lunes, 31 de diciembre de 2018

¡Qué viva la vida, pero no la de los políticos!

¡Qué viva la vida, pero no la de los políticos!

《Los hombres a quienes la gente debería elegir para representarlos están demasiado ocupados como para tomar los empleos. Pero el político lo está esperando. Es la pestilencia de los tiempos modernos. Lo que deberíamos intentar hacer es que la política sea lo más local posible. Los políticos lo suficientemente cerca como para patearlos. Los lugareños que se encuentran bajo los árboles de los pueblos también podrían colgar a sus políticos de ellos. Es terrible contemplar cuán pocos políticos son ahorcados.》


~G.K., Chesterton, entrevista en el Cleveland Press, 1 de marzo de 1921

domingo, 30 de diciembre de 2018

Una obscena demagogia


S. Rodriguez
ACTUALL
La opinión pública en España está conmocionada por la aparición en Huelva del cuerpo sin vida de Laura Luelmo, una profesora de 26 años de edad desaparecida y asesinada hace unos días. Un hombre, Bernardo Montoya, ha sido detenido y, según los medios españoles, ha confesado el crimen a la Guardia Civil. 
En este contexto de duelo por la víctima y de repulsa de su asesinato, el PSOE ha propuesto “condenar y perseguir” a quien discrepe de la ley de violencia de género, que en España limita la presunción de inocencia en el caso de los hombres denunciados por violencia contra mujeres. La portavoz socialista en el Congreso, Adriana Lastra, asumió que la mitad de la población española –los hombres– piensa que “puede disponer de la vida de la otra mitad”. 
La diputada llamó a “condenar y perseguir a aquellos que, en vez de apoyar las políticas de igualdad, lo que hacen es perseguirlas, criticarlas y negar que en este país existe una cultura machista y patriarcal desde hace siglos”.
Los datos desmienten la imagen de que la mitad de la población ejerce violencia sobre la otra mitad. Según el Banco Mundial, España es uno de los países más seguros del mundo, con una tasa de homicidios de 0,5 por cada 100.000 habitantes. En cuanto al asesinato de mujeres, los cometen en España el 0,003 % de los hombres, según los datos oficiales. España es el quinto país de la UE con mayor bienestar para las mujeres en términos de seguridad e igualdad de derechos.

No, en España la mitad de la población –los hombres– no piensa “que puede disponer de la vida de la otra mitad” – las mujeres. En España, lo que hay es una élite política que no tiene el menor escrúpulo de manipular el duelo por un execrable asesinato y hacer una obscena demagogia a su costa. "¿Qué es la postverdad?", dice Adriana Lastra, mientras clava su pupila en la pupila de la mitad patriarcal de la población. "¿Y tú me lo preguntas?". 

sábado, 29 de diciembre de 2018

Cruda realidad / Las mujeres acabaremos con la Ley de Violencia de Género

Cruda realidad / Las mujeres 

acabaremos con la Ley de 

Violencia de Género

Esa ley que parece privilegiarnos se puede usar contra un hombre al que amamos,
 un marido, un novio, un padre, un hermano, un hijo, un amigo. Y está sucediendo, 
cada vez más. Y eso, estoy convencida, es lo que ayudará a crear masa crítica para
 acabar con este disparate


El Movimiento Femenino por la Igualdad Real se opone a la Ley Integral de Medidas contra la Violencia de Género.
El Movimiento Femenino por la Igualdad Real se opone a la Ley Integral de Medidas contra la Violencia de Género.
Siempre me ha puesto muy nerviosa esa persona, más común ahora que en otra épocas, que responde a 
cada verdad estadística con un “pues yo tengo un primo…”. A nadie nos interesa tu primo (o tu cuñado, o 
el amigo de tu vecino); en nada invalida una regla la existencia de una excepción, más bien, si atendemos 
al dicho, lo contrario.
Pero, ay, las estadísticas también las carga el diablo, que las venden de todos los colores y para cualquier
 ocasión, y está el establishment progre tan desesperadamente activo comercializando su mercancía averiada 
que también estas hay que tomarlas cum grano salis, y darles vueltas y revueltas para ver cómo se hicieron y 
qué historia cuentan de verdad. Porque si el INE me jura que se han producido más zapatos por habitante
 que nunca en la historia y yo no hago más que ver gente descalza por la calle, lo natural es cuestionar
 el dato.
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Me pasa con lo de las denuncias falsas. Los partidarios de la nefasta Ley de Violencia de Género, que pone 
fin a miles de años de garantías jurídicas en Occidente, tiran mucho de una estadística de la Fiscalía según la
 cual tales denuncias falsas se reducen al ridículo porcentaje de un 0,001%. No es que no me lo crea: es que
 es absolutamente increíble, de entrada.
Está la evidencia anecdótica de que hablaba antes en el caso de los descalzos: si una sabe de un conocido que
 ha sido falsamente acusado de violencia doméstica, puede achacarlo a la casualidad y hasta sentirse 
sorprendida de haber entrado en conocimiento de semejante ‘rara avis’ -¡un 0,001% solo, y voy y le 
conozco!-; pero si los casos alrededor se multiplican, la casualidad empieza a entrar en el terreno del
 milagro.
Concluir que las mujeres, por el contrario, no mentimos jamás, como cacarean las feministas y repite la propia vicepresidente del Gobierno, no solo se opone a lo que todos sabemos desde siempre, nos convierte a las mujeres en seres angelicales y rompe por completo el discurso de la igualdad con los hombres
Pero en esto prefiero incluso el análisis a priori, es decir, razonar sobre si tal resultado es siquiera posible 
en su planteamiento. Y, como nos pasaba cuando analizábamos la ‘brecha salarial’, la cosa no tiene sentido
 desde el origen. Si el ordenamiento jurídico exige a quien acusa que pruebe sus acusaciones es precisamente 
porque la gente que tiene un incentivo para mentir lo hace con irritante frecuencia. Y hay miles, miles de 
motivos.
Concluir que las mujeres, por el contrario, no mentimos jamás, como cacarean las feministas y repite la 
propia vicepresidente del Gobierno, no solo se opone a lo que todos sabemos desde siempre, nos convierte
 a las mujeres en seres angelicales y rompe por completo el discurso de la igualdad con los hombres, sino 
que ni siquiera es algo que crean las propias instituciones en cualquier otra instancia.
Esa cifra fantástica corresponde a las mujeres condenadas en firme por denuncia falsa, pero que de todas las denuncias, solo dos de cada diez terminan en condena
Si el Estado que Carmen Calvo representa creyera eso de que “a las mujeres hay que creerles siempre sí o 
sí”, no nos exigiría papel alguno en nuestra declaración de la renta. Bastaría que declarásemos cuánto hemos 
ingresado y, sin más comprobaciones, pagáramos lo que corresponde. Y es que no, ¿verdad?
E incentivos existen tantos como motivaciones humanas. Puede ser rencor contra el ex, pero no hace 
falta llegar a la crueldad, porque también es método expeditivo para lograr la custodia exclusiva de los
