. Es lo que hacemos cada vez que denunciamos nuestra sociedad como
un modelo “radicalmente injusto”, y sobre todo cuando persistimos en despreciar
nuestras raíces clásicas y cristianas.
Una
civilización que ha dejado de creer en el Dios verdadero puede caer
perfectamente ante otra que cree en un dios falso
En toda
guerra trascendental, el factor moral ha sido siempre el decisivo. Una
civilización que ha dejado de creer en el Dios verdadero puede caer
perfectamente ante otra que cree en un dios falso. No me imagino a soldados
luchando con denuedo suficiente, contra fanáticos islamistas, sólo para
defender el día del orgullo gay.
A medida que
las élites político-burocráticas de la UE, en connivencia con los grupos de
presión abortistas, laicistas, LGBTI, etc., profundizan en su agenda de
desmoralización (no es casual la acepción militar del término), adquiere
creciente verosimilitud la predicción de Edmund Burke acerca de lo que ocurrirá
si nuestra civilización se despoja del cristianismo: “es de temer (sabiendo que
la mente no podrá soportar un vacío) que alguna grosera, perniciosa y
degradante superstición tome su lugar”.
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