miércoles, 9 de marzo de 2016

Igualdad de género en el uso de vestuarios y baños



Igualdad de género en el uso de vestuarios y baños

(Actuall)

Nueva York ha adoptado este lunes la ordenanza municipal de igualdad de género en el uso de vestuarios y baños de oficina, colegios, museos, gimnasios, piscinas y centros recreativos. Ya no será necesario aportar ninguna evidencia –ni siquiera la de la cordura– para poder acceder a un servicio reservado para personas del otro sexo. Un hombre podrá cambiarse de ropa en el vestuario de las chicas en un gimnasio, o usar los lavabos femeninos de cualquier centro público. Bastará con que se sienta una mujer. 
Quizá deberían poner, junto al típico letrero de los lavabos, una placa que diga: “Bienvenidos, mirones y abusadores, el alcalde os saluda”.
Al firmar este lunes la ordenanza, Bill de Blasio dijo que “acceder a los baños y demás servicios separados por sexos, en coherencia con tu identidad de género, es un derecho humano fundamental que no debe denegarse o restringirse para nadie”. 
El uso de los servicios públicos con una perspectiva transgénero es la próxima fase del debate sobre los derechos exclusivos para personas de la minoría LGTB. En Nueva York, se estima que hay unos 25.000 beneficiarios, de un total de ocho millones de vecinos, según esta información de Associated Press. Houston rechazó en referéndum una ordenanza similar, con más del 60 de los votos. No hay candidato a las elecciones presidenciales de noviembre en los Estados Unidos que no milite en una posición sobre las llamadas leyes de género. 
Las causas más extremas por la paridad y la inclusión ya están llegando a España. En Valencia, el Ayuntamiento está cambiando los semáforos para que el típico icono del peatón cruzando la calle incluya, a partir de ahora, esta peatona con falda cuadriculada y tobillos gruesos adelantando con paso marcial al apocado tipo del sombrero de toda la vida. 
este instituto de Madrid ya permite a los alumnos usar el baño que quieran, y hasta expide un carnet con la identidad de género que el estudiante elija.
La coherencia no es, precisamente, uno de los atributos de los hinchas de la igualdad. En Madrid, un sindicato de funcionarios celebra eventos sobre igualdad en edificios públicos, a los que no se permite el acceso a hombres, según denuncia Alicia V. Rubio Calle en esta entrada para el blog de Profesionales por la Ética. Discriminar en nombre de la igualdad, hacer lo contrario de lo que se predica, es parte de la evolución natural de toda ideología hacia el fanatismo.  En Estados Unidos, la biblioteca pública de Nashville prohibió un evento de la asociación supremacista Black Lives Matter porque no se permitía el acceso a personas de raza blanca, y los organizadores acusaron a la biblioteca ¡de racismo!
El problema de la ingeniería social practicada por políticos y demás colectivistas es el mismo que subyace a “la falacia de la ventana rota” con la que Frederic Batiat ilustró en 1850 los efectos perversos de la intervención del Estado en la economía.
Un niño rompe el cristal del escaparate de una tienda, probablemente de un pelotazo –los economistas, aunque escriban muy bien, como Bastiat, pasan por alto detalles como este, lo cual es una lástima: los detalles lo son todo en el arte de contar historias–. Después de unos minutos de conmoción, y de una merecida reprimenda al muchacho, los curiosos congregados alrededor de la tienda empiezan a ver el lado bueno del incidente: gracias a la ventana rota, el cristalero del barrio podrá vender una pieza cuyas ganancias le permitirán comprar en la panadería de la esquina, cuyo propietario, a su vez, podrá gastar lo ganado ese día en comprarse unos zapatos nuevos, y así sucesivamente. Esta cadena de ganancias transforma al chico de la pelota, de rufián a benefactor. 
Bastiat demuestra que en todo ello hay una falacia, que consiste en ver solo los beneficios, ignorando los costes de la ventana rota. Esta otra “cadena” de consecuencias se inicia con la obligación del tendero de gastar parte de sus recursos en una ventana nueva, cuando podría haberlo hecho en ir a la panadería y emprender así la espiral virtuosa de la economía.
La conclusión de esta parábola es que, en economía, la destrucción nunca es creativa. Modificar el orden espontáneo, imponiendo desde la política una particular visión del ser humano –el pelotazo contra el cristal–, puede que produzca beneficios particulares, pero seguro que acabará perjudicando al conjunto de la sociedad. Las consecuencias de producir derechos exclusivos quizá no se vean a simple vista, pero siempre se acaban sintiendo bajo la experiencia de la pérdida de derechos para la mayoría. 
En Seattle, una de las 20 grandes ciudades de Estados Unidos con una ordenanza municipal de igualdad de género, ya se han producido las primeras fricciones por su aplicación. Este hombre entró en el vestuario de mujeres de una piscina municipal, se quitó la ropa y paseó sin toalla todo el esplendor de su anatomía peluda y ortográfica, con su tilde diacrítica –¡toma igualdad!– y su diéresis. Las quejas de las chicas y la intervención del personal del gimnasio no lo conmovieron. Cuando vino la policía, se limitó a esgrimir su derecho a sentirse una mujer de pelo en pecho y citó con precisión la ordenanza municipal que lo protege de la injusta discriminación de los baños separados. 
Ahora imagina que tienes una hija y la obligan a compartir el vestuario del colegio y el baño de un museo con Freddy Kruger. No me digas que no es como para ir abrazando alcaldes por la calle, en nombre del gremio de los cristaleros.– V. Gago
[Con información de Observer, Wasghington Times, Associated Press, Los Ángeles Times, Actuall, El Confidencial, Profesionales por la Ética, ABC, WWTDD, en inglés y en español]

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