 hijos en caso de divorcio o, sencillamente, acelerar el proceso, algo que aconsejan algunos abogados
 de pocos escrúpulos. También hay empleos reservados para mujeres maltratadas, acceso a 
vivienda, concesión de ciudadanía y otros incentivos absolutamnte obvios.
Luego una rasca y descubre que no, que esa cifra fantástica corresponde a las mujeres condenadas en 
firme por denuncia falsa, pero que de todas las denuncias, solo dos de cada diez terminan en condena, 
con lo que, o bien la Justicia española es la peor del mundo, o buena parte de esas ocho denuncias 
que no prosperan -y por las que ninguna mujer responde- sean falsas.
Un tuitero con muchos seguidores ha pedido en Twitter que los varones que han sido objeto de injusticias
 notorias a partir de la Ley de Violencia de Género refieran su caso en la red social. Aclaro: mi actitud hacia 
cualquier historia personal que leo en redes sociales es de absoluto agnosticismo. Nada absolutamente
 me impide empezar un mensaje en ellas con las palabras “como catedrático en Física Nuclear creo que…
” o de colar como vivencia personal una novela por entregas.
Ni creo ni descreo, pero me ha interesado especialmente una historia por la sencilla razón de que, aunque 
fuera falsa, puede ocurrir en cualquier momento y, de forma muy similar, ha sucedido a gente que me es 
cercana.
No voy a copiar entero el testimonio, porque es largo, bastantes tuits, y porque ustedes mismos pueden
 encontrar el hilo en su cuenta, @mamadrastras, pero si me ha interesado especialmente es porque quien 
escribe es -o se supone que es, ya digo que es irrelevante- una mujer, la segunda pareja de un separado que
 de sopetón recibe la denuncia, la llegada de la policía y el calvario habitual. “Le sacan de casa esposado.
 En el parque de la urbanización están tus vecinos, que ven la escena. Se hacen corrillos, miran… llaman 
a los niños para que vayan con ellos. Esos niños que juegan con tu hijastra cada tarde. Al salir ves 3 coches 
patrulla. Pocos para recoger pedazos”.
Y me interesa porque estoy convencida de que seremos las mujeres, por nuestro propio interés, las 
que echaremos abajo esta funesta ley que hemos recibido con indiferencia o aplauso por un mecanismo
 psicológico muy evidente. 
Imaginen una España futura en la que los cristianos, reducidos a una minoría absoluta, son maltratados
 y discriminados y un gobierno considera que, tratándose de una minoría marginada y objeto de ataques 
desproporcionados en número, decide que cuando un cristiano acuse a un no creyente de daño físico o 
psicológico, se le crea de entrada y se meta en el calabozo al presunto agresor.
Bien, usted es un cristiano y probablemente considere la medida un disparate. Pero, en fin, está también 
harto de que se le insulte y veje y, qué diablos, nunca se sabe cuándo va a venir bien echar mano de una
 ley que nos beneficia. ¿Entiende? Puede pensar que no va a necesitar la ley, pero que no le viene mal 
algo que le favorece personalmente.
Creo que muchas mujeres, y no pocos hombres, han visto así la Ley de Violencia de Género. Pero como 
hemos dicho en otras ocasiones, hombres y mujeres no somos como razas distintas o clases o 
nacionalidades diferentes que, mal que bien, pueden permitirse vivir apartadas. Y lo 
que parece favorecernos hoy puede ser nuestra ruina mañana.
Eso es lo que veo más a menudo. Ya no son solo hombres los que se quejan de la ley, ni solo mujeres 
que parten del disparate teórico y jurídico que supone, sino de amargas experiencias personales, 
como la de @mamadrastras. Porque esa ley que parece privilegiarnos se puede usar contra un hombre al 
que amamos, un marido, un novio, un padre, un hermano, un hijo, un amigo. Y está sucediendo, cada 
vez más. Y eso, estoy convencida, es lo que ayudará a crear masa crítica para acabar con este disparate.

viernes, 28 de diciembre de 2018

La política como ilusionismo

La política como ilusionismo

El gobierno ha puesto en práctica algo sorprendente: la política como ilusionismo. 
 El Ejecutivo inventa, creando de la nada, problemas que no existen, y una vez 
creados virtualmente –porque ciertamente siguen sin ser problemas reales- los
 resuelve mágicamente en su propio beneficio.

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en una rueda de prensa en Bruselas.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en una rueda de prensa en Bruselas.
Los políticos hasta hace bien poco trataban de gestionar los asuntos de la res publica. Sobre todo aquellos
 temas que más preocupaban a la gente y que por lo mismo tenían más potencial incidencia electoral.
Trataban –con más o menos inteligencia, con más o menos torpeza- de solucionar, al menos en parte, 
problemas reales de la sociedad: el desempleo, la sanidad, la educación, las infraestructuras,… así como 
crear un clima de confianza para inversores, mejorar las condiciones del mercado y un larguísimo 
etcétera. Si lo hacían medianamente bien se les volvía a votar, y si no lo hacían tan bien o metían 
la pata en un asunto sensible, se les castigaba y se votaba a otros. Parece todo muy obvio.
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Pero resulta que la política que lleva a cabo el actual gobierno ya no se rige en gran parte por estos 
principios elementales de atención a la realidad, a los problemas reales de la gente.
El gobierno ha puesto en práctica algo sorprendente: la política como ilusionismo. El Ejecutivo inventa, 
creando de la nada, problemas que no existen, y una vez creados virtualmente –porque ciertamente 
siguen sin ser problemas reales– los resuelve mágicamente en su propio beneficio. A diferencia de 
otros gobiernos, este dedica mucho tiempo, energía y dinero a afrontar falsos problemas, sacados
 de la chistera por arte de magia.
Por ejemplo, ¿cuántos españoles estaban realmente contrariados y preocupados por la ubicación de los
 restos del general Franco? ¿Cuántos se sentían humillados y agraviados por la sepultura en la sierra de
 Guadarrama de este Jefe de Estado que murió hace más de cuarenta años? Sinceramente, a nadie le
 importaba un bledo, por decirlo con toda claridad.
Esta estrategia consiste en crearse enemigos fáciles de vencer, para dar una rentable imagen de poder y determinación. Pero casi siempre este recurso a la tinta del calamar se suele emplear para disimular una debilidad real
El gobierno decidió un día en un despacho crear un importante problema ficticio, lo ha proclamado
 prioridad absoluta de su agenda, ha llenado las portadas de los periódicos, ha generado declaraciones y
 debates y ha complicado la existencia hasta del mismísimo Tribunal Supremo, que tiene infinidad de
 asuntos pendientes reales.
Lo mismo ha hecho, por poner otro ejemplo, con la Iglesia católica, que es blanco fácil porque no 
se queja. Comprueban que en España no ha habido casos de pederastia por parte del clero comparables 
cuantitativamente con Boston, Irlanda u otros lugares. Y deciden crear ese problema, hasta el punto de 
que un diario afín al gobierno abre una “ventanilla de denuncias”. Se crea un gran revuelo, y sobre 
todo se airea una imagen falsa de la Iglesia, afectada por el famoso refrán de “calumnia que algo queda”.
Y lo mismo con el IBI, con los acuerdos Iglesia-Estado, etc… cosas que están ahí, funcionando 
con normalidad desde hace tiempo, desproblematizadas, y que de la noche a la mañana, otra vez por 
arte de magia, se convierten en graves problemas mediáticos sobre los que el gobierno hace pública 
su firme voluntad de solucionar.
Y mientras tanto, los problemas reales que afectan a los españoles, como por ejemplo el independentismo, 
están prácticamente intactos desde que el gobierno se hizo con el poder.
Esta estrategia consiste en crearse enemigos fáciles de vencer, para dar una rentable imagen de poder y 
determinación. Pero casi siempre este recurso a la tinta del calamar se suele emplear para disimular una
 debilidad real, como la que tiene el gobierno en número de escaños. Incluso la dictadura argentina fue
 capaz de llevar a su pueblo a una guerra terrible, haciendo  de las Malvinas un problema –que no lo era 
para nadie- para distraer la atención de los problemas reales de la nación.
Lo realmente preocupante de esta forma irresponsable y maquiavélica de entender la política es que 
tiene consecuencias. Volver a poner a Franco encima de la mesa puede reabrir heridas que están ya
 prácticamente cerradas; poner en el punto de mira al clero, como potencial depredador de menores es 
una irresponsabilidad moral que puede tener irreversibles consecuencias para muchas personas inocentes, etc…
Pero todas estas consecuencias tienen un factor común: alimentar la división entre los españoles y el 
guerracivilismo. Dicho de otra forma, tirar por tierra el espíritu de la Transición. Exactamente lo que 
desea Pablo Iglesias. No ha necesitado llegar a Moncloa para poner en práctica su filosofía política
 dialéctica de fondo. Y si sale mal, la factura la paga Sánchez, el mago.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Una política para los que pagan (Alejo Vidal-Quadras: )

PROHIBIDO PISAR LAS FLORES
Alejo Vidal-Quadras: 


Una política para los que pagan

Opinión
Alejo Vidal-Quadras

miércoles, 26 de diciembre de 2018

.Degenerados y majaderos» por Juan Manuel de Prada


Degenerados y majaderos» por Juan Manuel de Prada

«Degenerados y majaderos» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 22/XII/2018.
______________________

El nefando asesinato de Laura Luelmo ha servido para que una patulea de majaderos ensarte las necedades más sonrojantes. Hemos escuchado y leído machaconamente que, para evitar que los degenerados sigan desgraciando muchachas, hay que «educar» a los hombres «en materia de género, feminismo y libertad sexual». Sólo una sociedad cretinizada puede soportar sin inmutarse que se culpabilice a la mitad de su población del crimen de un degenerado; y sólo una patulea de majaderos puede pretender que tal «educación» acabe como por arte de birlibirloque con los crímenes de los degenerados. Diríase que el mito roussoniano del buen salvaje, causante de tantas desgracias, hubiese sido suplantado por otro mito igualmente dañino, el del buen planchabragas.

