CAPITULO VI
ANTIGUAS TRADICIONES
CASTELLANAS
CARLOS BLANCO
Conocemos muy poco de nosotros mismos. En esta tarea, en la
que estamos trabajando, debemos deshacer un sinnúmero de conceptos vacíos,
falsos e impropios, producto de aseveraciones tópicas y sin fundamento que se
ha vertido sobre nuestra región. Castilla no es lo que sabemos de Castilla; no
es lo que los españoles de la periferia piensan, ni tampoco lo que nosotros
mismos hemos creído a fuerza de repetirlo machaconamente.
Decrépitas ciudades,
caminos sin mesones
y atónitos palurdos
sin danzas ni canciones
que aún van,
abandonando el mortecino hogar.
Tremendos versos estos de Antonio Machado en los que se
refleja una verdad a medias. No profundizó el poeta en el espíritu de nuestras
gentes, sino que plasmó una realidad epidérmica y en cierto modo preconcebida.
Sería enorme la lista de
invertebrados cerebros que han negado factores de identidad a Castilla en base
a estúpidas teorías. A poco que hurguemos en las entrañas de nuestros
pueblos, descubriremos elementos que nos definen y otorgan personalidad.
Poseemos caracteres propios aunque en algunos aspectos carezcamos de conciencia
de pueblo con una historia y una cultura original. Pero hay que saber
desembarazarse de los sambenitos, que sistemáticamente han colgado a Castilla,
para apreciar con t nitidez nuestra peculiar forma de ser.
Los escritores del 98, más preocupados por la cuestión
española que por la puramente castellana, falsearon la imagen de nuestra región
dando de ella las fugaces imágenes de un apresurado viaje ferrocarril. Aunque
en alguna ocasión se apeasen, su propio ánimo no les permitió apreciar, ni
sentir, la auténtica realidad en toda dramática extensión. Más cerca de la
verdad están las palabras Federico Olmeda, quien después de muchos viajes a pie
por perdidas aldeas burgalesas en busca de tradiciones populares, escribe en
1902 "En Castilla desgraciadamente no se siente
una molécula regionalismo... Además la masa general de castellanos
soportan una vida lánguida, sin actividad ni energía, sin brillo ni esperanza:
así que la voz se ha enmudecido en el cuello de sus gargantas y apenas cantan;
al considerarse en tierras ajenas ,son escasos los propietarios les falta el
ánimo para templar las cuerdas de su lira".
Aunque escrito a comienzos de siglo, la vigencia, hoy día,
de esas palabras es bien palpable. Como también lo son, pese a todo, es otras
donde Olmeda describe el concepto que de los castellanos tiene en otras
regiones: "Dicen de ellos los de las demás provincias: Como no tienen
vida, ni modos propios, ni costumbres, ni fueros
tampoco tienen canciones... esta creencia de que en Castilla no hay canciones
populares, constituye una verdad tan corriente, que se ha sostenido como de
común sentir hasta entre los miembros castellanos de las capitales."
Tristes y dolorosas consecuencias, sólo explicables, tras
largos siglos de degradación vital, olvido y opresión cultural, sobre la más perjudicada de las regiones españolas. El
hecho de que, por factores perfectamente identificables, nuestra conciencia
colectiva esté dormida, no significa que carezcamos de personalidad. Muy por
contrario, Castilla es poseedora de uno de los folklores más ricos variados de
la península, aunque sea desconocido hasta para 1os mismos castellanos de las
capitales.
A pesar de que el mal se ha recrudecido en los últimos año
todavía estamos a tiempo de salvar esta parte fundamental de nuestra cultura.
Hay que despertar al pueblo y revelarle lo que tiene dentro: su temperamento,
usos, costumbres, formas de vida, organización social y de la propiedad. La
esencia del pueblo castellano permanece inalterable, pese a que haya pasado el
tiempo, los regímenes y 1as alteraciones económicas, que no dejan de ser
transitorias.
Aunque no podemos considerarla una circunstancia puramente
castellana, puede demostrarse con facilidad que la pérdida del folklore está
vinculada a los cambios económicos y sociocultural que estamos sufriendo: éxodo
rural, emigración a regiones rica sangría de recursos... Fenómenos que han
provocado un desequilibrio en la sociedad rural, acelerando la desautorización
de la cultura popular, hasta el punto de que los portadores de tradición la han
rechazado llevados por un sentimiento de pudor y vergüenza los jóvenes rechazan
a los mayores tratando de imitar las modas de las capitales. Otro tanto, aunque
con menos intensidad, ocurre con la generación intermedia. El mundo urbano se
ha incorporado al rural y no es raro que los pastores que aún quedan, hayan
sustituido sus tradicionales instrumentos musicales por el
transistor.
Pero nada de esto es nuevo; el mal viene de antiguo.
Marazuela, Olmeda, Córdova y Oña, Ledesma y otros más, que a principios de
siglo comenzaron una labor de recopilación de temas folklóricos, reinciden en
señalar que ya entonces existía un alarmante desinterés por la música
tradicional en favor de los ritmos llegados del exterior. Hoy día podemos ver
como muchos de los dulzaineros, con más de sesenta años, tañen en idéntica
proporción, temas populares, junto con boleros, mazurcas e incluso fragmentos
de zarzuelas.
Por otra parte las instituciones, que en los últimos
cuarenta años, se han ocupado de monopolizar las manifestaciones folklóricas,
lejos de protegerlas, las han manipulado con fines doctrinales tratándolas como
cosa uniforme y aséptica, Coros y danzas muy bonitos, muy espectaculares, pero
carentes por completo de sentido.
Vivimos un momento crucial de nuestra historia. Castilla es
ahora una necesidad, y si la pérdida de simbolismo y funcionalidad ha
determinado la desaparición de muchas tradiciones, quizás el resurgimiento de
nuestra conciencia regional contribuya al renacer del folklore castellano. Sólo
un despertar auténtico del sentir colectivo puede llenar de contenido vital a
estas tradiciones en grave trance de desaparición.
Es objeto de este ensayo esbozar una pequeña visión de
conjunto de lo que ha sido nuestro folklore y de lo que queda de él. De la
cultura común de todos los castellanos y que ahora, más que nunca, debemos
utilizar como elemento diferenciador y de identidad frente a otros pueblos de
España y, sobre todo, frente a nosotros mismos.
El folklore, lo
tradicional y lo popular
Como ya es sabido por todos, la introducción de los estudios
sobre folklore en España se debe a Antonio Machado y Álvarez, quien fundó en
1881 la Sociedad
del Folklore Andaluz. Por medio de la ciencia folklórica se recopilan, para su
ulterior estudio, todas las características étnicas que definen la personalidad
de un pueblo; entendiendo pueblo como el conjunto de
individuos vinculados por vivencias, historia, costumbre y lengua común.
El folklore pues, estudia y agrupa los temas musicales, usos, gastronomía,
trajes, refranes, cuentos, leyendas, arquitectura, bailes, aperos..., que son
propios de una comunidad.
Si la más conocida de todas estas facetas es la musical, es
porque ella ha logrado conservarse mejor que los ritos por los que esto temas
musicales fueron creados. El mismo Machado y Álvarez intuye la ingente masa de
canciones de que disponen los pueblos d España cuando dice: "Teniendo en
cuenta el número de coplas que cada una de las regiones podría aportar a la
masa común, dispone de un capital flotante que acaso no baje de cien mil
canciones". La modernas investigaciones han demostrado la veracidad de esta
afirmación, superando con creces la cifra supuesta por Machado Álvarez.
La recopilación de temas musicales ha sido una labor
frecuentemente efectuada por sacerdotes que recorrían su respectivas provincias
en busca de coplas y canciones que luego recogían en publicaciones monográficas.
Estas colecciones so bastante útiles en cuanto a la parte musical, pero por lo
general so muy pobres en lo referente a costumbres y simbolismos. Su estilo e
farragoso y ostenta frecuentes alabanzas hacia los habitantes de sus
respectivas provincias.
Aunque en principio asentimos con Caro Baroja cuando dice
"Desconfiemos de las descripciones folklóricas, de la etnografía hecha por
gentes de campanario", no dejamos de reconocer 1a positiva labor de
recoger canciones y temas musicales que hoy estarían en el olvido. Otra
cuestión sería la de las tradiciones, que por su temática picaresca u obscena,
no incluyeron en su cancioneros. A este respecto no hace mucho que apareció e
Santander, un pequeño libro dedicado por entero a estas coplas. Su recopilador
fue un médico rural, don Miguel Sáiz Antomil, gire la recogió con posterioridad
a 1953. Veamos un ejemplo.
