Es el año de los
nuevos comunistas, el tiempo en el que todo desaliño intelectual es tomado por
novedad salvadora
SON cachorros de una revisión tardía.
Las viejas ideas que proporcionaron miseria y terror en la Europa del siglo
pasado hacen aparición, de nuevo, al calor de la catarsis colectiva que ha
supuesto el nuevo crack al que se ha asomado la sociedad moderna. Teóricamente
todo iba bien: la pobreza disminuía en el mundo, los nuevos emprendedores
ganaban dinero, los especuladores hacían su agosto... Hasta que reventó parte
del sistema y determinados países –entre ellos el nuestro– sufrieron el hachazo
de la realidad. Era el caldo de cultivo ideal para inocular con éxito ideas
fáciles, consignas infantiles, eslóganes simples. Con la ayuda de algunos programas
televisivos propios de la basura menos reciclable, una serie de creadores de
conceptos perezosamente atractivos mordieron la atención de los más
desatendidos y de muchos de aquellos que albergan un pequeño liberticida en su
interior. La consecuencia es que ha llegado su momento, creen, para rediseñar
el mundo con valores que se han comprobado inútiles. Es su año. 2015 va a
suponer para los que supuestamente se creen capacitados para poder reeditar
ideas fracasadas el año de su mayoría. Ninguno de los escenarios en los que han
gobernado, siempre mediante la violencia o la represión, ha conseguido avanzar
un solo milímetro en ningún tipo de logro, ni social ni económico; pero gozan
de ese perverso prestigio que acumula el populismo en sociedades abocadas a las
salidas angostas, en colectividades que tienen poco por perder y que son
capaces de echarse en brazos del primer embaucador que les emocione con
pasiones bajas y poco maceradas.
Es el año de los nuevos comunistas, el
tiempo en el que todo desaliño intelectual es tomado por novedad salvadora. Es
fácil: se les dice que se van a tomar los palacios de invierno y que nadie
podrá estar por encima de las limitaciones a las que les ha sometido la
coyuntura de un tiempo convulso. Por demás, solo basta con espolear el rencor:
yo no tengo, pero tú tampoco vas a tener ya que te lo vamos a quitar, que es la
idea de fuerza básica con la que se desenvuelven estos que dicen poder, y que
basan su estrategia en dar a entender que tú no tienes porque hay otro que
tiene mucho, se lo haya ganado honradamente o no. En ningún momento hablan de
crear riqueza, de crecer respetando la iniciativa de los que han creado siempre
las oportunidades, que son las personas, no las Administraciones. En ningún
momento hablan de establecer una sociedad en la que la posibilidad de crecer
dependa solo de la iniciativa particular de cada uno. No. Hablan de igualar y
gravar, de prohibir y «normativizar», de repartir lo poco que haya en lugar de
crear nuevos espacios de emprendimiento. Son los venezolanos de hoy, los
cuentistas de comité central, los comisarios políticos de vigilancia
individualizada. Sorprende que una España vacunada por años diversos de
dictaduras y desarreglos pueda siquiera pensar en confiar su suerte a
individuos que ya eran viejos antes de nacer, con tics de dictadores de
pacotilla, con discursos plagados de amenazas, con intenciones liberticidas y
con apostura de comisarios desafiantes. Sorprende que esta España que debe a su
Constitución los años de progreso más admirable y contrastable de su historia
sea capaz de aplaudir a unos tipos que hablan de voladuras incontroladas y que,
hasta la fecha, jamás han demostrado nada más allá de ser unos hábiles
contertulios de programas de televisión perfectamente despreciables. Parecía que
esta España se había hecho mayor, pero las tendencias demoscópicas demuestran
que está dispuesta a echarse en los brazos del primer vendeburras que se pasa
por su puerta y que muestre cierta habilidad para la propaganda hecha a base de
labia e intestinos.
Recordaremos muchos años este 2015. Para bien o para mal.
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