El primer ministro húngaro, Vikton Orbán, ha formulado cinco principios para construir Europa del Este 
que son, al mismo tiempo, de elemental sentido común y absolutamente intolerables, y la razón es q
ue la corrección política nos veta como intolerable el propio sentido común. Veámoslos.
El primero es que todo país europeo tiene derecho a defender su cultura cristiana y a rechazar la ideología 
del multiculturalismo.
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El segundo es que todo país tiene derecho a defender el modelo tradicional de familia, así como el
derecho de todo niño a un padre y una madre.
El tercero es que todo país tiene derecho a defender los sectores económicos nacionales y mercados
 estratégicos que sean de importancia vital para el país.
El cuarto es que todo país tiene el derecho a defender sus fronteras y decidir quién entra para quedarse
 en el país.
Y el quinto es que todo país europeo tiene derecho a insistir en el principio de una nación, un voto,
 en los asuntos más importantes, un derecho que no le puede negar la Unión Europea.
¿Ven lo que les digo? Es todo de una sensatez que roza lo obvio, pero cualquier lector que esté en el
 mundo se dará cuenta de que los cinco son totalmente inaceptables, incluso fascistas, si me apuran.
En Polonia, el arzobispo de Cracovia arremetió desde el púlpito de la catedral contra la cultura 
LGTBI en términos de plaga y tiranía. Y, sí, no debería ser demasiado extraño que un prelado católico
 denunciara al lobby, pero, confiesen: ¿cuántas veces han oído a un clérigo denunciarlo en público? 
No haré más preguntas, señoría.
La pregunta es, ¿por qué Europa del Este es inmune a la corrección política, que tiene aterrados en el
 resto del Continente a políticos, periodistas y gente común? Uno lo espera del África Subsahariana, 
del Islam, de China y otros países asiáticos. Pero, ¿en Europa, en plena Unión Europea? ¿Por qué
 solo a estos países no les asusta el coco?
Saben lo que es perder todo eso, lo aprecian como se aprecia todo lo que se pierde en un violento naufragio, y no están dispuestos a que se vuelva a poner en peligro
La razón es simple: medio siglo de comunismo. Es como pasar la peste, que uno queda permanentemente 
inmunizado. Esa tiranía decidida en Yalta e impuesta con los tanques soviéticos tuvo tres consecuencias
 a los efectos que estamos tratando.
La primera es, sencillamente, que se perdieron las consecuencias de mayo del 68 y toda la cohorte de 
estupideces utópicas que trajo. Nosotros, en el oeste, hemos pasado medio siglos marinados en esa salsa, 
pero al otro lado del Telón de Acero apenas se enteraban, tratando con una izquierda más inmediatamente
 atroz pero más seria.
La segunda es que aprendieron por las malas lo que es una tiranía de izquierdas, y la huelen de lejos. 
Nunca mais. La izquierda no tiene, lógicamente, allí el prestigio absurdo que conserva aquí, así que
 desconfían de forma natural de lo que viene de ese sector del espectro.
Y la tercera es que el comunismo sí usó en sus naciones la mayor brutalidad para borrar todo rastro de 
espiritualidad, de raíces cristianas y, a ser posible, de tradiciones e identidad nacional. Saben lo que
 es perder todo eso, lo aprecian como se aprecia todo lo que se pierde en un violento naufragio, y no
 están dispuestos a que se vuelva a poner en peligro.
Para ellos, los occidentales somos niños mimados, pródigos que derrochamos sin darnos cuenta de 
lo que estamos poniendo en peligro, lo fácil que es perder lo que se da por descontado y lo terrible
 que es el control estatal cuando la sociedad pierde el apoyo de lo que cohesiona a una sociedad nacional.
No me extraña en absoluto que, en cierto sentido al menos, nos miren por encima y moviendo,
 preocupados, la cabeza. Ellos ya han estado allí, ya han vivido aquello a lo que apunta nuestro 
descerebrado camino de destrucción de todo lo que une a una sociedad y le da fuerzas para resistir a
 cualquier tiranía.
Son más pobres y más débiles, pero saben. No tienen forma de enseñarnos lo que han sufrido,
 porque nadie escarmienta en cabeza ajena. Pero al menos es tranquilizadora su decidida voluntad a 
que no vuelva a repetirse la pesadilla que ya soportaron.