Cicerón y el márqueting (La Razón 22 de Mayo 2003)
Pancartero
«Procura
que toda tu campaña se lleve a cabo con un gran séquito, que sea brillante,
espléndida, popular, que se caracterice por su grandeza y dignidad, y, si de
alguna manera fuera posible, que se levanten contra tus rivales los rumores de
crímenes, desenfrenos y sobornos, algo que no desentonaría con sus costumbres.
En esta campaña también tienes que velar al máximo por ofrecer buenas
expectativas en tu política y por que se te considere una persona íntegra.
Ahora bien, mientras seas candidato, no debes intervenir en ningún asunto de
Estado, ni en el Senado, ni en las asambleas populares. Es necesario, por lo
tanto, que te contengas, para que el Senado crea, a partir de tu conducta, que
te vas a erigir en defensor de su autoridad; para que los caballeros romanos y
los ciudadanos ricos y bondadosos crean, a partir de la vida que has llevado,
que velarás por su descanso y tranquilidad; y para que las masas crean, dado
que por lo menos en las asambleas y los tribunales pronunciaste discursos
populistas, que no vas a ser contrario a sus intereses». Todo lo que antecede
está sacado del «Commentariolum Petitionis», un extraordinario «manual del
candidato» remitido por Quinto Tulio Cicerón a Marco, su celebérrimo hermano.
Escrito en el año sesenta y cuatro antes de nuestra era, revela que los
expertos en estrategia electoral, licenciados en marqueting y relaciones
públicas en selectas universidades norteamericanas, son en realidad unos
pringados. Nada hay nuevo bajo el sol. «Quod erat demonstrandum»
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