En la noche de bodas /
ponte tú encima
así desde el principio
/ tú le dominas
Gotas de sangre / hay
en tu braga
o jugaste con tu novio
/ o es que estás mala.
En la actualidad, las investigaciones folklóricas son más
rigurosas y están llevadas a cabo por personas de alta preparación. Su misión
es doble; de una parte recoger estos temas folklóricos para estudiarlos, y de
otra, tratar de convencer a las personas que transmiten la tradición de la
importancia que tiene la conservación de estos conocimientos populares.
En algún caso, el folklorista efectúa versiones facticias
con fine estéticos y de revitalización del tema literario o musical. Un magnífico
caso de auténtica recreación de lo popular es en 1a entradilla, una preciosa
tocada de dulzaina y tamboril de la que existen múltiples variantes en las
provincias de Segovia, Ávila Valladolid. El Maestro del folklore castellano
Agapito Marazuel fue quien, escogiendo y combinando las mejores partes del
tema, construyó esta pieza fundamental en nuestro folklore. En nuestra opinión,
y dada la personalidad de Marazuela, no podemos hablar en este caso de una
simple versión facticia, sino de una sorprendente y afortunada evolución
folklórica, que sólo podía estar hecha por un eslabón más de la cadena
tradicional. Marazuela se siente profundamente satisfecho de esta pieza musical
de la que afirma: por sí misma representa la música de Castilla y aunque no
hubiera más piezas que esta, merecería ser nombrado el folklore castellano".
La melodía está en forma de rondó, girando sobre el tema central todos los
demás. La "Entradilla" era también una danza ritual de honor, que se
bailaba en las procesiones o cuando llegaba al pueblo un importante personaje.
En estos casos se "echaba la entradilla"
Para finalizar este apartado, y antes de pasar a otros
aspectos más específicos, repasemos algunos de los conceptos que utilizaremos a
lo largo del presente trabajo. Conceptos que, pese a su complejidad,
aplicaremos brevemente.
Parece que está suficientemente claro que el folklore es
tradicional anónimo, es también colectivo y por tanto popular, aunque no todo
lo popular es tradicional. En esto, es el tiempo y los gustos particulares
quienes deciden. Recordemos de nuevo las palabras de Machado y Álvarez cuando
dice: "El autor de estas coplas en don X., a quien, para no pasar de
ignorantes, hemos convenido en llamar pueblo, como pudiéramos haberle puesto,
por ejemplo, Perico el de los Palotes".
Podemos definir lo tradicional como todo aquello que se transmite
de generación en generación. En efecto, los variados conocimientos populares se
confiaban de padres a hijos oralmente a lo largo de las reuniones familiares.
En ellas cada cual dedicaba su tiempo a los más diversos menesteres. Los
miembros de la familia o los convecinos, se reunían diariamente en el invierno
al calor de la lumbre. Allí, mientras los hombres reparaban sus aperos de
labranza y las mujeres tejían, se solían contar leyendas, romances y canciones.
Sin lugar a dudas estas reuniones constituían el marco ideal para el desarrollo
del ciclo tradicional.
Esta transmisión de conocimientos populares se modifica, más
o menos inconscientemente, por tres circunstancias: selección, variación y
continuidad. Los temas son seleccionados dando lugar a una primera fase de
asimilación, y posteriormente a otra de modificación.
La variación formal de los temas se produce al tratar de
acercarlos al contexto donde transcurren las actividades cotidianas de la
comunidad. Dicho de otro modo, las variantes se configuran en función del lugar
o del gusto personal. El fondo por lo general no suele variar tanto, ya que con
frecuencia contiene un interés para la mayoría.
Estas dos circunstancias, selección y variación, contribuyen
a la perduración de la tradición: la continuidad de persona mayor a persona
joven. A este respecto conviene señalar que, hoy día, ya no se acepta la idea
romántica de que todo el pueblo en masa transmite folklore. Las modernas
investigaciones han demostrado que sólo unas pocas personas, dotadas de cierto
ingenio, son las que en cada lugar realizan inconscientemente esta transmisión.
Algunas generalidades
sobre el folklore musical
Castilla es una región variada de muchos pueblos y comarcas
Parece lógico, por tanto, que canciones de diversas procedencias posean rasgos
característicos producidos, entre otros factores, por aislamiento geográfico.
De esta manera podemos comprobar como en determinadas regiones naturales, se ha
conservado la tradición con más y menos elementos contaminantes. Nuestro
folklore musical es variadísimo y, aunque en esencia ostente diferencias
armónicas propias, coexisten toda una gama de fórmulas comunes que explicaremos seguidamente.
La función primordial de la canción folklórica tradicional
sido siempre la de acompañar todo tipo de actividad humana. Ante tal
multiplicidad de temas y estilos no se ha podido por menos que clasificarlos en
grandes grupos: Cantos de ronda, enramada despedidas, boda, cuna, religiosos,
trabajo, tonadas y bailables romances... La relación podríamos hacerla
interminable y por supuesto insuficiente.
Los más recientes estudios han desvelado la existencia de una
enorme tradición romancística en Castilla. Son muchísimos 1os romances que han
aparecido tras una paciente recopilación que no ha hecho más que comenzar.
Estos romances, originarios de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, son de estilo
dialogado, de fácil memorización, ágiles y muy realistas. Más adelante les
dedicaremos atención y espacio por constituir, por sí solos, la forma más viva
extendida de la tradición actual.
Parte del cancionero castellano está claramente influenciado
por el canto gregoriano, que se introdujo en la península al instaurarse e rito
romano en sustitución del mozárabe. Muchos autores coinciden en esta
particularidad, señalando la existencia de melodías que adoptan determinadas
fórmulas o fragmentos. De ellas la mayoría imitan rasgos propios del canto
gregoriano.
Hasta los umbrales de la edad moderna los fieles
participaban activamente en las ceremonias religiosas. Durante generaciones se
familiarizaron con la música que practicaban habitualmente en las iglesias, por
lo que es frecuente encontrar melodías de claro sabor litúrgico en el conjunto
de canciones profanas. También en los texto' encontramos esta curiosa
conjunción. Veamos seguidamente u ejemplo muy claro en esta canción de ronda:
"Los diez mandamientos". Incluimos sólo el primero dada su extensión.
Se trata de un canto puramente melismático y unipersonal; su interpretación
entraña no pocas dificultades.
"Los diez
mandamientos santos
vengo a cantarte
paloma
sólo porque no me
olvides
y me tengas en
memoria.
En estos diez
mandamientos
el primero es el amar,
te tengo en
pensamiento
y no te puedo
olvidar."
El mismo ejemplo puede servirnos también para observar corno
la forma literaria más común de la canción tradicional castellana es la cuarteta
de versos octosílabos, con rima generalmente asonante y echas veces consonante
en los versos pares.
Respecto a la morfología de la canción esta puede
configurarse como una estrofa seguida de estribillo, o bien de una estrofa
sola. En cuanto a su interpretación, la canción castellana, como la de casi
toda la península, es esencialmente monódica. Sólo a una voz pueden cantarse
estos preciosos temas de gran libertad rítmica, con
frecuentes cambios de
modalidad y escasas notas.
Los intérpretes exageran la vocalización al máximo, como si quisieran
ser bien entendidos. Cantan con fuerza, llegando al límite de sus
posibilidades, para ser bien oídos entre todo el acompañamiento musical. En
muchas ocasiones, prolongan los
finales haciendo requiebros o para acabar con un sonido ,onomatopéyico,
parecido a un relincho y con el que expresan su alegría incontenible. Este grito festivo aparece también en el folklore le otras
regiones como Asturias, León y Galicia.
Por su misma naturaleza, el folklore no es una expresión
artística identificable con el mero espectáculo. No es algo que pueda
contemplarse apaciblemente sentado en una butaca. Por el contrario, el folklore
exige participación: debe ser cantado o bailado. Recordemos aquella copla de
vendimia que dice:
Que hacen allí estos
mocitos
que no vienen a bailar
que dejen a las
paredes
que ellas solas se
tendrán.
