Crónica de Marina, argentina, de la entrega de premios de la Federación de Ateneos de Andalucía , el sábado 17 de octubre de 2015, en Almodovar del Río, Cordoba.
Las once de la mañana en
Almodovar del río. El cielo cargado de nubes
todavía nos daba tregua. El imponente castillo
desde la cima, inspirador y silencioso, nos espiaba
de reojo. Llegué sin saber bien en qué parte del mapa me encontraba.
Había perdido el tren que desde Sevilla me llevaría hasta Posadas y de ahí en colectivo, a caballo o a nado por el
Gualdalquivir tenía planeado arreglármelas para llegar al acto de los Ateneos.
Tomé entonces un tren a Córdoba (el único que salía a esa hora) y luego un taxi
que me dejó sin un peso. Quería darle el libro a Gala. Había venido desde
Argentina en busca de mis musos inspiradores, dos lúcidos andaluces (Uno de
alma), que me tienen escribiendo hace año y medio: Jesús Quintero y Antonio
Gala. Agradecerles por la inspiración, por haberme hecho levantar de la silla,
salir al mundo, poner el cuerpo y animarme a vivir. A Quintero ya había logrado
verlo en Sevilla así que mi esperanza era que
el loco fuera a Almodovar, se apiadara de esta porteña errante y me llevara de
vuelta.
Ya en el pueblo un
muchacho muy simpático de la organización al escuchar mi acento y la causa de
mi presencia hizo una excepción y me brindó un lugar en el trencito que nos
llevó hasta el lugar de marras. Estaba todo preparado para recibir al maestro. Me acomodé emocionada
contra una pared entre la gente que aguardaba ansiosa la llegada del
homenajeado. Fue ahí que conversamos con José
Antonio Sierra, parado al lado mío quizá no por casualidad. Me preguntó de
dónde venía y le conté la historia. ¿Escribes para algún medio? Le expliqué que
lo que yo escribía no encajaba en medio alguno
y fue entonces que me dio su tarjeta: escribe algo sobre esto que me cuentas y
mándamelo, yo puedo publicarlo. Parece que es así la cosa: donde menos se lo
espera salta la liebre. A lo lejos vi llegar a Quintero, loco andalú, la admiración que siento por ese señor que se atrevió a hacer las cosas de manera
diferente es enorme, aunque él diga que la vida a eso lo llevó...
el carisma es el carisma y la locura, a mi entender, un regalo divino.
Una semana antes habíamos estado charlando en su casa durante horas, sí, me
abrió sin conocerme las puertas de su casa,
compartimos una pizza, prometió leer una obra
teatral de mi autoría y quizá programarla en su
teatro.
Yo estaba anonadada con
todo lo que me venía pasando desde que vi aquel vídeo catártico: “No os
molestéis, conozco la salida”. Allí Jesús desde su genialidad hace aflorar al
mejor de los Gala. Quedé enloquecida con ellos y
fue entonces que empecé con la idea de contactarlos,
no sabía para qué pero necesitaba escribirles,
vincularme con ellos.
Nos enseñan a
creer que tenemos que saber a dónde queremos llegar, para qué queremos algo así
que intenté encontrar el motivo ¿Por qué quería dar con estos señores? ¿Amor platónico? ¿Necesidad de una meta
inalcanzable que me mantuviera viva? ¿Un destino desconocido me esperaba en
España? La verdad es que por más esfuerzo que puse no
logré desmenuzar el misterio así que decidí seguir el impulso y contacté a la fundación. Rápidamente conseguí la
dirección de Antonio y empecé a escribirle. Lo extraordinario era que cuando me sentaba a escribir otra cosa me costaba horrores pero
cuando le escribía a Antonio las palabras fluían como locas; acá hay algo, me dije. Mandé la primera carta a la
calle Macarena y enseguida escribí una
segunda, una tercera... Paralelamente seguía intentando dar con Quintero pero
este loco no resultaba nada fácil. Buceaba y buceaba yo por el océano de la web en busca
de un correo, de un teléfono. Y fue entonces
que algo pasó, algo que pocas veces uno es capaz de
soportar por ansiedad, por la estúpida idea de que lograr el objetivo es lo
importante. Resulta que “el camino a la Meca”
empezó a ponerse más que interesante así que
me senté a escribirlo. "En busca de Jesús
Quintero", se llama el blog de esta aventura. Desde entonces mi
pluma fue presa de una demencia loca y de la colina que no se detiene. La necesidad de escribir era tal que cuando se
agotaba la inspiración me veía obligada a hacer algo para generar nuevos
aconteceres. Así fue que me animé a llamar a Jesús por primera vez: por la necesidad de seguir escribiendo. Así fue
que se me ocurrió ofrecerle mi obra de teatro. Así
conocí a Coto Matamoros, a Javier Salvago, a Santiago Pont Lezica, ex productor
de Jesús en radio Sevilla y dueño actual de una interesante radio Argentina,
quien se entusiasmó con llevar al loco de nuevo a Buenos Aires. Vivir
para escribir y escribir para vivir, la cosa empezó a retroalimentarse. En el
interín el blog le llegó a Juan José
Campanella, maestro del
cine al que admiro mucho y con quién terminé escribiendo una serie de
televisión. Todo gracias a seguir un impulso.
Pude darle el libro a
Antonio Gala, finalmente.
Charlamos brevemente y hasta nos reímos
juntos. Y me fue posible volver a Sevilla, el loco se
apiadó de mí y volvimos en el auto con Jesús Vigorra. Ayer conocí a Farruquito, lo vi a Jesús trabajando, todo
esto es increíble. Y a esta altura ignoro si soy yo la autora de lo que viene
sucediendo o el destino ya me lo tenía reservado y mi papel fue simplemente
estar atenta a las señales. No lo sé. Aún
quedan cinco días en Sevilla, veremos qué me escribo para continuar el cuento.
Marinafiloc.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario