REGIONALISMO
CASTELLANO
Dedicatoria
Al "Diario de Burgos", gracias a cuyo gesto
singular hemos podido saber y salvar esta joya literaria escrita de este
insigne regionalista.
PROPÓSITO
Esta serie de artículos que comienzo a publicar no tienen
-¡Dios me libre!- ninguna pretensión científica. No pretendo haber hecho en
ellos ninguna aportación personal, sino haber resumido aportaciones diversas
de otras personas. Tampoco tienen pretensión literaria porque han sido
escritos con la rapidez que requería la velocidad tomada por la vida pública
española en los últimos tiempos.
Son producto de dos años de estudio en dos docenas de libros
y de un conocimiento todavía superficial de la región castellana en que he
nacido. Pero la precipitación de los acontecimientos políticos nacionales, me
ha hecho pensar en el peligro de que si aguardaba siquiera un año más a
dirigirme a mis paisanos, fuera ya inútil mi aportación.
Y claro es que yo no considero indispensable que los
castellanos conozcan lo que yo he estudiado y lo que he escrito. Pero sí considero
una obligación inaplazable decir en estos momentos -como deben decirlo todos
los castellanos y todos los españoles- lo que se me ocurre.
En este sentido me dirijo a los órganos periodísticos de
todas las ciudades castellanas que yo creo más adecuados para dar cabida a mis
artículos, con el fin de que la conciencia castellana despierte (1)
(1) ¿ Como fue la
respuesta? Pobre y desafortunada; tan solo el “Diario de Burgos” , por lo que
sabemos, fue el único que la publicó. Circunstancia que engrandece la
importancia de este texto y del propio gesto. ¿ Se comprende ahora mejor
nuestra dedicatoria? Se publicaron el 21,22,23,24 y 25 de Mayo de 1931.
Es de toda urgencia que en lo próxima Asamblea Constituyente
Castilla de la sensación ante las demás regiones que van a solicitar el
reconocimiento de su personalidad, la sensación de estar despierta, avizor. Es
preciso que para entonces Castilla lleve también su proyecto de estatuto, o por
lo menos que sus representantes conozcan el sentir regional y lleven las líneas
generales de expresión
FRACASO
DEL UNITARISMO ESPAÑOL
Es de suponer que cuando los Reyes Católicos se aplicaron a la tarea de unificar la Península , lo hicieron
con la mejor intención de mundo. Pero cierto es que, desde aquel mismo
instante, las regiones comenzaron a sentirse inquietas, a experimentar vivos
anhelo; de independencia y a realizar potentosas manifestaciones de
insolidaridad.
Portugal, que de seguro se hubiera unido voluntariamente, fue
ahuyentado al tratar por la fuerza de hacerle víctima de la unificación, hasta
que se le impulsó a separarse definitivamente. Si Cataluña no se separó
también, no fue porque los sucesores de Fernando e Isabel no hicieran todo lo
posible para conseguirlo. Y, en general, en todas las regiones de España fue
apareciendo un sentimiento de disgusto permanente -más o menos intenso, según
las épocas- contra el Poder Central.
La unificación centralizadora estuvo muchas veces a punto de
romper la unidad española, que desde los primeros siglos de la His toria se venía expresando
de una manera rotunda. Precisamente esta unidad comenzó a vacilar en el siglo
VII, después de los propósitos unificadores de la monarquía visigoda que, lejos
de afirmar políticamente la unidad confusamente expresada de antiguo,
consiguió, por el contrario, separar unos de otros los pueblos peninsulares,
cuyo disgusto hizo posible la invasión musulmana, y que tras ella las regiones
se encontraron extrañas entre sí.
El fracaso del primer intento monárquico de Ataulfo y sus
sucesores debió demostrar a España para siempre lo absurdo del Estada
centralista y centralizador que, lejos de estrechar lazos, los rompe y crea
barreras difíciles de salvar entre pueblos hermanos en la raza y en la Historia. Véase si no cómo al cabo de
cinco siglos, durante los que los sucesores de Ataulfo y de Pelayo trataron de
llevar a sangre y fuego la unificación rabiosa, el anhelo regional brota en toda la Nación con más fuerza acaso que en el siglo XIV.
Y es lamentable que unos monarcas de
tanta fama histórica como los Reyes Católicos tuvieran que emplear para
defender el unitarismo poco más o menos
los mismos argumentos había de emplear el jerezano Primo de Rivera, el
gobernante más unificador después de los monarcas consortes.
Si miramos fuera de España, y dejando a un lado el caso de
Francia, verdaderamente excepcional aunque también habría mucho que hablar sobre las ventajas y desventajas de su
unificación –obsérvese como la nación más fuertemente unida de Europa Alemania-
es la menos unificada, aquella en que se permite una mayor autonomía a los
Estados del Reich. Porque ni siquiera
maravillosa unidad de Suiza, a pesar de su división cantonal y de las tres
razas con sus tres idiomas y religiones distintas que conviven en su territorio
nacional. Y obsérvese en el polo opuesto de las unificaciones nacionales realizadas por la fuerza de los imperios
austríaco y ruso que se han hecho pedazos al faltar la cohesión del Poder
Central.
Como caso verdaderamente curioso, propicio a numerosas reflexiones,
está la Croacia ,
que después de haber suspirado durante muchos años por su unión a Servia y realizado sus nacionales hechos heroicos bajo la persecución
implacable del imperio austro- húngaro, una vez conseguido su objetivo después
del tratado de Versalles, comenzó a sentirse oprimida de la nación yugoslava y
deseosa de separarse de ella, por el hecho de
haber pretendido el Rey Alejandro
unificar su Estado.
Pero es ocioso poner ejemplos. A los españoles nos debe bastar
con el caso patente del regionalismo que tenemos que aceptar queramos o no. En
Cataluña no es ya sólo el autonomismo templado de la
Lliga o el más radical de los partidos republicanos
autonomistas. Son también los Sindicatos obreros que apoyan el Estat Catalá de
Maciá lindante con el separatismo.
En las Vascongadas ha venido a reforzar, en otro sentido, el
nacionalismo del partido tradicionalista, el grupo de Acción Nacionalista
Vasca. En Galicia, al movimiento autonomista agrario se ha unido el del pujante
grupo autonomista gallego. En Valencia no son ya sólo los republicanos los
defensores del regionalismo, sino también las derechas. Aragón prepara a toda
prisa un Estatuto Regional que poder presentar a las Constituyentes.
Hasta en regiones que no parecían tener razones históricas,
para ello han aparecido ya los síntomas del anhelo regionalista: Andalucía,
Extremadura, Asturias... todas muestran deseos de afirmar su personalidad. Lo
mismo Baleares, unida por su tradición a la región catalana, y Canarias, cuya
lejanía es suficiente motivo para sentir la necesidad de un régimen peculiar.
Estos son hechos contra los cuales no vale ser unitario o federal. Es preciso
aceptarlos para la reorganización de la vida española que se avecina.
Sobre todo nos interesa fijarnos mucho en ello a nosotros
los castellanos. Porque en medio de estos anhelos regionales pervive en el centro una extensa porción vaga e indeterminada
que si no adquiere clara conciencia de su misión será arrollada por las
reivindicaciones de las otras regiones en el próximo e inevitable reconocimiento
de su personalidad.
Tanto los catalanes como los valencianos, vascos,
aragoneses, gallegos, andaluces... la llaman Castilla. Sin embargo, en ella se distiguen tres regiones perfectamente
distintas, tanto por su fuerte personalidad -aunque aparentemente haya perdido
la conciencia de ella- como por sus circunstancias históricas: León, La Mancha y Castilla.
Y de las tres ha sido Castilla la más anulada, la más
destrozada por el Poder Central de la monarquía. Agotadas sus energías, que dio
a España y por España generosamente, como generosamente da agua de los ríos que
en ella tienen sus fuente las redes centralistas. Y porque ella estaba acogida
en medio de estas redes se la acusaba de ser ella quien la lanzaba para apresar a las otras regiones.
¡Como si Castilla se hubiera beneficiado en algo de este centralismo! ¡Como si este centralismo no hubiera acabado con todas sus instituciones, con todos sus
fueros, con toda su organización, con toda su industria y toda su riqueza,
tratando siempre de reducirla a museo
venerable de glorias pasadas que no era prudente dejar resucitar!
Por eso a Castilla no debe asustarle el regionalismo sino,
al contrario, estimularlo. Pero avisar su conciencia, reflexionar sobre su historia, darse cuenta clara de cuál ha sido
su misión en la Historia
y cuál debe seguir siendo y aplicarse a reconstituir y organizar sus casi
muertas posibilidades de vida.
Todos los castellanos debiéramos emprender esta tarea cada
uno en la medida de sus fuerzas y en el
campo de sus actividades. Por mi parte, yo me atrevo a pretender con esta serie
de artículos escritos con la premura que la rápida marcha de los
acontecimientos políticos españoles exige, despertar en la juventud de las
ciudades y de los pueblos castellanos la
curiosidad hacia el estudio de Castilla. Y más que nada estimular su actividad para
que cuando la Asamblea
Constituyente dibuje el plan del renacido Estado Español,
Castilla, perfectamente definida, sepa cual es el puesto que le corresponde y éste le exija enérgicamente, como
lo hacen las demás regiones españolas, sin pretender privilegio pero también
sin menoscabo de su personalidad.
("Diario
de Burgos” 21 mayo 1931)
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