martes, 20 de octubre de 2015

Crónica de Marina, argentina, de la entrega de premios de la Federación de Ateneos de Andalucía


Crónica de Marina, argentina, de la entrega de premios de la Federación de Ateneos de Andalucía , el sábado 17 de octubre de 2015, en Almodovar del Río, Cordoba.

Las once de la mañana en Almodovar del río. El cielo cargado de nubes todavía nos daba tregua. El imponente castillo desde la cima, inspirador y silencioso, nos espiaba de reojo. Llegué sin saber bien en qué parte del mapa me encontraba. Había perdido el tren que desde Sevilla me llevaría hasta Posadas y de ahí en colectivo, a caballo o a nado por el Gualdalquivir tenía planeado arreglármelas para llegar al acto de los Ateneos. Tomé entonces un tren a Córdoba (el único que salía a esa hora) y luego un taxi que me dejó sin un peso. Quería darle el libro a Gala. Había venido desde Argentina en busca de mis musos inspiradores, dos lúcidos andaluces (Uno de alma), que me tienen escribiendo hace año y medio: Jesús Quintero y Antonio Gala. Agradecerles por la inspiración, por haberme hecho levantar de la silla, salir al mundo, poner el cuerpo y animarme a vivir. A Quintero ya había logrado verlo en Sevilla así que mi esperanza era que el loco fuera a Almodovar, se apiadara de esta porteña errante y me llevara de vuelta.


Ya en el pueblo un muchacho muy simpático de la organización al escuchar mi acento y la causa de mi presencia hizo una excepción y me brindó un lugar en el trencito que nos llevó hasta el lugar de marras. Estaba todo preparado para recibir al maestro. Me acomodé emocionada contra una pared entre la gente que aguardaba ansiosa la llegada del homenajeado. Fue ahí que conversamos con José Antonio Sierra, parado al lado mío quizá no por casualidad. Me preguntó de dónde venía y le conté la historia. ¿Escribes para algún medio? Le expliqué que lo que yo escribía no encajaba en medio alguno y fue entonces que me dio su tarjeta: escribe algo sobre esto que me cuentas y mándamelo, yo puedo publicarlo. Parece que es así la cosa: donde menos se lo espera salta la liebre. A lo lejos vi llegar a Quintero, loco andalú, la admiración que siento por ese señor que se atrevió a hacer las cosas de manera diferente es enorme, aunque él diga que la vida a eso lo llevó... el carisma es el carisma y la locura, a mi entender, un regalo divino. Una semana antes habíamos estado charlando en su casa durante horas, sí, me abrió sin conocerme las puertas de su casa, compartimos una pizza, prometió leer una obra teatral de mi autoría y quizá programarla en su teatro.


Yo estaba anonadada con todo lo que me venía pasando desde que vi aquel vídeo catártico: “No os molestéis, conozco la salida”. Allí Jesús desde su genialidad hace aflorar al mejor de los Gala. Quedé enloquecida con ellos y fue entonces que empecé con la idea de contactarlos, no sabía para qué pero necesitaba escribirles, vincularme con ellos.


Nos enseñan a creer que tenemos que saber a dónde queremos llegar, para qué queremos algo así que intenté encontrar el motivo ¿Por qué quería dar con estos señores? ¿Amor platónico? ¿Necesidad de una meta inalcanzable que me mantuviera viva? ¿Un destino desconocido me esperaba en España? La verdad es que por más esfuerzo que puse no logré desmenuzar el misterio así que decidí seguir el impulso y contacté a la fundación. Rápidamente conseguí la dirección de Antonio y empecé a escribirle. Lo extraordinario era que cuando me sentaba a escribir otra cosa me costaba horrores pero cuando le escribía a Antonio las palabras fluían como locas; acá hay algo, me dije. Mandé la primera carta a la calle Macarena y enseguida escribí una segunda, una tercera... Paralelamente seguía intentando dar con Quintero pero este loco no resultaba nada fácil. Buceaba y buceaba yo por el océano de la web en busca de un correo, de un teléfono. Y fue entonces que algo pasó, algo que pocas veces uno es capaz de soportar por ansiedad, por la estúpida idea de que lograr el objetivo es lo importante. Resulta que “el camino a la Meca” empezó a ponerse más que interesante así que me senté a escribirlo. "En busca de Jesús Quintero", se llama el blog de esta aventura. Desde entonces mi pluma fue presa de una demencia loca y de la colina que no se detiene. La necesidad de escribir era tal que cuando se agotaba la inspiración me veía obligada a hacer algo para generar nuevos aconteceres. Así fue que me animé a llamar a Jesús por primera vez: por la necesidad de seguir escribiendo. Así fue que se me ocurrió ofrecerle mi obra de teatro. Así conocí a Coto Matamoros, a Javier Salvago, a Santiago Pont Lezica, ex productor de Jesús en radio Sevilla y dueño actual de una interesante radio Argentina, quien se entusiasmó con llevar al loco de nuevo a Buenos Aires. Vivir para escribir y escribir para vivir, la cosa empezó a retroalimentarse. En el interín el blog le llegó a Juan José Campanella, maestro del cine al que admiro mucho y con quién terminé escribiendo una serie de televisión. Todo gracias a seguir un impulso.


Pude darle el libro a Antonio Gala, finalmente. Charlamos brevemente y hasta nos reímos juntos. Y me fue posible volver a Sevilla, el loco se apiadó de mí y volvimos en el auto con Jesús Vigorra. Ayer conocí a Farruquito, lo vi a Jesús trabajando, todo esto es increíble. Y a esta altura ignoro si soy yo la autora de lo que viene sucediendo o el destino ya me lo tenía reservado y mi papel fue simplemente estar atenta a las señales. No lo sé. Aún quedan cinco días en Sevilla, veremos qué me escribo para continuar el cuento.

 

Marinafiloc.blogspot.com

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