EL VALOR DE SER LIBRES Y FIABLES
UN PACTO QUE PERMITIÓ A PUJOL ROBAR DURANTE MÁS DE 30 AÑOS
Resulta que Jordi Pujol y su altiva esposa, Marta Ferrusola,
se declararon "pensionistas" y "españoles" para abrir sus
cuentas en paraísos fiscales, como reflejan los documentos remitidos a la
Audiencia Nacional por el Banco Madrid y la Banca Privada d'Andorra. Los padres
de la patria catalana (“Cuidado con Marta, que esa es la peor, la más
nacionalista”, decía Terradellas a poco de regresar a España) no tienen empacho
de declararse unos españolazos cuando de hacer dinero se trata. Una cosa es la
ideología y otra la buchaca. Lo contaba aquí el viernes Javier Ruiz. Las
declaraciones de la renta de una pareja a la que se supone dueña de una fortuna
de cientos de millones de euros, les salieron a devolver durante varios
ejercicios. Así, la Ferrusola se e mbolsó 2.100 euros por la correspondiente al
ejercicio 2013, mientras que tres de sus hijos –Pere, Marta y Mireia Pujol
Ferrusola- se llevaron del erario público un total de 10.558,96 euros como
consecuencia de declaraciones de IRPF igualmente negativas.
Es un ejemplo más de la manipulación mostrenca que de los
sentimientos de muchos catalanes ha hecho en los últimos 40 años esa elite de
derechas que, después de haber robado a manos llenas durante décadas, decidió
romper con España para poder disponer deEstadito propio en el que campar por
sus respetos sin el riesgo de ser perseguidos por una Justicia y una Hacienda
más o menos independientes. Realmente si el drama del secesionismo catalán no
fuera un juego peligroso en tanto en cuanto pone en peligro la paz y prosperidad
de millones de familias, habría que tomarlo en clave de chanza, como una
especie de ópera bufa en la que cualquier tipo de situación abracadabrante
puede tener cobijo. Justo una semana antes de la Diada del 11 de septiembre, el
Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC), el soviet que controla todo lo que
se escribe o emite en Cataluña, adjudicó 22 nuevas licencias de radio. La
principal beneficiaria fue Radiocat XXI, s ociedad perteneciente al Grupo Godó,
editor de La Vanguardia, mientras que un tal Sistema Català de Radiodifusió
obtuvo seis licencias. Se trata de una empresa controlada por Miguel Calzada,
un charnego reconvertido al nacionalismo que ahora se hace llamar Miquel
Calçada, un antiguo payaso de la tele conocido comoMikimoto a quien su amigo
Artur Mas ha nombrado “comisario de los actos del Tricentenario de 1714” que
organiza la Generalidad.
Calçada, uno de los exponentes más mediáticos del proyecto
secesionista, ha estado vinculado a TV3 durante toda su vida y ha construido de
la nada, ya me entienden, una importante red de emisoras de radio entregada de
hoz y coz a la defensa del separatismo, red que sobrevive gracias a las
generosas subvenciones que recibe de la Generalidad. Es la esencia del proyecto
nacionalista: a los amigos, el culo; a los enemigos, por el culo, y a los
indiferentes la legislación vigente. Otro de los agraciados con dos nuevas
licencias ha sido el dueño de Radio Tele Taxi, el locutor y empresario Justo
Molinero, otro catalán de pura cepa como su nombre y apellido indican, y uno de
los personajes mediáticos que con mayor contundencia se ha posicionado en los
últimos años en favor del referéndum y de la independencia de Cataluña.
El de Cataluña es un
problema de corrupción de sus elites y de deterioro de algunas libertades
individuales básicas
Pertrechado de un generoso presupuesto, el comisario Calzada
o Calçada se encarga de poner a punto los actos conmemorativos de 1714, aquella
guerra que fue de sucesión y que el nacionalismo cerril quiere convertir en
secesión, -total, por una letra de nada-, de la mano de otro showman, otro
payaso famoso en su día, de nombre Toni Soler, a quien el Ayuntamiento de
Barcelona ha nombrado también responsable de la programación municipal para
conmemorar la caída de la ciudad en manos de las tropas de Felipe V. El gran
éxito de Soler ha sido un programa de sátira política denominado Polònia (ya
saben, los madrileños chelis que no entienden el catalán suelen tildar a los
catalanes de “polacos” cuando están en el bar con la gamba en la mano). Que dos
estómagos agradecidos al servicio de su amo, dos humoristas como los citados se
encarguen de los actos conmemorativos del 300 aniversario del 11 de septiembre
de 17 14 resulta una espléndida metáfora de la esencia de esa ideología
reaccionaria basada en la manipulación de la Historia a la que se apuntan los
incautos del barrio y que la terrible autoconfesión de papá Pujol, el padre de
la patria catalana que durante 30 años robó y estafó a Hacienda sin rubor, ha
hecho saltar por los aires.
