¡Ni
independencia ni Liga!. Tal es la indignación.
El Fútbol Club Barcelona no es
más que un club. Es un club sin más, un club de los grandes del mundo, un club
polideportivo pero nada más. Este Club ha venido utilizando un más, que
yo sepa, desde los primeros años del franquismo, entonces, para satisfacción de
muchos. Aquel más no sabíamos por dónde podría salir. Lo cierto es que
aquella complacencia no incluía la independencia de Cataluña. Hoy ya podemos
saber, yo al menos sin lugar a dudas, en qué consiste ese más:
participar en la lucha política que últimamente se ha desatado en Cataluña por
su independencia, en términos inconcebibles.
El pasado día 17 de julio el
diario El Mundo publicaba, en primera
página y a cuatro columnas, una fotografía en la que aparecían ocho de los
candidatos a la presidencia del Club. Todos ellos exhibían la nueva camiseta
con el inequívoco “GANAREMOS” y el igualmente inequívoco 27 S sobre el fondo de la senyera. Una
invitación clara a votar el 27 de septiembre por la independencia de Cataluña.
Este hecho es, a mi parecer, una prueba fehaciente del pronunciamiento del
actual Presidente del Barcelona por la independencia de Cataluña.
El señor José María Bartomeu
manifestó al respecto, según el mismo diario, que “el Barça no hace
política, hace país”. Craso error, al revés, la pretensión de independencia
está dividiendo a la sociedad catalana. Las estadísticas lo expresan claramente
así como las dudas de los propios independentistas sobre si alcanzarán o
rebasarán el cincuenta por ciento de la consulta. Esta convocatoria con que se
ha anunciado las próximas elecciones autonómicas de Cataluña para el próximo 27
de septiembre, viene predispuesta, a mi juicio, a convertirse en una consulta
sobre la soberanía, entendida como independencia de Cataluña. Al menos esa es
la impresión que he tenido al contemplar las distintas manifestaciones y
comentarios, y que me han llevado a la conclusión de que desde el Fútbol Club
Barcelona se está haciendo política.
Los responsables de los deportes
no deben inmiscuirse en la política sino fijar su actuación en el desarrollo y
defensa de los valores que le son propios. Y mucho menos implicarse en la
creación de situaciones de inestabilidad como las que pueden surgir de esa
pretensión de la independencia de Cataluña, que tiene que pasar inevitablemente
por la división de la sociedad catalana.
Se me vienen a la memoria dos
servicios que el deporte prestó a la política, en un sentido totalmente
contrario al que nos ocupa, influyendo para que hubiera avenencia donde había
conflicto: uno, hace ya muchas décadas cuando se aflojaron las tensiones entre
EEUU y China con la celebración de un torneo de tenis de mesa entre selecciones
de ambos países, que tuvo lugar en China. El segundo es muy reciente, ha tenido
lugar entre Cuba y otra vez EEUU.
En estas circunstancias ha
surgido una iniciativa de la UEFA, en virtud de la cual ha abierto expediente
al Club barcelonés con posible sanción de hasta 60.000 €, por abuso inadecuado
de la estelada, la bandera de la independencia de Cataluña. Tal abuso,
según la UEFA, tuvo lugar en Berlín en la final de la Euro Copa entre el
Barcelona y la Juventus italiana. Bienvenida sea esta iniciativa, que ha
producido una reacción por parte de la “Comisión Estatal contra la Violencia,
el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia del Deporte”, que ha impuesto
sanciones a varios entes: clubes, organizaciones, incluso la Federación
Española de Fútbol. Al parecer, a nuestro Barcelona le ha tocado una multa de
6.000 €, la mínima. La comparación de estas sanciones hace resaltar las
diferencias de sus cuantías y el tipo de sanción, que reflejan la necesidad de
que el Gobierno actúe desde otras instancias, con otras apreciaciones y otras
bases jurídicas. Porque los hechos que estamos contemplando apuntan
directamente a los fundamentos básicos de nuestra convivencia, como son nuestra
Nación España, y el Estado surgido de ella democráticamente.
Ahora los más afectados por los efectos de su
propia inhibición, cuando no complicidad, ya se han alzado en anuncios de
reclamaciones, rasgadas de vestiduras y después vendrá el permanente
victimismo. Recuerdo que la explicación que dio el anterior Presidente del
Barcelona con ocasión de la primera de las dos últimas finales de Copa del Rey,
justificaba el comportamiento de las gradas en base a ciertos sentimientos
profundos. Fue una expresión claramente preparada, que luego el entrenador y un
jugador repetirían literalmente. Hace tan sólo cinco años, a la vuelta
de la selección española de fútbol, ganadora del campeonato mundial, un jugador
del Barcelona gritó en la plaza de Colón, en plena Castellana de Madrid, ¡Viva
España!. Hoy, eso sería impensable. ¿Hubo adoctrinamiento? El adoctrinamiento
siempre pasa por el miedo y, a veces, termina en convicción.
Pero la consecuencia de todo este traer y llevar los
sentimientos, es que se está extendiendo una nueva cultura que consiste, dicho
brevemente, en justificar el incumplimiento de las leyes basado en una nueva
lógica de profundos sentimientos. Si llegado a esta situación, se añade que la
moral es lo que digan las leyes, nos habremos cargado los dos pilares en que se
apoya un Estado democrático.
El Gobierno de la Nación debe
hacer algo más de lo que está haciendo y la oposición socialista debe ser responsable y convergente.
Dato mi condición de culé el
curso académico 1942-43.
Firmado, José Ibáñez Narváez.
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