Pablo Iglesias, como Hitler
19/10/2014@13:06:56 GMT+1
Joaquín Vila
Director de EL IMPARCIAL
JOAQUÍN VILA es director de EL IMPARCIAL
Adolf Hitler se erigió en canciller de Alemania en 1933 al alcanzar el poder por sus siniestras maniobras políticas, por su habilidad para aprovecharse del descontento ciudadano y de la inestabilidad económica provocada por la Gran Depresión, con la promesa de que combatiría la corrupción política, controlaría la fortuna de los ricos y, sobre todo, con una potente propaganda y concentraciones masivas para lograr el apoyo popular gracias a su talento oratorio, su verborrea, para manipular a los alemanes al hacerles creer que él, y solo él, lograría un país mejor tras la humillación sufrida por el Pacto de Versalles. Su objetivo: un Nuevo Orden.
La Asamblea de Podemos este fin de semana en el Palacio de Vistalegre se parece demasiado al Putsch de Múnich, donde Hitler, representando todavía al Partido Obrero Alemán, vociferó en contra de la “casta” política alemana y prometió a las masas enfervorizadas que si llegaba al poder eliminaría a todos los corruptos y se ocuparía de mejorar la vida de los alemanes. Conviene recordar también, que la irrupción del Partido Nazi en la política alemana se produjo por la debilidad e inconsistencia de los partidos tradicionales, desgastados por la falta de liderazgo y, en efecto, por la corrupción. Todo demasiado parecido: el caldo de cultivo perfecto para que emerja un movimiento mesiánico que hipnotiza a los descontentos, a los indignados por las tarjetas opacas o los eres, a los parados, a los desesperados y a los ingenuos. Sin olvidar también las concentraciones de masas y la propaganda, a través de las televisiones y el hábil manejo de Internet.
Pablo Iglesias todavía no ha escrito un libro como “Mi lucha” (“Mein Kampf”), pero está en ello. Este sábado, ante un público entusiasmado y rendido comenzó a redactarlo. Copiando una frase de Karl Marx ha dejado ya entrever las primeras líneas de su manifiesto: “El cielo no se toma-dijo- por consenso; se toma por asalto”. Muy marxista o nazi, tanto monta.
Hitler nada más llegar al poder ejecutó o recluyó en campos de concentración a los diputados comunistas y socialdemócratas, para luego ilegalizar a todos los partidos; eliminó la libertad de expresión y, por ende, cerró todos los periódicos que no le apoyaban; aniquiló el respeto a la propiedad privada y prohibió la libertad de reunión o asociación, entre las muchas medidas monstruosas que tomó. Destruyó de un plumazo la democracia y la libertad.
Pablo Iglesias al irrumpir entre ovaciones en el escenario del Palacio de Vistalegre ha reconocido que quiere llegar al poder como sea (“No nos conformamos con llegar hasta aquí, hemos salido a ganar”), que Podemos supone el principio del fin de la política española actual (“A por ellos”, gritó), que su partido significa “un cambio de fase”. No explicó, sin embargo, cómo se llega al poder por asalto, ni qué significa un cambio de fase. Aunque hay que temerse lo peor. Pues Pablo Iglesias, como tantos políticos, solo insulta a los adversarios, les ridiculiza y ataca su comportamiento y su gestión. Vaguedades. Pero no explica sus propuestas para resolver los problemas que, en efecto, lastran la situación social y económica de España. Solo dice lo que va a destruir, no lo que va a construir. Eso se sabrá si algún día toca el poder. Se sabrá lo que va a destruir, sobre todo.
Pablo Iglesias no tiene un compacto bigote como el de Hitler, apenas una pelusilla; eso sí, luce una famosa coleta. Pero son como hermanos gemelos en cuanto a la verborrea populista y manipuladora, el acusado desprecio a los adversarios políticos, el interés en controlar los medios de comunicación, el escaso respeto a la Constitución, a la propiedad privada; para resumir, el odio a la democracia, a la libertad, a las leyes, a la estabilidad. La toma del poder por la insurrección es su única bandera. Y, sobre todo, dice lo que quieren escuchar los millones de españoles hartos de la torpeza y errores de los partidos tradicionales, de la corrupción galopante, del desbarajuste político.
Hitler surgió, como Iglesias, desde las filas de un partido populista y obrerista y terminó donde siempre estuvo: en el fascismo más criminal y nefasto que jamás haya existido. Podemos, si algún día toca el poder, se iría al otro extremo: al comunista totalitario y también criminal de Stalin, como sus mentores los Castro o Chávez. Los extremos se tocan. Pues el fascismo y el comunismo han resultado los movimientos más destructivos y letales de la Historia de la Humanidad. Sus mayores enemigos siempre han sido la libertad y la democracia.