Pero lo cierto es que el degenerado que asesinó a Laura Luelmo, después de someterla a las más bestiales sevicias, estuvo recibiendo durante dos años cursos y terapias «en materia de género y libertad sexual» que no hicieron otra cosa (como es natural) sino exacerbar sus pulsiones criminales. Combatir los crímenes aberrantes de los monstruos extendiendo la mancha de la culpabilidad sobre toda la población masculina no servirá para evitar ni un solo crimen; y, en cambio, servirá para que muchos hombres se revuelvan contra el hostigamiento y se desentiendan de la suerte de las mujeres. Así, azuzando la lucha entre los sexos, se enturbiará todavía más la convivencia social; y se acelerará ese proceso morboso, detectado por Thomas Mann, que «termina haciendo del hombre un ser enfermo, solitario, melancólico, aislado, incomprendido». Que es el caldo de cultivo perfecto para que surjan más monstruos.

Lo cierto es que monstruos con taras innatas siempre habrá (aunque sean mucho más escasos de lo que creemos); y contra ellos sólo se puede combatir mediante el reforzamiento de los frenos comunitarios que detecten su peligrosidad, para que puedan ser recluidos en centros especializados, si aún no han perpetrado ningún crimen; o para que puedan ser castigados ejemplarmente si ya lo han perpetrado. Pero nuestra época enferma hace exactamente lo contrario: dinamita los frenos comunitarios y favorece la fragmentación social, para que estos monstruos no puedan ser detectados; se niega a reconocer los trastornos sexuales, incluso los más aberrantes; y, cuando los monstruos han cometido sus crímenes aberrantes, divulga con fruición morbosa sus circunstancias, para excitar las fantasías imitativas de otros monstruos, a la vez que mitiga su castigo, para que no sirva de escarmiento a nadie.

Y, a la vez que se hace esto con los degenerados congénitos, el medio ambiental fomenta la proliferación de degenerados «sobrevenidos», escarneciendo las virtudes domésticas, alentando la destrucción de los vínculos familiares, amparando la infestación pornográfica, ensalzando las más diversas depravaciones como expresiones de «libertad sexual», promoviendo los «juegos eróticos infantiles»; en definitiva, ensalzando y jaleando las pasiones más pútridas y sometiendo el instinto a constantes estímulos. Y después de que el medio ambiental haya convertido a sus víctimas en manojos de pulsiones sexuales, los majaderos con púlpito aspiran a reconvertirlos en ositos de peluche, mediante cursos y terapias de género. En unos pocos años, comprobaremos que nadie tiene las garras más afiladas que estos falsos ositos de peluche. Sólo espero que, para entonces, los majaderos que hoy impulsan estas necedades reciban el castigo que merecen; y, honestamente, la cadena perpetua se me antoja un castigo muy liviano.

https://www.abc.es/opinion/abci-dege...7_noticia.html.


martes, 25 de diciembre de 2018

Cruda realidad / El suicidio de España no inquieta a nuestros líderes

Cruda realidad / El suicidio de

 España no inquieta a nuestros 

líderes

No hay apenas noticia más importante que esta. Estamos hablando, como digo, de
 la extinción, de un fenómeno gravísimo, muy difícil de revertir, que agrava todos
 los problemas. No hay magnitud, no hay dato más alarmante, ni el PIB, ni la
 inflación, ni la criminalidad ni ninguna otra.