Un terremoto. Porque las bases ideológicas de ese
catalanismo de derechas –que la izquierda catalana ha hecho suyo sin rubor-
devenido en secesión se asentaban sobre los pilares de un planteamiento
xenófobo y clasista según el cual nosotros, los de la barretina, estamos hechos
de otra pasta, procedemos de otra veta, nacemos con más quilates, salimos de
fábrica con virtudes de las que ustedes, andaluces, gallegos, murcianos y gente
de la Castellanía en general, carecen. Ustedes son indolentes, infiables,
deshonestos. Ustedes viven a nuestra costa. España ens roba. Nosotros no
robamos. Este es el edificio de cartón piedra que se ha venido abajo con
estrépito. Resulta que quien robaba a los españoles era el pretendido fundador
de una dinastía familiar diseñada para reinar sobre la “República Independiente
del 3%”, dinastía de la cual el señor Mas era y es apenas un testaferro, un
hombre de paja llamado a calentar el sillón al hereu de don Jordi, otro Pujol
de segundo Ferrusola.
El caso Pujol y la
responsabilidad de los Gobiernos de Madrid
Lo que nadie ha dicho es que el “caso Pujol” -en realidad,
el “caso Convergencia”-, no solo ha destruido el trampantojo ideológico
levantado por esa burguesía de derechas que, uniendo traición a desvergüenza,
ha pretendido romper la baraja después de haberse enriquecido, sino que ha
puesto en evidencia el fracaso del Estado en Cataluña, la conducta dolosa de
los Gobiernos de una dizque democracia española que han renunciado a defender
los derechos y libertades individuales de aquellos ciudadanos que, sintiéndose
catalanes, se sienten también españoles y se niegan a embarcarse en la aventura
secesionista. Un caso sin precedentes en cualquier moderno Estado europeo de
dejación de responsabilidades. Porque nada de lo ocurrido en Cataluña podría
entenderse sin la desidia del Estado, sin la voluntad expresa de los Gobiernos
centrales de levantar el campo de Cataluña, tierra quemada abandonada a los
designios de una burguesía dispuesta a enriquecerse sin cortapisa s que, cuando
se ve cercada por el escándalo, pretende romper la baraja aprovechando el
estado de postración de una España carcomida por la crisis. Lo hemos dicho
muchas veces: el de Cataluña es un problema de corrupción de sus elites y de
deterioro de algunas libertades individuales básicas. Un problema, como el del
resto de España, de calidad democrática.
Ningún gran Estado puede permitir impunemente la partición
de su territorio por dar gusto a un nacionalismo ladrón
Cada vez gana más peso la sospecha de que el latrocinio de
la familia Pujol, en particular, y el comportamiento mafioso de una CiU
convertida durante décadas en una eficaz gestoría de negocios privados, en
general, forma parte de un pacto no escrito suscrito entre los distintos
Gobiernos centrales y el nacionalismo catalán, por el cual el Estado cerraba
los ojos ante las travesuras de los convergentes, a cambio de que cada cuatro
años, o cuando fuera menester, CiU apoyara en Madrid los Gobiernos de PSOE o PP
si quedaban en minoría en el Parlamento. En otras palabras, que el Estado
permitió robar a Pujol durante 30 años a condición de que el partido de Pujol
operara como bisagra capaz de asegurar la gobernabilidad del país. Exactamente lo
mismo ocurrió con el rey Juan Carlos I. Afana el Rey, afanemos todos.
El establishment lo sabía, y naturalmente los servicios de inteligencia a las
órdenes de Moncloa. Se explica así la alucina nte aparición en escena de un
Felipe González que, caído del guindo, pone en duda la corrupción de Pujol. ¿La
venda antes de la herida? Pocas dudas hay de que los presidentes que del
Gobierno han sido deberían dar a los españoles alguna explicación sobre lo
ocurrido en/con Cataluña a partir de 1978.