Costumbres y cantos
tradicionales
Condensar en tan poco espacio la enorme cantidad de usos,
costumbres y canciones que constituyen nuestro acervo cultural, es una tarea
que entraña no pocas dificultades. Debido a las propias características del
presente volumen, hemos utilizado el método reunir en grandes grupos los temas
que poseen algún aspecto común. Así, en el apartado "Ritos
religiosos", agrupamos los relativo Rogativas y Mojadas, Romerías y teatro
popular. En "Ritos inversión": Aguedas y Carnaval y, de esta forma,
hasta seis ritos distintos subdivididos en cerca de treinta facetas, que
muestran conjunto las costumbres más importantes de la región. Incluí breves
textos de canciones tradicionales como ejemplos de diversas costumbres que
relacionamos. Estos textos han si seleccionados de las siguientes obras: Cancionero Segoviano o de Castilla la Vieja de A. Marazuela, Folklore de Burgos de F. Olmeda Cancionero Popular de Santander de S.
Córdova y Oña.
Esperamos que este montón de generalidades, induzcan al lector
a consultar una bibliografía más amplia y profundizar en conocimiento de la
cultura tradicional castellana.
Ritos religiosos
Rogativas y Mojadas.
Las costumbres relacionadas con la lluvia siempre han tenido
fuerte arraigo en los pueblos castellanos. La sequía es el tormento constante
del labrador. De durar más de lo debido puede echar perder todo el esfuerzo de
muchas semanas de trabajo. El rito más extendido en estas circunstancias es el
de "Rogativas": grandes manifestaciones de fe de uno o varios
pueblos, recabando del San Patrón lluvia para el campo. Aunque no por mucho
tiempo ya, aún podemos ver la celebración de rogativas en algún lugar azotado
por la sequía.
Los vecinos solicitan del cura sacar al Santo en procesión
por 1as tierras, para que este observe directamente su desolador aspecto.
Durante el acto procesional se invoca a la imagen mediante un oraciones
alusivas cantadas por todos los habitantes de la localidad De estas oraciones
tenemos en Castilla una enorme cantidad ejemplos y variantes. Veamos esta de
Villanueva del Aceral.
Virgen santa de Reoyo
/ !que nadie te dice nada
y yo, que soy tu
devota / te vengo a pedir el agua
Virgen María / Ramo de
flores
dales buen campo / a
los labradores
que se ahogan con el
polvo / que sale de los terrones.
En determinados lugares existen pintorescos ritos de inmersión
Tal es el caso del pueblo de Caballar, en Segovia, donde tradicionalmente se
producía la "Mojada" de las reliquias de San Valentín y Santa
Engracia, siempre que la sequía hacía peligrar cosecha. Sus cráneos eran
introducidos por el cura, previa autorización el Obispo, en una cesta de mimbre
que sumergía en una fuente. Los más viejos del lugar aseguran la eficacia del
método de la Mojada"
y .cuentan que, en cierta ocasión no dejó de llover hasta haber encontrado un
huesecillo que se había desprendido de la reliquia durante la inmersión. Este
rito religioso de. Caballar se celebró por última vez en 1964.
Como no siempre estos sistemas de producir agua en
abundancia tienen las consecuencias deseadas, se ha llegado en ocasiones a soluciones
tan curiosas como exponer la imagen al implacable sol para que sufran en
"plena carne" los efectos del calor, o introducir una sardina en la
boca del Santo para producirle sed y acelerar por
este método la llegada de la lluvia.
Teatro religioso
popular.
Aunque ya definitivamente perdidas, no han debido de ser
raras en Castilla las representaciones de teatro religioso popular, que con motivo
de alguna fiesta señalada se realizaban en el interior de los templos. Algunas
fueron prohibidas por disposiciones episcopales y tras desaparecieron en el
olvido. Estas representaciones, respondían al igual que en la edad media a dos
ciclos perfectamente Ilimitados: navidad y pasión. Muchos de los actuales
romances del ciclo de la pasión provienen sin duda de algún tipo de
representación popular de la que formaban parte, llegando hasta nuestros días
versiones refundidas y desgajadas de aquellos.
Unos de los más notables Autos de Navidad de los que se
tienen noticia es el que los habitantes del pueblo de Castroponce, en Valladolid,
han venido representando en la noche del 24 de diciembre. A juzgar por la
música se trata de una pieza muy antigua que ha llegado a nosotros con una
pureza y fidelidad poco frecuentes. El texto es fresco, espontáneo y cargado de
ingenuidad. Se representaba en el interior de la Iglesia de Santa María y
era costumbre que una familia, además de invitar a dulces y vino a todos los
asistentes, ofreciese aquella noche un cordero a la Virgen. Con este
motivo la imagen llegó a tener en ocasiones un considerable rebaño.
Los principales actores que lo representaban eran nueve y siempre
naturales del pueblo. Participaban un mayoral y cuatro pastores, tres zagales y
un ángel representado por un niño. Desde hace más de diez años no se representa
este bellísimo Auto de Navidad, al que asistían, dada su fama en la comarca,
todos los pueblos cercanos a Castroponce: Vecilla, Villavicencio, Mayorga, Vega...
Las romerías.
A los peregrinos que caminaban a Roma se les llamaba
romeros, y ya por extensión pasaron a denominarse así todos aquellos que hacen
peregrinaciones a cualquier santuario.
Las fechas anteriores a las celebraciones romeras, todos andaban
muy atareados con los preparativos. En ocasiones un mismo patrón santo, santa o
virgen, lo era también de varios pueblos, que veneraban en una ermita común
dentro de los límites administrativos de una sola localidad. Estas ermitas
están situadas por lo genera algún lugar distante; son pequeñas capillas sin
luz eléctrica y serios deterioros en el edificio. En ellas, se venera al Patrón
y se guarda ofrendas votivas de los milagros que se han producido mediante
invocación. Durante años han sido objeto de robos y expolios a que las gentes
del lugar asistían entre indignación e impotencia.
El Patrón se transporta en solemne procesión hacia una céntrica
parroquia para honrarle con oficios religiosos; pero la víspera de festividad
se devuelve a su capilla a la que acuden, al siguiente día, los habitantes de
las localidades vecinas. La noche anterior las muje preparaban todo tipo de
dulces, mantecados, repeladas, rosquillas, tortas para ser consumidos durante
la romería.
Los alrededores de la ermita se engalanaban con guirnalda
cintas de colores, sobre todo si la cosecha había sido buena.
La imagen lucía sus más preciosos ornamentos, tanto en joyas
como en vestidos, que se guardaban celosamente durante todo el año en espera de
tan solemne celebración.
Durante la romería los hombres organizaban todo tipo pruebas
y concursos en los que se mostraba la rivalidad que había entre pueblos
vecinos. Invariablemente se bailaba al Santo Patrón ejecutando complicadísimas
danzas que se han perdido casi en
totalidad. A las imágenes se les "echaba" varias
piezas musicales con la dulzaina o la flauta.
Ritos ganaderos
San Antón.
Aunque en la actualidad esta celebración se reduzca a
engalanar caballerías y bendecir a los animales, tenía antiguamente la Fiesta San Antón una
enorme extensión e importancia. En muchos pueblos sacaban a los animales en
graciosa comitiva, formados por pareja encabezados por unos mozos montados en
borricos. Se efectuaban pruebas y concursos entre los animales, siendo nombrado
uno ellos, generalmente un cochino, Rey de la festividad. Al animal era
costumbre coronarle con ajos y cebollas.
Matanza.
Constituye todo un rito de ámbito familiar donde cada uno
tiene su propio cometido. Los hombres son los encargados de matar descuartizar
al animal, mientras que las mujeres hacen todo tipo de embutidos: chorizo,
morcillas y longaniza.
Las mozas prometidas ayudaban en este menester en casa del novio,
recibiendo por parte de la futura suegra la aprobación a su labor. No es raro
que con motivo de las matanzas, las familias distanciadas vuelvan a tener
relaciones amistosas. Todo el mundo quiere participar en la matanza, hasta el
punto de existir una ayuda mutua que no encontramos en otras actividades
domésticas, el producto de la matanza se intercambia entre diversas familias.
Todas estas ayudas y regalos mutuos parecen formar parte de un colectivismo
laboral muy primitivo y característico de Castilla.
Durante la matanza y acompañándose de útiles de cocina se solían
cantar temas como el siguiente:
Cuando suena la
zambomba / nos alegra la matanza
y el marrano que hemos
matao / nos llenará bien la panza
Qué maja está la
cocina / cuando cuelgan los jamones
la longaniza y el
tocino / las morcillas y muñones.
Ritos de inversión
Águedas.
Este es sin duda el más destacado rito de los que
protagonizan las mujeres castellanas. Con motivo de la festividad de Santa
Agueda las mujeres toman posesión del pueblo y ejercen el mando. Con frecuencia,
y para hacerse respetar, utilizan unos alfileres del pelo que se denominan en
algunos lugares "mata-hombres".