Imagen referencial de embarazo y natalidad. / Pixabay
Imagen referencial de embarazo y natalidad. / Pixabay
Ya se lo ha contado aquí mismo Ana Fuentes, así que no me extenderé con los datos: España no tiene 
hijos. Estábamos muy, muy abajo, y este último año hemos roto alegremente nuestro propio suelo, con 
la tasa de natalidad más baja de nuestra historia.
La pregunta de rigor que veo hacerse en todas partes es: ¿por qué los españoles no tenemos hijos? Pero 
creo que lo entenderemos mucho antes si le damos la vuelta a la pregunta: ¿por qué habríamos de
tenerlos? Que no le engañen los anuncios de pañales: los hijos son un sacrificio. Roban independencia, 
dinero y tiempo, tres cosas que hoy se valoran como nunca.
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Y no, hoy voy a dejarme de explicaciones conspiranoicas… O casi. Porque si es cierto que no estamos
 en la China de Mao y no nos está prohibida la gestación y que en todas partes donde aumenta el nivel 
medio de estudios de la mujer cae automáticamente la natalidad, no puede decirse que al sistema -gobierno, 
medios, mundo académico y empresas- parezca quitarles el sueño este descenso acelerado hacia la
 extinción voluntaria.
Nos dicen que no tengamos hijos. No, en serio, los medios lo hacen, continuamente. Nos dicen que tener hijos es una irresponsabilidad porque el ser humano es el causante del Cambio Climático
Entiéndanme: no hay apenas noticia más importante que esta. Estamos hablando, como digo, de la extinción,
 de un fenómeno gravísimo, muy difícil de revertir, que agrava todos los problemas que se les pueda pasar
 por la cabeza; una España sin niños hoy es, a un plazo previsible, la quiebra del Estado del Bienestar, la 
imposibilidad de pagar las pensiones, el parón definitivo del crecimiento económico, la necesidad de una inmigración tan masiva que anegue por completo nuestra cultura e identidad, la absoluta falta de cohesión 
social, el descenso de la innovación… El fin, en definitiva.
¿Lo entienden? No hay magnitud, no hay dato más alarmante, ni el PIB, ni la inflación, ni la 
criminalidad ni ninguna otra. Y, ahora, pregúntense: ¿Se está debatiendo en el Congreso esta 
alarmante cifra en una sesión de urgencia? ¿Ocupa obsesivamente a los líderes de opinión? ¿Copa
 los titulares de prensa, abre los telediarios, da el tema central a las tertulias, alarma a nuestros 
profesores? ¿Qué hacen nuestros líderes, ya sean políticos, académicos, culturales o económicos?
Se lo diré: nos dicen que no tengamos hijos. No, en serio, los medios lo hacen, continuamente.
 Nos dicen que tener hijos es una irresponsabilidad porque el ser humano es el causante del 
Cambio Climático, fenómeno del que todavía no han sido capaces de dar una sola predicción que 
se haya cumplido.
Quitan a los padres toda autoridad sobre sus hijos, a quienes no pueden disciplinar de ningún modo
 pero de los que deben responder, sobre todo económicamente. No puedes educarles como consideres
 más conveniente, ni siquiera con el enorme esfuerzo económico de enviarles a un colegio privado, 
porque hay un plan de estudios y leyes que obligan, por ejemplo, a que a tu hijo o tu hija se 
le anime a ‘explorar’ su orientación o incluso identidad sexual desde la más tierna infancia.
Los salarios se congelan, especialmente los iniciales, con lo que, aun queriendo, es difícil para una
 pareja joven tener un hijo, no digamos dos o más.
La familia, que es de donde sale el grueso de la humanidad, es ridiculizada, atacada, 
desautorizada y debilitada desde todos los lados. El matrimonio es un contrato mucho más fácil de
 deshacer que el que te vincula al banco con una hipoteca, y el concepto mismo se ha banalizado al 
atribuirlo a tipos de uniones a las que no se parece, histórica o conceptualmente, ni por el forro.
Otro aspecto que nuestras élites alientan con vehemencia es el presentismo, es decir, se nos animan a
 dar solo importancia al aquí y ahora, a que tomemos decisiones en base a lo que vaya a resultar de
 inmediato, y a ignorar el futuro. ¿A quién le importa la posteridad? Eso se traduce en una mentalidad
 infantil, de niño caprichoso, con la que nada de lo que nos rodea, nada de esta riqueza acumulada 
que estamos esquilmando como herederos tarambanas, se hubiera creado jamás.
Luego está el feminismo, naturalmente. Al final, las que decidimos somos las mujeres, y el feminismo 
lleva décadas timándonos. Nos ha convencido de que trabajar para la propia familia por amor es 
denigrante y que hacerlo para una empresa sin rostro ni alma por dinero es el colmo de la dignidad. 
También nos ha animado a posponer todo lo posible el momento de formar una familia -no querrás 
quedarte atrás en tu carrera profesional, ¿no?- y a retrasar aún más la llegada de los hijos, ocultándonos
 los datos más elementales de la fertilidad femenina.
Así es cada vez más frecuente ver exitosas ejecutivas que gastan fortunas en clínicas de fertilidad
 anhelando lo que creían que siempre estaría ahí esperando a que tuvieran el capricho de perseguirlo. 
Preveo una espectacular bonanza económica para los veterinarios y los fabricantes de comida para gatos.
En estas condiciones tan adversas, aun queda una razón para luchar por tener hijos, la fe. 
Pero la descristianización de Occidente, y muy especialmente, de España, avanza a un ritmo aún más
 rápido que la caída de la natalidad. La élite es notoriamente hostil al cristianismo: el Estado es un dios
 celoso que no quiere rivales, las empresas prefieren empleados cuyas escasas o nulas cargas familiares 
les permitan estar siempre disponibles por un sueldo mísero, y la cultura -películas, series, novelas, 
canciones, lecciones académicas- está mñas que dispuesta a poner al servicio de ambos poderes su
 poderoso altavoz.

