miércoles, 8 de febrero de 2023

La memoria siempre miente por Juan Manuel de Prada

 La memoria siempre miente por Juan Manuel de Prada


Resulta, en verdad, muy instructivo (y revelador de las gangrenas que corrompen esta época terminal) que la 'memoria' se haya convertido en el instrumento político elegido para 'recuperar' el pasado. Pues, como todo el mundo sabe, la memoria adultera y rectifica el pasado a beneficio de quien la ejerce. La memoria filtra el pasado, lo pasa por el tamiz de nuestra subjetividad: nadie recuerda las cosas como efectivamente fueron, sino como personalmente las percibió. Y todo ello sin necesidad ni pretensión de mentir (aunque no debemos olvidar que 'mente' y 'mentira' son palabras que comparten etimología). Que la memoria es, por naturaleza, mistificadora lo demuestran, por ejemplo, las versiones siempre distintas y a menudo contradictorias que las partes en conflicto nos ofrecen de un mismo hecho: dos amigos que han reñido, dos hermanos que se disputan una herencia, dos cónyuges que se divorcian, exponen los hechos que ocasionaron su ruptura de formas tan divergentes que por momentos tenemos la impresión de estar escuchando la narración de hechos diversos.

Y esto, que ocurre cuando el 'memorioso' pretende exponer una versión veraz del pasado, ocurre de un modo todavía más flagrante cuando trata de ofrecer una versión tergiversada; y no por razones torcidas ni alevosas, sino por mera necesidad de supervivencia. Del mismo modo que la persona que ha sufrido torturas o abusos cubre aquellos hechos traumáticos con un velo que los difumina, las personas que han participado en episodios dolorosos u horrendos tienen a elaborar 'falsos recuerdos' que los mitiguen o edulcoren; no digamos si encima su participación en esos episodios dolorosos u horrendos ha sido poco heroica o ejemplar, no digamos si encima las personas que los rememoran contribuyeron a exacerbar el dolor o el horror que tales episodios causaron. La memoria, a la postre, se convierte en un mecanismo de defensa que nos permite sobrevivir a nuestro propio pasado, limando sus aristas más afiladas y salvando sus simas más escabrosas. Y, a la vez, construye un 'relato' alternativo que embellece aquellos episodios dolorosos u horrendos, otorgandonos en ellos un papel que, en su momento, enardecidos por pasiones oscuras o arrastrados por las circunstancias, no tuvimos: pero que, a posteriori, hubiésemos deseado tener.

Este funcionamiento de la memoria lo he podido estudiar minuciosamente en mi obra más reciente, El derecho a soñar, en la que contrasto el memorioso testimonio que una anciana escritora me brindó, antes de morir, con la cruda realidad de los hechos, que he podido reconstruir a través de la documentación hallada en multitud de archivos. El choque que me produjo el contraste entre el testimonio de la autora y los hechos que su memoria había metamorfoseado me resultó, al principio, desalentador: pero a la postre me resultaría más bien aleccionador, pues me alumbró un aspecto de la naturaleza humana que misteriosamente preferimos ignorar (y que luego los demagogos aprovechan politicamente): la necesidad que todos tenemos de configurar un pasado que nos beneficie. para resarcirnos de las penalidades sufridas y redimirnos de nuestras miserias secretas. Ahora me he lanzado a un nuevo proyecto literario que me ha obligado a asomarme al pasado de algunos próceres de las artes y las letras patrias que tuvieron la suerte o la desdicha de vivir en París durante los años de la Ocupación alemana; y lo que he descubierto en los archivos es igualmente aleccionador: pues casi todos ellos -y los descendientes que han custodiado su 'memoria'- falsificaron su pasado, casi todos ellos construyeron ante la posteridad un 'relato' que los presentaba como resistentes pugnaces, como antifranquistas heroicos, como dignísimos representantes de una "tercera España que nunca existió. Para lograr ese embeleco falsificaron sus biografías, purgaron sus epistolarios, silenciaron episodios de su pasado que sin embargo quedaron registrados en la prensa de la época y en los documentos que se custodian en los archivos; y lo más espeluznante de todo es que sus hagiógrafos hicieron posteriormente lo mismo, para poder presentarlos a los ojos de nuestra época con los ropajes que convienen a los paradigmas culturales vigentes.

Luego, han venido demagogos que han encumbrado la memoria como instrumento para 'recuperar" (en realidad, para adulterar y mistificar) el pasado. Pero creo que, en el fondo, es una condena que nos merecemos: pues la historia reciente de España está erigida sobre un ingente cementerio de memoriosas mentiras.

https://www.abc.es/xlsemanal/firmas/...re-miente.html

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