Durante todo el día las mujeres solteras o casadas, dirigen
las actividades festivas cantando coplas, bailando, pidiendo dinero a los
hombres y presidiendo todos los festejos. Afortunadamente aún se conserva con
suficiente vitalidad esta tradición en Castilla.
Sin duda donde más relieve ha tenido esta festividad ha sido
en el pueblo segoviano de Zamarramala, donde una mujer es elegida Alcaldesa. De
todas formas, la festividad de las águedas de Zamarramala, está en la
actualidad muy adulterada. Es costumbre sacar en procesión a la santa y quemar
en la plaza un pelele de paja mientras se le insulta o se le muele a palos.
Carnaval.
Los días anteriores al miércoles de ceniza se celebraban las
fiestas en las que todo el mundo trastocaba sus papeles y se daba a grandes
excesos. Eran días de carnaval, repetidamente prohibidos, y de enorme arraigo
popular. Ritos de inversión en los que el pueblo canalizaba su ira, o su burla,
hacia personajes e instituciones.
Una de las costumbres más generalizadas en Castilla era el
"entierre de la sardina". Entierro en el que participaban todos los
personajes de uno real: el cura, los monaguillos y una comitiva que acompañaba
a la sardina muerta, cantando o simulando lloros. Los
falsos curas recitan constantemente hilarantes jaculatorias,
y después de cantar el oficio de difuntos, en iguales términos, proceden
entierro de la sardina que previamente han metido en un ataúd.
Existen en la región muchas variantes de esta costumbre. En
otros lugares, donde no tienen por costumbre celebrar el entierro, sardina aparece
colgada de una cruz de madera en la cabeza de una grotesca comitiva de
cofrades. Distintas variaciones sobre un mismo objeto-símbolo, la sardina en
este caso, pero que también ser puede un pelele al que se le propina una
soberana paliza.
Las raíces del carnaval, y concretamente de estos ritos
destructores, son tan profundas que habría que remontarse a los primitivos
sacrificios humanos de los "reyes de la vegetación", que ofrecían su
vida por la fertilidad de los campos. Este carácter de rito agrario ancestral,
aunque transformado por el tiempo, ha pervivido bajo estas formas hasta la
actualidad en las regiones donde más fuerte fue la romanización.
La sardina que se entierra o el pelele pulverizado por el
pueblo constituyen hoy día personificaciones del fin de la fiesta y comienzo de
otra época triste y penitencial.
Restos también de viejos ritos de las saturnales romanas,
son las ejecuciones de animales que se efectuaban durante estas fiesta. En cada
lugar se introducían innovaciones para hacerlo más atractivito. La costumbre
más generalizada establecía que la víctima fuese gallo colgado de las patas,
mientras una mujer la emprendía a golpes o sablazos con él. Por su parte, los
mozos tiraban de la cuerda para dificultar y retrasar su muerte.
Otra variante consistía en enterrar al gallo dejando al aire
cabeza y el cuello. Las mujeres pasaban sobre él dándole unos golpecitos en la
cabeza, menos la última que era la encargada de degollarle. Esta costumbre
tenía gran arraigo en el valle de Valdivieso, en Burgos.
Gallito que estas
colgado / tienes las plumas de seda
y has de venir a morir
/ en manos de estas doncellas
Con licencia de Dios /
y la del señor Alcalde
hemos de matar el
gallo / y en sin meternos con nadie.
Ritos festivos
Toros.
El origen de esta fiesta tan popular es tan antiguo como los
toros de piedra que están diseminados por la región. Estas esculturas parecen
dar cuenta de un primitivo culto que los pueblos agrícolas ganaderos otorgaban
al toro.
Diferentes documentos relatan como, en siglos pasados, el
cura bendecía un novillo antes de ser corrido por los mozos.Concretamente en la
localidad riojana de Arnedo era el propio sacerdote el primero en realizar las
suertes en la festividad de San Marcos.
En otros pueblos las cuadrillas, después de correr, lidiar y
matar a los novillos que habían comprado para celebrar la fiesta, guisaban su carne
para consumirla en alegres meriendas, como si con la carne dieran apropiarse
también de la fuerza de la fuerza de la res.
En Medinaceli, al que denominan "toro júbilo", le
acoplan unas teas a las astas, para dejarle libre por los campos y calles
rodeado de su fantasmagórica luminosidad. Son muchísimas las variantes de las
fiestas toreras: el "toro de la vega", "toro enamorado... Formas sangrientas de toro libre
o ensogado que finalizan con la muerte de la rcs aguijoneada por multitud de
palos y pinchos. En Tordesillas el mozo que mata al "Toro de la Vega", recibe como
premio los testículos del animal.
Ya está el toro en la
plaza / dando carreras
Ya se suben los mozos
/ a las barreras
Este torito tiene /
grandes pitones
Ya se encuentran
temblando / los corazones.
El toro tenía seis
meses / lo criaba una serrana;
con la leche de sus
pechos / el alimento le daba,
El toro tenía seis
meses / la serrana lo crió.
Salga el torito /
salga el torito
Salga de los calzones
/ del señorito.
Este magnífico canto de "toreras" del partido de
Arenas de San Pedro, (Ávila), solían cantarlo los mozos antes de comenzar la corrida.
Sin lugar a dudas el elemento más popular de la fiesta es el
encierro. Prácticamente se celebra en todos los pueblos esta costumbre festiva.
Los novillos son soltados en libertad y conducidos desde la vega hasta las
calles, donde los mozos les corren a dos palmos de los pitones. Una vez en la plaza
se realizan todo tipo de suertes y hasta las mujeres participan capeando ellas
solas alguna vaquilla. Uno de los más antiguos y famosos encierros de la región
son los de Cuéllar, donde los mozos entonan esta coplilla antes de salir a por
los toros:
A por ellos, a por
ellos / A por ellos que se van
Unos están en la vega
/ y otros en el quemadal.
Marzas.
Se llaman así las canciones de ronda destinadas a pedir todo
tipo de obsequios en los anocheceres del mes de marzo.
A los cantantes se les denomina marceros y, por extensión,
en muchos lugares se siguen llamando así a todos los que solicitan aguinaldos
durante las distintas épocas del año. Su origen es muy antiguo y habría que
remontarse a viejos ritos paganos.
Suelen entonarse sin acompañamiento musical, aunque algunas
comarcas montañesas, los marceros utilizan las "barronas” unas pequeñas
flautas hechas de caña. En no pocas ocasiones mozos se enzarzaban en peleas por
motivos amorosos. Para evita lo posible estos accidentes solía formarse, dentro
de las rondas, "Justicia de Mozos" encargada de velar por el orden y
buna ejecutoria de los componentes del grupo.
En Cantabria es donde las marzas han logrado su más arraigo.
Existen en torno suyo unas curiosas costumbres de orígenes también muy
primitivo: regalar una parte de lo recolectado al señor cura y otra a la mujer
encinta del pueblo. El P. Córdova y Oña
habla de cómo en Soba los marceros se visten con pieles y
extrañas caretas y se proveen de bastones, cencerros y cascabeles que hacen
sonar moviéndose mucho.
Los textos de las
marzas son variadísimos y compuestos transformados por los propios marceros.
Respóndanos, pues, si
quieren / que cantemos o recemos
que a lo que ustedes
nos manden / nos hallamos muy dispuest
Acordamos en unirnos /
esta noche los marceros
por no perder la
costumbre / que tan antigua tenemos
y también por el
motivo / de que está cercano el tiempo
muy santo de la
cuaresma / que es a su debido tiempo
si dejamos de pedir /
no comeremos torreznos,
el dinero para vino, /
saben que no lo tenemos;
somos hijos de familia
/ no nos fía el tabernero
Y así quédense con
Dios / hasta el año venidero;
si nos mudamos de vida
/ por aquí nos volveremos
Picayos.
También este es un estilo muy característico de la Montaña. Con
frecuencia son cantados y bailados a la vez. Tradicionalmente danza es
ejecutada por hombres, limitándose las mujeres a canta acompañándose de grandes
panderos. Los danzantes suelen ser cuatro, ocho, o doce y las pandereteras
igual número y dispuestas en doble fila. Su origen es también muy antiguo y se
cuenta que, cuando Carlos I desembarcó en Villaviciosa fue agasajado con estas
danzas.
Veamos un ejemplo de picayo y observemos cómo está formados
por cuartetas octosílabas, que tienen libres los versos primero y tercero, rimando
en asonante o consonante los otros dos.