lunes, 24 de diciembre de 2018

¿Morir por las cuentas andorranas de la banda del 3%?

¿Morir por las cuentas andorranas

 de la banda del 3%?

Las izquierdas y algunos liberales de apellido ilustre buscan violentos en Vox, 
mientras ignoran las invocaciones a la guerra civil y la muerte que hace el presidente
 de la Generalitat desde su cómodo despacho. La pregunta es si habrá catalanes 
dispuestos a dar su vida por los ladrones del 3%, que al final era el 4%.


Un grupo de CDR nacionalistas catalanes cortan por la fuerza una autopista en Cataluña /EFE
Un grupo de CDR nacionalistas catalanes cortan por la fuerza una autopista en Cataluña /EFE
Un tipo repugnante a la vista y también al intelecto por su carácter racista y su desprecio a quienes
 entre sus paisanos no comparten sus delirios, llamado Quim Torra, invocó hace unos días la ‘vía eslovena’ 
para conseguir la independencia de Cataluña.
Ésta consistió, entre otras cosas, en una guerra de diez días en el verano de 1991 en la que murieron en 
torno a 80 personas. Fue la primera de las guerras de disolución de Yugoslavia en los años 90 del siglo XX 
en las que murieron 140.000 personas. La guerra en Eslovenia no fue a más debido al tamaño del 
territorio (como la provincia de Cáceres) y su homogeneidad étnica (90% de eslovenos). Los comunistas 
de Belgrado, reconvertidos en nacionalistas para mantenerse en el poder, prefirieron guardar sus fuerzas
 para enfrentarse a las guerras de Croacia y Bosnia-Herzegovina.
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La ‘vía eslovena’ ha sido el modelo copiado por los golpistas catalanistas desde hace tiempo. Al principio, 
borraron del PowerPoint la guerra y se quedaron con lo más bonito y sencillo. Un referéndum, unas leyes
 de desconexión, unas ‘performances’ en las calles con los entrenados de las Diadas, una proclamación 
parlamentaria de la ‘republiqueta’ y  una campaña internacional de relaciones públicas.
La ‘vía eslovena’ ha sido el modelo de los separatistas: una intervención internacional que obligue a Madrid a negociar con ellos
Todos los pasos anteriores conducirían a una intervención internacional que, junto con una quinta columna 
nacional, la formada por una parte apreciable de la izquierda, forzaría al Gobierno de España a abrir 
negociaciones con la Generalidad, que culminarían como poco en un régimen confederal.
Después de más de un año de aparente derrota, el ‘procés’ sigue en marcha y los separatistas mantienen 
su objetivo de que una especie de Congreso de Versalles obligue a España a darles su juguete. Sin embargo,
 el método ya es distinto, ya no se quieren bailes en las calles y chocolatadas en los colegios, sino unos
 cuantos muertos.
El 1 de octubre pasado Torra aconsejó a las bandas de matones que campan impunemente por Cataluña, 
seguir adelante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos y estemos dispuestos a todo para vivir 
libres”. ¿Pues a que esperan él, su esposa y sus hijos para inmolarse los primeros por la ‘Dinamarca del sur’?,
 ¿o es que piensa que los charnegos agradecidos como Gabriel Rufián vayan a las barricadas?
Como el referéndum y la proclamación parlamentaria no han movido a la UE ni a la ONU, los golpistas catalanes buscan ahora que haya muertos
Que no estamos ante un único bocazas exaltado se comprueba cuando esta ocurrencia de los muertos
