España está en peligro, en especial por sus enemigos internos.
España está en peligro, en especial por sus enemigos internos.
Todos estamos preocupados. España está enrarecida, en una situación impredecible;
 vivimos entre la confusión y el escándalo. Cada uno mira por lo suyo y el conjunto se diluye.
A diario nos llegan numerosos comentarios y preguntas, con desasosiego, algo de indignación,
 y clara desorientación; siempre la misma pregunta: ¿Qué podemos hacer? Pregunta obligada;
 respuesta desconocida. Al menos yo solo sé que en la vida, pase lo que pase, lo único decente
 es actuar con rectitud y sin hacer daño a nadie. Es difícil, tanto que a eso se le llama ser
 santo, pero se puede intentar el camino, sobre todo en momentos de crisis.
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Los partidos políticos no llenan nuestro vacío, no hay nadie que destaque por su sensatez
 y grandeza de miras, que haga propuestas más allá de la desilusión, que no mienta, que 
no oculte, que no se esconda, que no robe, que no engañe, que legisle con la cabeza, 
sin usar las vísceras, que tienda la mano sin garfio, que mande fiel a sus principios, 
y a su programa, que tenga programa y principios, que renuncie si no sabe, admitiendo 
sus errores, que se baje del pedestal, de la soberbia y del coche oficial que siempre
 conduce al mismo lugar. Es difícil gobernar para todos, pero es muy tentador gobernar
 sobre la cabeza de todos y contra todos.
¿Qué podemos hacer ante los gravísimos acontecimientos que están sucediendo
 en España que se enfrenta a una de las crisis de identidad moral e histórica 
más graves de su historia?
Lo importante es el diagnóstico, acertado y riguroso, sin más interés que salvar la vida 
del enfermo que requiere, como primera medida, que el propio enfermo admita su
 enfermedad y se deje atender, algo muy difícil de lograr cuando está cubierto por 
una nebulosa de complacencia y de continuo recibe los resultados falseados.
Da vértigo comprobar que estamos ante un  problema grave, muy grave y concreto en 
España. No es la economía, Europa, la justicia o la injusticia; no es la corrupción, 
moral y la otra, el paro o las pensiones, el trabajo, las empresas, las leyes y decretos, 
ni la historia, o la memoria histórica, la juventud o la vejez, las redes sociales y
 antisociales, la violencia. De todo esto se habla, está en la calle, es el día a día, 
pero después de tantas cosas solo hay una cosa que todo lo emponzoña y culmina, 
el problema: los partidos políticos, la política concreta, la que hacen y rellenan  
a diario las páginas de los periódicos, los  de papel y los digitales, las televisiones
 dirigidas e ideologizadas, no satisfacen a la gran mayoría que permanece ajena  o
 sin manifestarse al hundimiento de la Nación. A partir de ahí cualquier cosa. Si no 
admitimos esto erramos en el diagnóstico.
Este pueblo ha sufrido mucho; hasta arrancarle de cuajo su sentido de nación y su presencia en la historia de Europa y del mundo
Percibo que las élites siguen creyéndose tales cuando hace tiempo que dejaron de serlo. 
Este pueblo ha sufrido mucho. Hizo una transición limpia, en paz y con ilusión en el futuro. 
Fue muy duro soportar tantos asesinatos de ETA y ver la solución política, ver como el
 veneno seguía enquistado en la sociedad mientras nadie, nadie, movía un dedo por extirpar 
el mal en el quirófano. Se sucedieron las frivolidades del juego de naciones. Empezó 
enseguida el engaño, el juego de la bolita que esconde el trilero, nada por aquí, nada por allí,
 ¿dónde está la bolita? Fueron muchos años, pero acabamos adivinando el truco. Este 
pueblo ha sufrido mucho; hasta arrancarle de cuajo su sentido de nación y su presencia 
en la historia de Europa y del mundo. No somos nadie y vamos camino de desaparecer. 
No son alarmismos ni exageraciones. Cataluña está dividida y enfrentada y dentro de 
poco se contagiará al resto. El País Vasco espera que llegue su momento mientras mueve su bolita.
Hubiésemos aguantado a esas élites que decían conducir, gobernar, escribir, informar 
y hasta gestionar nuestros dineros, pero fueron demasiado lejos, tontos hay pocos, 
pacientes muchos, hasta que te toman el pelo en demasía y se hace urgente poner remedio. 
En todo este tiempo se han encargado muy mucho de hacer desaparecer todo aquello 
que una sólidamente, que ilusione al conjunto, que suene a España, sean los símbolos
 o el orgullo de ser español.
Han querido acabar con la Nación y convertirnos en rivales. Empezando por el 
idioma, eje vertebral, y que bien saben la importancia que tiene para desunir, que 
es para lo que vergonzosamente se ha utilizado.

La nación

¡Ah, la Nación! ¿Quién habla de la Nación? ¿Quién hace pedagogía de Nación
Ese debe ser el comienzo. Reunir y unir alrededor de un concepto que tiene más fuerza
 que el poder, más que el dinero, y eso es casi imposible que exista, pero existe y nos
 lo cuenta la historia, la de verdad, la que conocemos de rigurosas fuentes al margen de
 las impositivas leyes.
De ahí tenemos que partir. De una idea que una, que ilusione, que tenga la fuerza
 imparable de la verdad, la virtud, la rectitud y el buen obrar, por ella y para ella.
 Tiene nombre y apellidos: España es su nombre y sus apellidos se pierden en
 su historia, en todos y cada uno de los españoles que dieron algo, lo mejor, o lo 
que pudieron y supieron por ella y su grandeza, unos más otros menos, es igual,
 nada te pide, nada te exige, como madre, sentimiento de ser y estar, solo que 
la reconozcas como tal.
Asistimos al hundimiento de la Nación y no veo alcalde o regidor que valga para arrastrar con su bando a los españoles
Ese es el problema y no hay más. Empecemos por la pedagogía, la educación y la enseñanza. 
Enseñemos lo que es nuestra Nación, a amar a España. ¿Qué cómo se hace eso? 
Sin teorías ni complicadas lecciones; sabemos hacerlo, cómo se hace y también 
sabemos por qué no se hace.
¡España está en peligro!, recordando al alcalde de Móstoles, que por cierto eran 
dos, Andrés Torrejón y Simón Hernández. Aquel bando del 2 de mayo de 1808 terminaba
diciendo: “…no hay fuerza que prevalezca contra quien es leal y valiente, 
como los españoles lo son”.
En aquella ocasión España estaba defendida por españoles y una fuerza los unía 
por encima de todo: su Nación, España. Hoy surgen dudas. No sabemos, 
al menos yo no lo tengo claro, si la invasión ya se ha producido sin que haya 
habido reacción alguna por nuestra parte.
No sé por qué me da que asistimos al hundimiento de la Nación y no 
veo alcalde o regidor que valga para arrastrar con su bando a los españoles.
Fue hace 210 años cuando pudimos dejar de ser y ahora de nuevo estamos 
a las puertas de ello.
<<No hay fuerza que prevalezca contra quien es leal y valiente, como
 los españoles lo son>>. Es hora de empezar de nuevo. Ahora o nunca.