Para empezar a cantar
/ señores abrid el ruedo:
lo primero saludemos / a la Justicia del Pueblo
Abran paso caballeros
/ dejennos pasr;
que a los santos Pedro
y Pablo / les venimos a cantar
los señores bailadores / las muchas gracias
les damos
que han tenído la
atención / de venir a acompañarnos.
Quintos
Antiguamente a uno de cada cinco mozos le tocaba servir en
el ejército. De esta manera a los futuros soldados se les denominaba
quintos", quienes, una vez hecho el sorteo, se agrupaban para organizar
festejos y rondas. Componían y cantaban canciones que interpretaban todos a
una. Las canciones pasaban de "quinta" a quinta" con pocas
variantes, y aunque son bulliciosas en la forma tienen una honda carga de tristeza.
En otras ocasiones las mozas también cantaban al ver marchar
a sus novios o hermanos. Veamos este precioso tema que por sí mismo plica todo
lo que hemos dicho:
Amor mío, por otro vas
a la guerra / quien tuviera un hermano
que por tí fuera /
soldadito quinto,
la suerte te tocó / si
te vas a la guerra
contigo me voy yo /
que no me dejes sola
que no, que no, / que
no
Bodas.
En muchos pueblos de nuestra región los desposorios
comenzaban a celebrarse el primer día de las proclamas. Existen al rededor de
la boda, toda una serie de costumbres que trataremos de reflejar seguidamente.
Algunos de estos ritos continúan celebrándose hoy día, aunque cada vez es menor
su incidencia.
Si el novio era forastero se le obligaba a pagar la
"patente" o "botifuera", que consistía en una merienda para
los mozos del pueblo de la novia. Por medio de la "patente" obtenía
ya carta de ciudadanía en el lugar.
Por su parte los padres y familiares más cercanos a los
novios se reunían a cenar en casa de la novia para celebrar "los
tratos", consistentes en facilitar a la pareja sus propios medios de vida.
Por lo general estos "tratos", consistentes en facilitar a la pareja
sus propios medios de vida. Por lo general estos "tratos" se hacían
de palabra y en ellos se determinaba si las tierras de que dispondrá el nuevo
matrimonio serán perdidas, regaladas por los padres o en usufructo.
El día grande de la boda todos participaban de la alegría y
el bullicio. Solía formarse una comitiva que recorría la localidad, hasta la
puerta de la iglesia, donde el señor cura salía a recibirles. Una vez celebrada
la ceremonia, novios, padrinos e invitados se dirigían al lugar del convite.
Los amigos y amigas de la pareja cantaban y bailaban al son de los instrumentos
propios de la comarca. Estas coplas, llamadas "albadas" en algunos
lugares, son alusivas a los novios o padrinos y tenemos en la región muchos
ejemplos y variantes.
También existía la costumbre de celebrar la boda familiarmente.
En estos casos la ceremonia nupcial se hacía en sábado, festejándose el domingo
las "tornabodas" con el banquete y
agasajo a los invitados.
Viva la novia y el novio / y el cura que los casó.
El padrino y la madrina / los convidados y yo.
A la gala de la bella rosa / a la gala del galán que la
goza,
y a la gala de la rosa bella / y a la gala del galán que la
lleva.
Ritos de trabajo
Labores agrarias.
Al contrario que en el norte, las mujeres castellanas apen
participan en el trabajo del campo. Existen núcleos aislados al norte de
Burgos, Palencia y Valladolid donde las mujeres intervienen en él con alguna
actividad. Por lo demás su trabajo se ciñe a labores escarda y recolección.
Los aperos más característicos son el arado romano y el
trillo.El animal de tracción suele ser
una mula aunque en tiempos m antiguos se utilizaba el buey. Los actuales arados
de reja o cama apenas han evolucionado desde su introducción en la península por
los romanos. Su misión es la de remover la tierra, por medio de cuchilla y la
reja, y prepararla para las diversas fases del cultivo. La cuchilla corta la
tierra verticalmente y la reja la separa horizontalmente.
Los trillos castellanos, y particularmente los de Cantalejo,
Segovia, tienen bien ganada fama en otras regiones por su consistencia y
calidad. Su producción ha bajado muy sensiblemente en los últimos años. Frente
a las cincuenta mil unidades que se construían en los años sesenta, hoy día su
producción anual no pasa del millar. Su precio en origen es de unas tres mil
pesetas.
El trillo está formado por tres o cuatro tablones ensamblados
por medio de unos troncos transversales, que impiden que se abarquilla. Antes
de unir los tablones, se practican unos orificios donde s incrustan multitud de
finos pedernales dispuestos en hileras, al
arrastrar esta superficie sobre la mies, los pedernales
recortan la paja y separan el grano.
Sus fabricantes operaban en la mayor parte de las ferias de
España, utilizando para sus relaciones un argot
especial denominado gacería", con el que se defendían en sus
transaciones comerciale Con esta lengua, compuesto por no más de trescientas
palabra provimentes del "caló" y de otros idiomas, se ocultaban de
los curiosos y extraños "No garlees, que atervan la prosa", (no
hables, que entienden la conversación") solían decir cuando se comunicaban en los tratos.
Cada vez es menos frecuente la utilización de los
tradicional utensilios agrícolas: arado, trillo, hoz, zoqueta protectora, zamarrón...
La mecanización está relegando al olvido estos quehaceres, y a todas las
costumbres que existían a su alrededor. Antiguamente los campesinos se animaban
en su duro trabajo con otos de diversas medidas y ritmos que aplicaban a cada
labor específica. El ritmo lo determinaba el propio trabajo y su duración era
ilimitada. Con frecuencia era varios los que cantaban, guardando a que
terminase uno para comenzar otra copla. De esta manera descansaban y no se
interrumpían.
El sol ya se va a
poner / por detrás de aquellos cerros
El sol ya se va a
poner / los amos se entristecen y los peones se alegran
El segar en agosto /
Dicen que es vicio
en la sombra estaba /
Quien lo dijo.
Fin de la recolección.
Los campesinos castellanos celebraban el transporte de las
últimas espigas, con una vistosa y alegre fiesta en la que hacían desfilar sus
carros, repletos de mies y bellamente adornados con pañuelos y cintas de
colores.
Aquellos carros artísticamente construidos y pintados por carreteros,
herreros y carpinteros, hacían competencia con los de otros lugares. Con las
pinturas se estropeaba menos la madera y se hacían dibujos geométricos o de
animales. Ese día las caballerías Aparecían cargadas de cascabeles y sonajas.
En el último carro de mies colocaban entre los haces una
horca con una cruz de espigas que, al finalizar todas las ceremonias, se
destinaban al portal de una casa. Con estos símbolos querían alejar las
tormentas y pedriscos del campo.
En la comarca de Sanchonuño, en la Tierra de Cuéllar,
engalanar los carros era una actividad que constituía todo un reto para los
labradores. Competían entre sí para ver quien conducía el carro más bello. Esta
costumbre se denominaba "la maña".
Hoy hacemos la maña /
con alegría
porque ya pronto llega
/ la romería.
A el Henar este año/
me voy con ganas
para traerte niña /
las avellanas.
Te pones en las
esquinas / con el capote me llamas
y yo con mi mantellina
/ no quiero tus avellanas.
No las quiero, no las
quiero / no, las quiero que me engañas
No las quiero, no, no,
no / no las quiero que están vanas.
Cantos de oficio
Arrieros.
Mucho antes de que el ferrocarril uniese comarcas y regiones,
los acemileros, cosarios y recueros contribuyeron con sus viajes a la difusión
de las canciones por todos los pueblos de Castilla. Estos temas, aprendidos en
muy diversos lugares, se variaban al propio gusto del intérprete. Los
carreteros itinerantes eran portadores bellas canciones de oficio; con las que
se distraían en su deambular por solitarios caminos. Eran tonadas tristes,
parcas y monótonas que cantaban con el único acompañamiento del rechine de las
ruedas, de las campanillas de las caballerías. El ritmo lo marcaban sus propios
carros.
Cuatro horas llevamos
/ de mal camino,
cansan las bestias / y
ya no hay vino.
Veremos si los machos
/ son malos o buenos
y si los carreteros /
tienen salero.
Marineros.
Dentro del amplísimo folklore musical cántabro, y del grupo
cantos de trabajo, tenemos que destacar por su singularidad canciones que
entonaban los marinos cuando la mar estaba en cal o la pesca había sido
copiosa.
Las canciones seguían el compás de los remos y ayudaban
mantener el ritmo de la navegación. Eran rudas, desgarradas y por general
bastante monótonas. Al margen de las faenas en el mar, los pescadores también
cantaban en tierra mientras reparaban sus aperos , y redes.