Lo que no estaba en el guion era la decisión del pujolismo
de romper la baraja en un momento dado y abrazar la independencia. En ese
momento, la maquinaria del Estado se pone en marcha. Ningún gran Estado europeo
moderno puede permitir impunemente la partición de su territorio simplemente por
dar gusto al capricho de un nacionalismo ladrón. No hay, por eso, ninguna
posibilidad de que el independentismo catalán se salga con la suya. Cuenta el
Estado con armas más que suficientes para hacer abortar el intento. Todo
consiste en que el Gobierno de la nación quiera hacer uso, siquiera parcial, de
los muchos recursos –legales, materiales y humanos- de que dispone. “Lo del
independentismo en Cataluña no es normal, no tiene sentido. Las separaciones
ocurren en época de guerras, de epidemias, de sufrimiento, no en momentos de
paz… Pero la democracia a veces es muy estúpida y permite que ocurran cosas
estúpidas”, aseguraba ayer en estas páginas el hispanista bri tánico Henry
Kamen. Más que estupidez, lo de los Gobiernos de la democracia ha sido dejación
dolosa para con unos ciudadanos manipulados hasta la náusea por un nacionalismo
de payasos, con la pertinaz ayuda de unos medios de comunicación
subvencionados.
Societat Civil
Catalana por la reconciliación
Parece que el Estado se lo ha tomado en serio. El ministro
Montoro dio esta semana en el Congreso una prueba de ello al describir con la
contundencia debida –que ha provocado el desgarre de vestiduras de los
acomplejados y cobardes de siempre- el que quizá sea el mayor escándalo
registrado en la democracia española, y hemos conocido unos cuantos. ¿Hasta
dónde está dispuesto a llegar el Gobierno de Mariano Rajoy? De momento, y en
vísperas del 11 de septiembre, lo que no hace el Estado en Cataluña la está
haciendo gente tan sacrificada como la que integra Sociedad Civil Catalana
(SCC). Un día antes, la asociación que preside José Ramón Boschllevará a cabo
un acto de reconciliación ante la tumba de Rafael Casanova en la iglesia de
Sant Baldiri de Sant Boi de Llobregat. Un acto presidido por un claro propósito
de concordia en el que los hombres de SCC estarán acompañados por
representantes de los bandos en lucha: Luis María Gonzaga de Casanova-Cárdenas
y Barón, descendiente directo de Casanova, que acudirá junto a su mujer, Monika
de Habsburgo-Lorena, hija de Otto Habsburg-Lothringen, hijo a su vez del último
emperador de Austria y descendiente del archiduque Carlos durante la guerra de
sucesión; Carles de Veciana i Batlle, descendiente de Pere Antoni Veciana, que
tomó parte en la guerra en el bando borbónico y fue el primer jefe de los
Mossos d’Esquadra en 1719 (pues sí, resulta que los Mossos son la policía
creada por Felipe V para perseguir a los austriacistas), y finalmente Manuel de
Bofarull, uno de los descendientes del que fuera titular del nicho donde se encuentran
los restos de Casanova. El mismo día 11, SCC llevará a cabo otro acto, esta vez
en Tarragona, bajo el lema “Recuperem el seny. Recuperem la senyera”.
El “caso Pujol” ha dejado tocado pero no hundido al
movimiento independentista, porque sus efectos para la causa de la razón solo
serán perceptibles en el medio y largo plazo. Todo dependerá, desde luego, de
que los españoles amantes de una Cataluña dinámica y próspera, dentro de España
moderna, igualmente próspera y democrática, se movilicen para desenmascarar la
gran mentira del independentismo, empezando por el propio Gobierno de la
nación. “El separatisme es una malaltia tan vuitcentista com el nacionalisme i
el centralisme. És una malura de la qual no cal gairebé preocupar-se; es va
extingint tota sola, com un microbi que ha perdut la virulencia (...) No, res
de separatisme. Hem viscut massa centúries junts, hem participat en massa
empreses comunes –en massa desastres comuns també- perquè juguem a tornar a
barrejar cartes. Hi ha massa trets comuns (...) Catalanitzar Catalunya no vol
dir, per tant, restar alguna cosa d’Espanya. Vol dir fer Espanya gran, i fer-la
digna d'incorporar-se, sense murmuris, reticències o reserves, a una gran
Europa”. El párrafo pertenece a Josep Ferrater i Mora, autor de un monumental “Diccionario de Filosofía”. Que así sea.
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