MANIFIESTO DE LOS PREMIOS NOBEL
CONTRA EL HAMBRE Y EL SUBDESARROLLO
Los abajo firmantes, mujeres y hombres de ciencia, de
letras y de paz, diferentes por la religión, la historia y la cultura, que
hemos sido distinguidos porque buscamos, honramos y veneramos la verdad en la
vida y la vida en la verdad, a fin de que nuestras obras sean un testimonio
universal de diálogo, de fraternidad y de civilización común por la paz y el
progreso.
Dirigimos un llamamiento a todos los hombres y a todas
las mujeres de buena voluntad, a los poderosos y a los humildes, cada uno con
sus propias responsabilidades, para que sean reintegrados a la vida decenas de
millones de seres humanos, que agonizan por el hambre y por el subdesarrollo,
víctimas del desorden político y económico internacional que reina en la
actualidad.
En estos momentos, está a punto de producirse un
holocausto sin precedentes cuyo horror abarca en un solo año todo el espanto de
las matanzas que nuestras generaciones conocieron en la primera mitad de este
siglo; un holocausto que desborda cada día más, a cada instante que pasa, el
perímetro de la barbarie y de la muerte, no solamente en el mundo, sino también
en nuestras conciencias.
Todos los que contemplan, anuncian y combaten este
holocausto están absolutamente de acuerdo en señalar a la política como la
causa principal de esta tragedia.
Se imponen, pues, una nueva voluntad política y una nueva
organización específica de esta voluntad, que busquen directa y manifiestamente
—con una prioridad absoluta— la superación de las causas de esta tragedia, para
así evitar lo más rápidamente posible sus efectos.
Es necesario elegir cuanto antes un método y un
procedimiento adecuado, entre los ya existentes o imaginabies, elaborarlos y
ponerlos en práctica. Es necesario que los haga efectivos un conjunto de
proyectos convergentes, que corresponden a la plenitud de fuerzas, de
responsabilidades y de conciencia.
Es
necesario que actúen las máximas autoridades internacionales, los Estados, los
pueblos (tenidos demasiado a menudo en una total ignorancia de la plena
posibilidad de realización de vida y de salvación), que actúen conjuntamente o
unidos por la acción, con objetivos concretos,precisos y adecuados, para
atacar, combatir y vencer,dondequiera que cause estragos, esta muerte
amenazadora que ha invadido y condenado a una parte considerable de
la
humanidad.
Hay
que rebelarse contra este falso realismo que incita a resignarse, como si lo
que pasa se tratara de una fatalidad, cuando en realidad es un resultado de la política
y del desorden establecido. Hay que luchar con realismo para que se realice lo
que es posible y acabar
con
el derroche, tal vez, para siempre. Es necesario convertir en positivas estas
modas y esas iniciativas de asistencia que procuran, sobre todo, buena
conciencia barata y que no salvan a quienes van destinadas; es necesario
también convertir en positivas esas crueles e infecundas utopías que sacrifican
a los hombres de hoy en aras de un proyecto de hombre, y a la sociedad de hoy
en aras de un proyecto de sociedad.
Es
necesario que los ciudadanos y los responsables políticos, en sus niveles
respectivos, electorales o parlamentarios, gubernamentales o internacionales,
elijan y voten nuevas leyes, nuevos presupuestos, nuevos proyectos y nuevas
iniciativas, y que todo ello sea puesto en
práctica
inmediatamente para salvar a miles de millones de hombres de una alimentación
deficiente; y para salvar del subdesarrollo y de la muerte por hambre a
centenares
de
millones de seres, a cada nueva generación.
Es
necesario que todos y cada uno otorguen valor de ley al deber de salvar a los
vivos, de no matar y de no exterminar, bien sea por inercia, por omisión, o por
indiferencia. Los poderosos de la tierra son responsables, ciertamente; pero no
son los únicos.
Si
los que no tienen poder ni armas no se resignan a permanecer pasivos; si son
cada vez más los que proclaman que sólo obedecerán a una ley, la ley
fundamental de los derechos del hombre y de los pueblos, ley que es ante todo
Derecho, y derecho a la vida; si los que carecen de poder y de armas se
organizan y utilizan sus raras, pero sólidas armas —las armas de la democracia
política— y de las grandes acciones no-violentas, gandhianas — proponiéndose e
imponiéndose opciones y objetivos progresivamente ajustados y adecuados; SI
todo ello se produce, no cabe lugar a dudas, en la medida en que está hoy a
nuestro alcance, que nuestra época dejaría de ser la era de la catástrofe.
Nuestro saber no puede limitarse a contemplar, inertes e irresponsables, el horrible
fin que se cierne sobre nosotros.
Nuestro
saber nos dice que la humanidad entera corre cada día mayor peligro de muerte.
Sin embargo, nuestro saber ha de ser una ciencia de la esperanza, una ciencia
salvadora, sustancia de las cosas en las que creemos y tenemos puestas nuestras
esperanzas.
Si
los medios de comunicación, si los poderosos del mundo que nos han honrado con
el testimonio de reconocimiento que nos han otorgado, quieren escucharnos, y
también hacer escuchar nuestra voz y nuestra obra, así como la de todos
aquéllos que actúan en el mundo en esta misma dirección; si las mujeres y los
hombres, si las gentes todas saben, Si están Informadas, entonces nosotros no
dudamos de que el porvenir podrá ser diferente del que
nos amenaza a todos y en todo el mundo.
Pero
sólo en ese caso.
Se
impone, sin más dilación optare actuar, crear y vivir para hacer vivir.
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