Algunos de estos temas son entonados también por gentes de
tierra adentro, sin que muchos de sus intérpretes hubiesen tenido el más mínimo
contacto con el mar. Seguramente la propia belleza de estos temas hacía que el
pueblo las cantase variándolas y acercándolas a sus quehaceres cotidianos. Hay
muchos cantos genuinamente marineros que han arraigado en la meseta mediante
unos ligeros cambios.
Tenemos muchos ejemplos en zonas como Ávila o en Salamanca. Estos
y otros temas engrosan la larga lista de canciones de trabajo que se cantan
fuera de él.
Molinerito,
(marinerito) sube al palo / y dile a la madre mía
si se acuerda de aquel
hijo / que por los campos (mares) tenía.
Molinerito apaga
(arría) la vela / que está la noche (la mar)
tranquila y serena.
Ritos de fertilización
Enramadas.
Hasta hace apenas treinta años era costumbre en muchos
lugares,
"enramar" a la novia o quien se pretendía. Era un
rito de fertilización consistente en colgar adornos y todo tipo de vistosos
regalos en las ramas que pendían cerca de la ventana o la puerta de la novia.
El hombre, después de hacer la "enramada", se
quedaba toda la noche guardando sus pequeños presentes. El rito podía
celebrarse cualquier noche del año, aunque preferentemente se escogía el día
del Corpus para "enramar" a la amada.
Mañana por la mañana /
es el día del Señor
y a tu puerta la
enramada / con clavelinas de amor.
No te ha enramado Don
Carlos / ni tampoco un labrador
que te ha enramado tu
amante / con su fuerza y su valor.
Mayos
A pesar de la prohibición que sobre esta fiesta hiciese
Carlos III, aun se conserva en algunos pueblos la costumbre de levantar el prinero
de mayo, un enorme tronco descortezado en la Plaza Mayor. Este
madero, denominado "mayo" o "cucaña", según los lugares,
tenía colgados en su parte superior un buen número de regalos que habían de
rescatar los mozos que atinasen a trepar por su superficie lisa y brillante.
El mayo representa la llegada de la primavera con todo su ,contenido
vital para el campo y los seres. Su origen pagano ha llegado hasta nosotros
como un indudable rito mágico de fertilización. La erección del tronco,
inequívoco símbolo falico, se hace en cada localidad según sus diversas
costumbres. Incluso se conservan otras fechas tales como San Juan, San Lorenzo
o el Corpus, y fue tal su arraigo que en algunos lugares se llegó plantar todos
los días de misa.
Los encargados de levantar el mayo suelen ser los mozos
solteros o los quintos, aunque existen pueblos donde intervienen también las mujeres.
En lo que todos coinciden es en plantar el pesado tronco trasegando vino en
abundancia. No se puede fijar con exactitud el tiempo que permanece erguido en
la plaza, mientras en unos pueblos son sólo unos días en otros permanece todo
el mes de mayo incluso más tiempo.
El mayo preside toda la actividad festiva. A sus pies se
baila o se componen coplas que luego sirvan para rondar a las mozas. Una vez
derribado el tronco puede tener varios finales: mientras en algunos sitios se
quema para después repartir la ceniza entre los campos, en otros, utilizan la
madera para reparar los arados. Parece claro en ambos casos la pervivencia de
un antiquísimo rito de fertilización.
La antigüedad y el arraigo de estas costumbres mayas lo
demuestra el hecho de que en los siglos XIII y XIV, según González Palencia y
Melé, los prohombres de la corte y los propios reyes de Castilla se vistiesen
de verde el día primero de mayo.
Los romances de
tradición oral en Castilla
Las más modernas investigaciones han venido a demostrar la
existencia en nuestra región de una importantísima tradición romancística. De
siempre se ha sostenido, y así se ha hecho constar en numerosos tratados sobre
el tema, que Castilla carecía en la actualidad de transmisores del romancero.
Nada más lejos realidad, puesto que el romance es el género más abundante de todos
cuantos perviven en la memoria de
nuestras gentes. Lo que ocurre que nadie hasta ahora se ha preocupado
seriamente por cuestión, sin duda siguiendo la creencia de que la corriente romancística
tuvo una dispersión centrífuga; de tal manera qué el mundo piensa que los
romances sólo conservan cierta vitalidad las regiones de la periferia.
De las dos vertientes del romancero, la tradicional y la
literaria sólo la segunda ha sido, a ojos de los investigadores, objeto
especial atención. Incluso se ha llegado a denominar esta vertiente literaria
"el verdadero romancero", olvidando que los primeros romances fueron
fruto de la poesía oral, y que e esta se ha venido desarrollando hasta nuestros
días con una fuerza vital insospechada. Los actuales transmisores del
romancero, los ancianos que en Castilla continúan cantando romances, conservan
inconscientemente las fórmulas creadoras de la poesía oral y, sorprendentemente,
las siguen utilizando.
Aspectos generales del romance.
La estructura del romance está perfectamente definida. Posee
carácter dramático muy acusado que facilita su representación, aunque esto casi
nunca suceda en la tradición actual. Podemos distinguir tres partes bien
diferenciadas: exordio, nudo-desenlace epílogo. La primera suele ser muy breve
y consta por lo general una estrofa. Aparecen los personajes, el nexo entre sí
y el lugar de acción.
En la segunda se desarrolla el argumento central que puede
dividirse a su vez en varias partes según sea su función principal secundaria.
Se fija la acción, aparecen los diálogos entre los personajes y culmina con el
desenlace.
Por último y continuando este esquema casi teatral, se da
paso lo sucedido a un epílogo moralizante donde se efectúa una reflexión última
sobre lo sucedido.
A través de este sistema perfectamente definido, se logra
mantener la atención del público como si de una pieza teatral tratase. Estas
características dotan al romance de un sentido ágil realista que facilita su
rápida memorización.
Desde el punto de vista métrico, el romance suele constar de
un número indeterminado de versos octosílabos rimando en asonante los pares. En
lo que respecta a los temas podemos decir que poseen un carácter general
reflejando en todo momento el pensamiento de la comunidad, es decir, derivan de
la forma actual de la sociedad con nombres del pasado. Precisamente la
ejemplaridad de los temas humanos, el componente arquetípico del romance, ha
contribuido notablemente a supervivencia a lo largo de los siglos. A este
respecto conviene señalar el trabajo que, sobre material de primera mano, ha
tirado el poeta y filósofo Luis Díaz Viana. Su tesis doctoral; Romances de tradición oral en la provincia
de Valladolid" examina, pormenoriza y desmenuza centenares de romances
recogidos en tierras castellanas. Su trabajo representa un paso gigantesco en
el lucimiento de este género poético-popular en Castilla.
De las recopilaciones realizadas por Joaquín y Luis Díaz, se
prende que hay un enorme interés por los temas de ámbito familiar, mientras que
los de ámbito particular (matrimonial o sexual), y de ámbito comunitario van en
proporción muy pareja. Pero lo más sorprendente de su estudio es comprobar como
por medio de los mecanismos y vías de transmisión oral, se han conservado hasta
nosotros estos bellos romances originarios del siglo en adelante.
Arquitectura popular
castellana
La región castellana ocupa un territorio bastante extenso de
la península y aunque literariamente nuestro país haya sido descrito innumerables
veces como estepario y repleto de interminables llanuras, también son propios
de paisaje castellano los montes, mares y sierras. Distinguiremos, pues, dos
tipos bien distintos de paisaje —el llano y la montaña— y diferenciaremos a su
vez dos formas de habitación muy características: la casa labradora y la pastoril.
Sus materiales estarán en función de aquellos que se den en
sus respectivos lugares; así en el llano es frecuente el uso del adobe y el ladrillo
porque abunda el barro y la arcilla, mientras que en la montaña se utilizarán
los sillares de piedra dada la facilidad de obtenerlos al estar en contacto con
terreno rocoso.
El proceso de fabricación del adobe podemos resumirlo de la
siguiente manera: En primer lugar se extrae la tierra y se la desposee minuciosamente
de todo tipo de impurezas. Acto seguido se hace una mezcla de tierra, agua y
paja. La masa resultante se vacía sobre una explanada cubierta de paja donde
previamente han sido instalados unos moldes de madera húmeda que se denominan
"bancales". Una vez aprisionada la masa en los moldes, se la deja
secar durante tres o cuatro días hasta que tome forma. Y sin estar
suficientemente secos los adobes se pingan de canto para que se oreen por las
dos caras.