 como elemento imprescindible para la independencia empieza a ser común entre las ‘mentes pensantes’ 
del separatismo. Por ejemplo, el profesor universitario Agustí Colomines, ideólogo del partido de 
Puigdemont, subrayó en octubre que la ausencia de muertos estaba retrasando la independencia: “en 
todas las independencias del mundo ha habido muertos y, si decides que no quieres muertos, la
 independencia tarda más en llegar”.
¿De dónde va a salir la carne de cañón?, ¿qué catalanes van a imitar a los irlandeses o los polacos o los 
eslovenos o los finlandeses o los croatas que dieron la vida por su patria en el siglo XX?
Gracias a los jueces y fiscales españoles, vamos conociendo el grado de corrupción en la Cataluña 
gobernada por el que para el ABC fue el ‘español del año’ (¡enhorabuena, Luis María Ansón!). Jordi Pujol 
reconoció que tenía una fortuna de hasta 3.000 millones de euros en el extranjero. Su partido, CDC, 
fue condenado por cobrar casi siete millones de euros a Ferrovial para que las Administraciones catalanas
 le concedieran obras. Dos de sus caciques, Lluís Prenafeta y Macià Alavedra, evadieron más de 20 millones
 a la Hacienda española. Félix Millet y Jordi Montull, gestores del Palau de la Música, desviaron fondos de 
la institución para su beneficio propio. La lista es interminable.
Aunque el ‘procés’ es la culminación del separatismo catalán, sus dirigentes pretenden quedar impunes por sus corrupciones y robos
No se trata solo de delitos, sino también de corrupción ‘legal’. La esposa del huido Puigdemont cobra 6.000
 euros al mes por realizar un programa para la televisión de la Diputación provincial de Barcelona. Por 
cierto, amigo lector, ¿a que no sabía que la Diputación de Barcelona tiene una televisión pública?
Sin embargo, no hay que equivocarse y pensar, como hace la izquierda española, que todo el tinglado del 
‘procés’ es una cortina de humo para ocultar la corrupción; pero es innegable que los cabecillas buscan
 su impunidad y el disfrute de su malhabida fortuna en una ‘republiqueta’ hecha a su medida.
Estoy convencido de que el Gobierno de Sánchez y Borrell conoce los planes demenciales de los separatistas, 
como los conocía el Gobierno de Rajoy y Sáenz de Santamaría; pero también estoy convencido de que los 
socialistas mantendrán la misma política que los centristas del PP: no hacer nada. Lanzar palabras con la
 intención de que el sonido disuelva las amenazas como si fueran pesadillas de niños.
¿Encontrarán los Oriol-Ferrusola, los Torra, los Puigdemont y los Mas algún catalán imbécil que dé su vida por la ‘republiqueta’ del 3%?
Mientras tanto, la tensión sigue creciendo, como el vapor en una olla a presión. La impunidad de los
 terroristas verbales envalentona a sus seguidores y desespera a los ciudadanos que todavía cumplen las 
leyes. En España el Estado está permitiendo que unos desgraciados jueguen a la ruleta rusa con nuestras
 vidas y en algún momento el gatillo golpeará una bala. En las protestas de los ‘chalecos amarillos’,
 cuyas razones son, principalmente, económicas ya han fallecido cuatro personas.
Y entonces los catalanistas aplaudirán entusiastas, porque tendrán su muertecito.
¿Pero de verdad habrá catalanes que mueran por las cuentas andorranas de los Pujol?