A Hitler al principio nadie le tomaba en serio, le tildaban de payaso. Y destruyó Alemania y medio mundo al provocar la más monstruosa guerra de la Historia. Iglesias también parece un payaso. Pero no hay que tomárselo en broma. Pues, además de payaso, supone el mayor peligro que acecha ahora a España. También tiene como objetivo un Nuevo Orden. No es broma.
La Asamblea de Podemos este fin de semana en el Palacio de Vistalegre se parece demasiado al Putsch de Múnich, donde Hitler, representando todavía al Partido Obrero Alemán, vociferó en contra de la “casta” política alemana y prometió a las masas enfervorizadas que si llegaba al poder eliminaría a todos los corruptos y se ocuparía de mejorar la vida de los alemanes. Conviene recordar también, que la irrupción del Partido Nazi en la política alemana se produjo por la debilidad e inconsistencia de los partidos tradicionales, desgastados por la falta de liderazgo y, en efecto, por la corrupción. Todo demasiado parecido: el caldo de cultivo perfecto para que emerja un movimiento mesiánico que hipnotiza a los descontentos, a los indignados por las tarjetas opacas o los eres, a los parados, a los desesperados y a los ingenuos. Sin olvidar también las concentraciones de masas y la propaganda, a través de las televisiones y el hábil manejo de Internet.
Pablo Iglesias todavía no ha escrito un libro como “Mi lucha” (“Mein Kampf”), pero está en ello. Este sábado, ante un público entusiasmado y rendido comenzó a redactarlo. Copiando una frase de Karl Marx ha dejado ya entrever las primeras líneas de su manifiesto: “El cielo no se toma-dijo- por consenso; se toma por asalto”. Muy marxista o nazi, tanto monta.
Hitler nada más llegar al poder ejecutó o recluyó en campos de concentración a los diputados comunistas y socialdemócratas, para luego ilegalizar a todos los partidos; eliminó la libertad de expresión y, por ende, cerró todos los periódicos que no le apoyaban; aniquiló el respeto a la propiedad privada y prohibió la libertad de reunión o asociación, entre las muchas medidas monstruosas que tomó. Destruyó de un plumazo la democracia y la libertad.
Pablo Iglesias al irrumpir entre ovaciones en el escenario del Palacio de Vistalegre ha reconocido que quiere llegar al poder como sea (“No nos conformamos con llegar hasta aquí, hemos salido a ganar”), que Podemos supone el principio del fin de la política española actual (“A por ellos”, gritó), que su partido significa “un cambio de fase”. No explicó, sin embargo, cómo se llega al poder por asalto, ni qué significa un cambio de fase. Aunque hay que temerse lo peor. Pues Pablo Iglesias, como tantos políticos, solo insulta a los adversarios, les ridiculiza y ataca su comportamiento y su gestión. Vaguedades. Pero no explica sus propuestas para resolver los problemas que, en efecto, lastran la situación social y económica de España. Solo dice lo que va a destruir, no lo que va a construir. Eso se sabrá si algún día toca el poder. Se sabrá lo que va a destruir, sobre todo.
Pablo Iglesias no tiene un compacto bigote como el de Hitler, apenas una pelusilla; eso sí, luce una famosa coleta. Pero son como hermanos gemelos en cuanto a la verborrea populista y manipuladora, el acusado desprecio a los adversarios políticos, el interés en controlar los medios de comunicación, el escaso respeto a la Constitución, a la propiedad privada; para resumir, el odio a la democracia, a la libertad, a las leyes, a la estabilidad. La toma del poder por la insurrección es su única bandera. Y, sobre todo, dice lo que quieren escuchar los millones de españoles hartos de la torpeza y errores de los partidos tradicionales, de la corrupción galopante, del desbarajuste político.
Hitler surgió, como Iglesias, desde las filas de un partido populista y obrerista y terminó donde siempre estuvo: en el fascismo más criminal y nefasto que jamás haya existido. Podemos, si algún día toca el poder, se iría al otro extremo: al comunista totalitario y también criminal de Stalin, como sus mentores los Castro o Chávez. Los extremos se tocan. Pues el fascismo y el comunismo han resultado los movimientos más destructivos y letales de la Historia de la Humanidad. Sus mayores enemigos siempre han sido la libertad y la democracia.
A Hitler al principio nadie le tomaba en serio, le tildaban de payaso. Y destruyó Alemania y medio mundo al provocar la más monstruosa guerra de la Historia. Iglesias también parece un payaso. Pero no hay que tomárselo en broma. Pues, además de payaso, supone el mayor peligro que acecha ahora a España. También tiene como objetivo un Nuevo Orden. No es broma.
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