Los moldes para hacer estos prismas de barro tienen un
dimensiones de 40 x 20 x 10 cm.
en los más grandes, y 20 x 14 x 10 los más pequeños. Existe otro tipo de molde
en forma trapezoidal llamado "amacal" y que se utiliza para hacer
adobes aptos para construcción de bóvedas.
Los ladrillos requieren una manufactura más costosa
evolucionada. Son bloques de arcilla cocidos a fuego vivo en unos hornos que
llaman hormigueros. En general se utilizan para construcción de torres de
iglesia, casa y edificios civiles.
La casa de adobe, casa eminentemente labradora, puede tener
dos o más pisos, mientras que la de montaña, hecha de sillares que podemos
denominar pastoril, suele contar con una planta. Es construcciones de piedra se
encuentran en los distintos valles Cantabria y en la zona septentrional de
Burgos. Algunos ejemplares de carácter señorial tienen dos pisos y balconada.
Las casas pastoriles están provistas de soportal y su cubierta ha sido hasta no
hace mucho de productos vegetales.
En algún caso aislado estas dos construcciones, labradora
pastoril, se han fundido dando lugar a curiosas variantes loca como ocurre en
la parte meridional de Ávila.
También es corriente la utilización de adobe o el ladrillo
entramados con vigas de madera. Este tipo de habitación se da en siguientes
zonas: sur de la provincia de Segovia, suroeste y nordeste de Burgos y en toda
la mitad occidental de Logroño y Soria, además del sur de Avila.
En cuanto a las construcciones de adobe: norte de Burg
noroeste de Valladolid y noroeste de Segovia. Los edificios ladrillo están
diseminados en casi todas la provincia de Segovia, norte de Ávila, sur de
Valladolid, suroeste de Palencia y este Logroño.
La cubrición se realiza mediante la teja: placa de arcilla
cocida. Comúnmente es utilizada la teja curva, manufacturada por medio unos
moldes de hierro. Las tejas se disponen de tal manera que intercalándolas
producen "cobijas" y "canales", aunque es más corriente que
sólo formen "cobijas". En determinadas comarcas serranas no es
extraña la utilización de placas de pizarra para cubrimiento del edificio.
Instrumentos musicales
populares
De siempre se han empleado diversos instrumentos musical
para acompañar coplas o para interpretar melodías destinadas bailes y danza. La
relación que ofrecemos seguidamente no pretende ser exhaustiva; nos hemos
ceñido solamente a describir los instrumentos que, por su arraigo y extensión,
son más característicos de Castilla.
Para mejor estudio los hemos clasificado en tres grandes
grupos: instrumentos de viento, cuerda y percusión.
Grupo de viento.
Cuerno.
Instrumento unitónico confeccionado con el cuerno vaciado de
un animal. Algunos ejemplares están previstos de una embocadura. Su difusión
está muy extendida por toda la región. Lo emplean los pastores para emitir
señales.
Cuerno-bigaro.
Instrumento compuesto por el cuerno vaciado de una res y una
cracola marina. Es característico de Cantabria. Los pastores lo utilizaban
perfectamente para comunicarse a larga distancia.
Pito o flauta.
De estas dos formas puede denominarse a una gran variedad de
instrumentos cilíndricos con embocadura en bisel y dotados de siete agujeros
desiguales. Sus dimensiones, materia y modos de confección ton tan diferentes
que resultaría prolijo enumerarlos todos.
Existe un instrumento que sólo esta provisto de tres
orificios situados casi al borde. Dos agujeros están dispuestos en la parte superior
y el otro en la inferior. Se tañe con la mano izquierda copleando la derecha
para golpear con un palillo un pequeño tambor colgado del brazo izquierdo. Su
uso se ha perdido casi totalmente en el norte de la región conservándose tan
solo en algunos lugares al suroeste. Se emplea preferentemente en bailes,
procesiones romerías.
Dulzainas.
Instrumento cónico de doble lengüeta a la que debe su
especial timbre. Su introducción en la península se atribuye a los árabes, de
los que heredaron los instrumentos de doble caña y su utilización en ocasiones
de festividad pública; como aún podemos apreciar en la cultura musulmana.
Las dulzainas más primitivas medían aproximadamente 26 cm. y poseían siete
orificios. En este tipo, como en las evolucionadas, la lengüeta —semejante a la
del oboe— va encajada al tudel colocado rn la parte superior del instrumento.
Paralelamente a estas dulzainas de uso popular, existían
otras más sofisticadas que empleaban los músicos de la corte. Seguramente at
ellas se refiere Cerone cuando dice: "las dulcaynas sin claves no pasan de
nueve voces y con las claves once hasta doce". Estas dulzainas con llaves
se convirtieron en el siglo XVI en oboes.
Las dulzainas populares también evolucionaron y en el siglo
XVIII aparecen ejemplares que miden 34 cm., con lo que instrumento ganó en
sonoridad.
Ya en nuestro siglo un músico de Renedo, Angel Velasco
revolucionó el instrumento incorporándole las llaves que ostenta la actualidad.
Aumentó su extensión musical pudiendo así ejecutar obras mucho más complicadas.
La dulzaina que hoy conocemos mide 38 cm., está construida ébano
y es mucho más sólida que las anteriores, sin lugar a dudas es instrumento que
más caracteriza la música tradicional de Castilla.
Grupo de cuerda
Rabel.
Instrumento de cuerda con arco. Puede tener muy variadas
formas aunque las más comunes son las del violín y de pera. Consta de los
siguientes elementos: clavijero, mástil sin trastes, caja resonancia, puente,
cuerdas y arco. Está construido en madera; caja de resonancia suele ser plana y
va provista de varios agujeros. Sus dimensiones oscilan entre 50 y 65 cm. Posee dos cuerdas,
generalmente de tripa, que vibran por frotación con el arco, confeccionado con
crines de caballo. Lo fabrican y tañen viejos pastores de Cantabria.
Aunque de origen persa, el rabel fue introducido en la
península por los árabes. Hasta el siglo XVI lo usaron los juglares y músicos
ambulantes. en castellano antiguo se le llamó de muy diversas maneras: rabé,
rabén, rabelillo, rabequín...
Grupo de percusión
Dentro del amplio grupo de instrumentos de percusión, cabe
señalar que son empleados todo tipo de objetos: almireces, sartenes, cucharas,
botellas, hierros y en general, todos aquellos con los pueden obtenerse ritmos.
Cencerro.
Se confecciona con tiras de chapa dobladas por la mitad y
remachad. por los extremos. Su forma es de cono truncado con abertura achatada.
En el interior cuelga el badajo que, al golpear las pared produce el sonido. Aunque
los hay de todos los tamaños, los más corrientes oscila desde los 6 hasta los 25 cm. de altura.
Tejoletas.
Instrumento muy simple que puede confeccionarse con muchos
materiales. Los tejoletas más comunes están hechas con dos guijarros de plato,
o con dos trozos de cerámica o madera, que repican colocados entre los dedos.
Pandero
Esta formado por una delgada piel que permanece tensa por medio
de un bastidor de madera. Muchos ejemplares van previstos un número no
determinado de sonajas y cascabeles, se les denomina entonces, panderetas. Sus
dimensiones oscilan entre los 10 50 de diámetro. Generalmente acompañan cantos
femeninos.
Tamboril
Se emplea para acompañar a la dulzaina. En la actualidad se utiliza
la caja, que mide aproximadamente 30
cm. de alto. Antiguamente se usaba el tambor de unos 50 cm. que era templado mediante
cuerdas. Este último instrumento, golpeado con un solo
palillo sigue acompañando en la ,actualidad al pito o
flauta.
Conclusión
Al finalizar este capítulo y releer estas apresuradas notas
sobre las tradiciones más extendidas, somos conscientes de haber dejado fuera un
buen número de aspectos y detalles fundamentales de nuestra cultura popular.
Toda síntesis es imperfecta, pero necesaria como punto de partida para estudios
más concretos y válidos. Nuestro objetivo no ha sido otro que el inducir al
lector al conocimiento más profundo y detenido del folklore castellano. Pero
esta ya no puede ser por más tiempo una tarea improvisada y autodidacta. El
folklore, el conocimiento tradicional, debe ser introducido en la escuela. Los
niños tienen derecho a conocer y amar sus raíces, e identificarse con su tradición
que es a la vez, pasado y futuro. Historia y esperanza.
Desde un pueblo que
ayuna y se divierte
ora y eructa, desde un
pueblo impío
que juega al mus, de
espaldas a la muerte,
creo en la libertad y
en la esperanza.
