lunes, 25 de febrero de 2013

El malvado joyero (Alfonso Ussia)


Cuanto de cierto en este articulo de Alfonso Ussia.


  
  EL MALVADO JOYERO
  
  Alfonso Ussía
  
  
  
  Días atrás, dos honrados delincuentes asaltaron una joyería del

 barrio   de Salamanca de Madrid. La hija del joyero no supo
dominar su mal   carácter y les hizo frente. Ellos la tomaron para
darle su merecido,   con toda probabilidad mediante un disparo
 en la cabeza. Entonces, su   padre, el malvado joyero, para salvar
la vida de su hija y defender su   negocio, disparó contra los
encantadores delincuentes, hiriéndolos de   gravedad. El malvado
joyero ha sido imputado por un delito de homicidio   frustrado
por el señor juez de guardia. El joyero carecía de permiso de
  armas e hizo uso de una escopeta que pertenecía a su hija, que

  estaba correctamente documentada con su licencia
 correspondiente.   Resulta indignante la reacción del joyero.
Iban a disparar contra la   cabeza de su hija, pretendían llevarse
 todo el oro existente en la   joyería – ¡ay, la avaricia!–, y el
padre disparó sin tener el permiso   de armas. Los pobres
atracadores tampoco llevaban los permisos   correspondientes,
pero en los atracadores, asaltadores y forajidos en   general,
esa carencia no es fundamental para nuestra justicia.
  
  El malvado y precipitado padre y joyero reaccionó de manera
  excesivamente violenta. Sabedor de que carecía de permiso

de armas,   tendría que haberse defendido con los puños,
siempre que con sus golpes   no pretendiera hacer daño a los
 incautos atracadores. La única que   podía usar el arma,
la hija, no pudo hacerlo por hallarse en manos de
  los asaltantes. Y el padre, saltándose a la torera las leyes,

lo hizo   con grave imprudencia y extrema celeridad, amén
de excelente puntería.   Ajustándose a la ley, tendría que
haber acudido a una dependencia de la   Guardia Civil,
la más cercana a la joyería, y examinarse a toda prisa
  para obtener el permiso, pero tan loable acción cívica

 conllevaba el   peligro de que a su vuelta, su hija estuviera
muerta con un disparo en   la cabeza y la joyería completamente
desvalijada. No obstante, el juez   ha considerado que su
irreflexiva reacción es merecedora de una   imputación por
homicidio frustrado. Y como uno de los asaltantes   fallezca
 a causa de las heridas, al malvado padre se le va a caer el
  pelo en la cárcel. Eso, el buenismo, la comprensión hacia el
  delincuente, la animadversión por el asaltado, la corrección

social de   los que incumplen las leyes violentamente y todas
esas cosas. Un juez   en Andalucía ha absuelto de los delitos
 de robo y amenazas con   violencia a un grupo de malhechores
 que se dedicaron a asaltar   supermercados y allanar propiedades
 privadas durante este verano. El   principal acusado, un
parlamentario andaluz apellidado   Sánchez-Gordillo, lo hizo
 en nombre del pueblo, y como el juez también   es parte del
pueblo, en lugar de procesarlo se lo ha agradecido con
  enorme cordialidad.
  
  Una portada de «ABC» del año 1988 con un dibujo de

Antonio Mingote lo   explica a la perfección. Se desangra
 en una esquina un respetable   ciudadano con un puñal
clavado en el estómago. Una amable viandante   acude en
su auxilio, y él, más asustado por lo que le pueda suceder que
  por lo que le ha sucedido, le ruega a la caritativa señora:

 «Y sobre   todo, por favor, que no se entere el juez de que
le he pegado una   bofetada al atracador».
  
  Porque en la España de hoy, y también en la del reciente

ayer, impedir   que asesinen a una hija y desvalijen el
negocio dos atracadores   violentos es prueba irrefutable
 de fascismo. Y disparar sin permiso de   armas a los
asaltantes, un delito gravísimo. Malvado joyero.
  
  

 

 

 

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