Jordi Évole
Periodista
Dimitir no es un nombre ruso
Lunes, 14 de enero del 2013
Coincido con los que piensan que esta crisis no es solo
económica, sino de valores. Pero creo que las cosas están empezando a cambiar,
incluso en la cosa pública. Que se lo pregunten a Duran Lleida. Tras el
'escándalo Pallerols' y la petición de su dimisión por parte del resto de
fuerzas políticas, Duran escribió en su blog: "Lo que importa es hacer
daño al adversario aunque no se dan cuenta de que también se hacen daño a sí
mismos". O sea, mejor seguir todos calladitos, no vayamos a hacernos daño.
La conducta de Duran esta semana pasada ha sido ejemplar:
dijo que se iría si se demostraba que Unió Democràtica de Catalunya se había
financiado ilegalmente. ..
Y lo cumplió: se fue a Chile. Todo muy coherente. Y a
pesar de esa demostración de honradez, parece que del líder democratacristiano
empieza a no fiarse ni Dios.
En Madrid se frotaban las manos viendo el escándalo que
afectaba a un líder nacionalista catalán. La corrupción empieza a ser vista por
algunos como el gran garante de la unidad nacional.
No hizo falta ni que acabara la semana para que
asistiésemos a otro edificante episodio, este protagonizado por el exconsejero
de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Juan José Güemes dejó su cargo en el 2010
para pasar a la empresa privada.
Hace unos meses la empresa para la que ahora trabaja se
hizo con la gestión de los análisis clínicos de seis hospitales públicos
madrileños. Casualmente Güemes formaba parte del Gobierno de Esperanza Aguirre cuando
se privatizó este servicio.
¿Y qué? ¿Es malo lo que ha hecho Güemes? ¿Un hombre que
ha luchado para acabar con la sangría de dinero público que va a la sanidad,
consiguiendo que una empresa privada se haga con un servicio tan deficitario
como la gestión de los análisis? ¿Y si a la empresa privada le va mal
gestionando lo público? Que se jodan. (Utilizo esta expresión porque es
habitual en su casa: Güemes es el marido de Andrea Fabra, otra lotería que le
tocó a su suegro, don Carlos).
Rato, motivo de orgullo
Otra cosa. Que Rodrigo Rato haya encontrado trabajo tan
rápido es algo que a todos nos debería enorgullecer. Tiene muchísimo mérito que
un español de más de 60 años logre colocarse en el mercado laboral. A saber
cuántos currículos tuvo que enviar el exvicepresidente del Gobierno para
conseguir ese curro.
La capacidad de Rato para la gestión se puede medir
viendo cómo funciona el Fondo Monetario Internacional, ahora que él ya no lo
dirige.
Resulta que, por Navidad, el FMI celebró el típico papeo
de empresa. 'The Washington Post' ha publicado que este acto costó 500.000 dólares
y que en el menú había hasta caviar.
Un homenaje a la austeridad que le piden a los países.
Pero el ciudadano puede estar tranquilo. Porque en todos
estos casos se ha actuado con transparencia.
Aquí ya nadie disimula, porque no hay nada malo que
ocultar. Por eso no acabo de entender la ironía que se esconde en la pintada
que corría esta semana por la red: "Dimitir no es un nombre ruso".
¿Seguro que no es un nombre ruso? Porque yo tengo mis
dudas.
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