Hacemos nuestros estos versos de Machado mientras deseamos
un todas nuestras fuerzas dejar muy lejos esta época en la que el folklore ha
sido manipulado y despreciado por mentes grises e irresponsables. Ojala que
algún día la cultura popular sea rescatada por el pueblo, la haga suya otra
vez, la asimile para que nunca vuelva i ser presa de mentes uniformistas y,
celebraciones extravagantes.
Antes de finalizar queremos expresar nuestra gratitud al
maestro Agapito Marazuela, a estudiosos como Joaquín Díaz y Luis Díaz Viana,
Joaquín Gonzalez, María Salgado y Luis Ortiz Blanco... Ellos es de justicia
reconocerlo, nos han enseñado muchas cosas a través de innumerables
conversaciones mantenidas en los últimos años. Personas que tienen en sus manos,
como folkloristas, músicos, cantantes y lingüistas las claves de nuestra más
auténtica cultura popular.
APÉNDICE
En relación con el tema de la fidelidad tradicional a través
de siglos, reproducimos seguidamente un extracto de un estudio inédito que
sobre el romance del "Conde Claros" realizó Luis Díaz Viana
Un notable caso de
fidelidad tradicional
Sólo podemos hablar de "fidelidad tradicional" en
aquellos romances de los cuales conocemos textos antiguos completos; hablar de
"fidelidad tradicional" en versión de hoy de cuya antigüedad nada más
sabemos por alusiones fortuitas y vagas, sería entrar lleno en el campo de las
hipótesis. Entre las composiciones recogidas en nuestra colección hay un
ejemplo claro de fidelidad que tradición puede guardar hacia un tema de hace
siglos : "El Conde Claros". Existen otras muchas que también
podríamos presentar como prueba de este fenómeno, mas tendríamos que recurrir
complicadas argumentaciones para demostrar su fidelidad; en el cae de
"Claros" pensamos que éste ofrece muy pocas dudas.
Consideramos, además, que no se trata de una "fidelidad
a corto plazo", que haya que contrastar con pliegos u obras cultas de las cuales
hagamos depender nuestra versión; tal proceso podrá seguirse con "Los milagros de San Antonio",
"La molinera y el corregidor",
o "Lux aeterna" que proceden de pliegos o poemas modernos. "La
fidelidad" de "Claros" no es relacionable con un texto concreto,
sino más bien con la tradición que los Cancioneros romances del siglo XVI
recogen.
El tema tradicional.
Fue el "Romance de Don Claros de Montalvá" una
composición muy divulgada durante el siglo XVI, y así lo atestiguan abundantes
muestras que de ella encontramos en romancero pliegos y obras de música. Ya en
el año 1525, Carlos Amorós editó una versión de este romance en Barcelona;
"El Conde Claros" se recogido en las recopilaciones romancísticas más
importantes de época. Los músicos le dedicaron especial atención y mucho,
consignaron, en sus libros para vihuela, diferencias y variaciones sobre la que
debió ser popular tonada.
Alonso de Mudarra, Diego Pisador, Luis de Narváez y Enriquez
de Valderrábano adoptaron o recrearon el tema musical del "Conde
Claros" y Francisco de Salinas en su obra "De musita libri septe”
dice del mismo que su melodía era conocidísima y que con ella interpretaban
todas las historias y narraciones llamadas romances. Juan del Enzina, trató
esta composición en una de sus creaciones polifónicas: "Pesame de vos el
conde...". Existía pues, una gran vitalidad
tradicional en torno al tema sobre el Conde Claros circuló un breve ciclo de
poemas, todos parecidos en estilo y asunto.
Cotejo de textos
La versión que recogimos en Valladolid, se halla relacionada
con los textos más primitivos del romance; en concreto con aquellos que comienzan
"Media noche era por filo..." y "Acá, acá vá el
enperador..." del Cancionero de Amberes.
Sigue de cerca el primero de ellos —el que nos presenta a un
conde Claros prisionero, que la
Infanta consigue liberar— en aquellos episodios comprendidos
entre los versos 1-144; llegados a este punto en el que el Rey se entera de los
amores de su hija, la versión de nuestra informante se ciñe en otro patrón, el
que corresponde a "Acá vá el Emperador...", según veremos; repasemos
,ahora algunos versos del texto que se inicia "Media noche era por filo.. "
y comparemos su contenido con la primera parte de nuestro ejemplo, muy próxima
a él.
Cancionero de Amberes
|
Versión tradicional
|
Los gallos querían cantar
Conde Claros con amores
No podía reposar
Vestir y calzar
para con moros lidiar
Debajo de un rosal
De todo lo que has visto
Tu no tengas
poridad
Manténgate Dios, el rey
Al cazador mandó matar.
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Cuando los gallos cantar
Don Carlos de mal de amores
No podía sosegar
Aprisa pide el calzar
pa con moros pelear
se fueron bajo el rosal
De esto que usted haya visto
No quiera decir
verdad
Buenos días, ni
buen Rey
Te voy a mandar quemar
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Dijimos que la segunda parte del ejemplo recopilado en la
provincia de Valladolid, respondía a otro patrón, a otro tipo de desenlace,
distinto del de "Media noche era por filo..." dentro del ciclo de
Claros; concretamente a aquel que empieza "Acá, acá va el
Emperador...". Comprobemos como nuestro ejemplo y tal imposición coinciden
paso por paso en la estructura y en la forma:
Cancionero de Amberes
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Versión tradicional
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(1 - La
Infanta se lamenta de la desgracia y pide ayuda entre sus.
familiares y deudos. Intenta enviar un mensaje a Don Carlos)
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Mas si hay aquí alguno
que haya comido mi pan
que me llevase una carta .
a don Claros de Montalvá
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Si yo tuviera un sobrino
a cuantos he dado el pan
que me llevara esta carta a
Don Carlos de
Montealvear
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(2.- Un paje —o sobrino— se ofrece para llevar a cabo lo
mandad Contesta en estos términos a Claraniña:)
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Escribidla, vos, señora
que yo se la iré a llevar
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Démela usté a mí, tía
que yo se la iré a lleva,
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(3.- El mensajero llega a su destino y cumple la embajada que le ha
encargado la
Infanta:)
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Llegado había a los palacios
a donde el buen Conde está
-Leed las cartas, señor
que en ellas os lo dirá
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Y a la entrada del palacio
con el
"rey" se fue a encontrar
-Lea, señor, esta
carta
la carta se lo dirá
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(4.-El Conde lee las cartas y, aunque en el texto de
Amberes parezca fingir desdeño hacia la dramática situación en que se
encuentra Claraniña, en ambos ejemplos decide intervenir e inmediatamente se
pone en camino. Para no ser reconocido, se disfraza de fraile:)
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Desde las hubo leído
tal respuesta le fue a dar
jornada de quince
días
en ocho la fuera a
andar
Quitóse paños de
seda
vistió hábitos de
fraile
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Cogió la carta y leyó;
desmayado cayó atrás
jornada de siete días
en tina la habeís de andar
Dejó el hábito de "rey"
y el de fraile fue
a tomar
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(5.- Se presenta ante el Rey y pide que le permita_
confesar a la
Infanta. Claraniña y Claroniña y Claros dialogan; éste la
libera finalmente:)
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Mercedes, señor, mercedes
qneraismelas otorgar
que a mi señora la infanta
vos me la dejeís confesar
Sino solo aquel don Claros
don Claros de Montalván
En ancas de su caballo
consigo la fué a
llevar
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Buenos días, mi buen Rey
y los que con él están
esa hija que usted tiene
la quería confesar.
Yo a Don Carlos, a Don Carlos
Don Carlos de Montealbar
la ha subido a su caballo
por la hoguera fue a pasar
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La fidelidad de la traición
La muestra recogida en la provincia de Valladolid ha
conjuntado como acabamos de ver, dos "líneas" distintas dentro de la
tradicional historia del Conde Claros. No decimos que nuestra versión provenga
de los texto del Cancionero de Amberes, sino más bien, que éstos ejemplifican
las vertientes, que perfectamente enlazadas, coexisten dentro de aquélla. La
prisión del Conde y su anunciado castigo (tal como aparecían en la continuación
de "Media noche era por filo...") se ha trocado en novelesca intervención
de éste, disfrazado de fraile, para liberar a la Infanta. Un episodio
muy semejante lo encontramos un curioso romance que se sale del ciclo de los
dedicados a los ontalván; es el que trata de "Como el Conde don Ramón de
Barcelona libró a la emperatriz de Alemaña que la tenía para quemar."
Castilla como necesidad
Varios autores
Colección Biblioteca Promoción del Pueblo
Edita Zero S.A. Madrid 1980
Pp 187-215