jueves, 25 de octubre de 2012

Escrito de D. Santiago Ramón y Cajal en 1934


ESCRITO DE SANTIAGO RAMON Y CAJAL DE 1934
, DE CLAMOROSA ACTUALIDAD. HOY SERIA TRATADO DE FASCISTA

MEMORIA HISTORICA.- DON SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL: LA INGRATITUD

DE LOS SEPARATISTAS VASCOS Y CATALANES.

Don Santiago Ramón y Cajal,gloria de la ciencia española y Premio Nobel de Medicina en 1906:

"...No soy adversario, en principio, de la concesión de privilegios

regionales, pero a condición de que no rocen en lo más mínimo el

sagrado principio de la Unidad Nacional..."

Palabras de Don Santiago Ramón y Cajal

(El Mundo a los Ochenta Años. Parte II». Madrid 1934)
 
 

«Deprime y entristece el ánimo, el considerar la ingratitud de los vascos,

cuya gran mayoría desea separarse de la Patria común. Hasta en la noble

Navarra existe un partido separatista o nacionalista, robusto y bien

organizado, junto con el Tradicionalista que enarbola todavía la vieja

bandera de Dios, Patria y Rey.

En la Facultad de Medicina de Barcelona, todos los profesores, menos

dos, son catalanes nacionalistas; por donde se explica la emigración de

catedráticos y de estudiantes, que no llega hoy, según mis informes, al

tercio de los matriculados en años anteriores. Casi todos los maestros

dan la enseñanza en catalán con acuerdo y consejo tácitos del consabido

Patronato, empeñado en catalanizar a todo trance una institución

costeada por el Estado.

A guisa de explicaciones del desvío actual de las regiones periféricas, se

han imaginado varias hipótesis, algunas con ínfulas filosóficas. No nos

hagamos ilusiones. La causa real carece de idealidad y es puramente

económica. El movimiento desintegrador surgió en 1900, y tuvo por

causa principal, aunque no exclusiva, con relación a Cataluña, la pérdida

irreparable del espléndido mercado colonial. En cuanto a los vascos,

proceden por imitación gregaria. Resignémonos los idealistas

impenitentes a soslayar raíces raciales o incompatibilidades ideológicas

profundas, para contraernos a motivos prosaicos y circunstanciales. «

¡Pobre Madrid, la supuesta aborrecida sede del imperialismo castellano!

¡Y pobre Castilla, la eterna abandonada por reyes y gobiernos! Ella,

despojada primeramente de sus libertades, bajo el odioso despotismo

de Carlos V, ayudado por los vascos, sufre ahora la amargura de ver

cómo las provincias más vivas, mimadas y privilegiadas por el Estado, le

echan en cara su centralismo avasallador.

No me explico este desafecto a España de Cataluña y Vasconia. Si

recordaran la Historia y juzgaran imparcialmente a los castellanos,

caerían en la cuenta de que su despego carece de fundamento moral, ni

cabe explicarlo por móviles utilitarios. A este respecto, la amnesia de los

vizcaitarras es algo incomprensible. Los cacareados Fueros, cuyo

fundamento histórico es harto problemático, fueron ratificados por

Carlos V en pago de la ayuda que le habían prestado los vizcaínos en

Villalar, ¡estrangulando las libertades castellanas! ¡Cuánta ingratitud

tendenciosa alberga el alma primitiva y sugestionable de los secuaces

del vacuo y jactancioso Sabino Arana y del descomedido hermano que lo

representa!.

La lista interminable de subvenciones generosamente otorgadas a las

provincias vascas constituye algo indignante. Las cifras globales son

aterradoras. Y todo para congraciarse con una raza (sic) que corresponde

a la magnanimidad castellana (los despreciables «maketos») con la más

negra ingratitud.

A pesar de todo lo dicho, esperamos que en las regiones favorecidas por

los Estatutos, prevalezca el buen sentido, sin llegar a situaciones de

violencia y desmembraciones fatales para todos. Estamos convencidos

de la sensatez catalana, aunque no se nos oculte que en los pueblos

envenenados sistemáticamente durante más de tres decenios por la

pasión o prejuicios seculares, son difíciles las actitudes ecuánimes y

serenas.

No soy adversario, en principio, de la concesión de privilegios regionales,

pero a condición de que no rocen en lo más mínimo el sagrado principio

de la Unidad Nacional. Sean autónomas las regiones, mas sin

comprometer la Hacienda del Estado. Sufráguese el costo de los servicios

cedidos, sin menoscabo de un excedente razonable para los inexcusables

gastos de soberanía.

La sinceridad me obliga a confesar que este movimiento centrífugo es

peligroso, más que en sí mismo, en relación con la especial psicología de

los pueblos hispanos. Preciso es recordar –así lo proclama toda nuestra

Historia– que somos incoherentes, indisciplinados, apasionadamente

localistas, amén de tornadizos e imprevisores. El todo o nada es nuestra

divisa. Nos falta el culto de la Patria Grande. Si España estuviera poblada

de franceses e italianos, alemanes o británicos, mis alarmas por el futuro

de España se disiparían. Porque estos pueblos sensatos saben sacrificar

sus pequeñas querellas de campanario en aras de la concordia y del

provecho común.

Santiago Ramón y Cajal. El Mundo a los Ochenta Años. Parte II». Madrid

1934.

Sin comentarios a éstas palabras de uno de los españoles más grandes

de los siglos XIX y XX.

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