Me enternece comprobar que los medios sistémicos han puesto a todos sus loritos de guardia a pontificar sobre la nueva ley de vivienda del doctor Sánchez y sus mariachis… como si no fuese una flagrante engañifa. En puridad, esta no es una ley de vivienda (es decir, una ley que promueva la propiedad de una vivienda legítimamente obtenida), sino una ley que facilita el acceso a una vivienda a quienes previamente se ha impedido ser propietarios. Ya hemos explicado que

La izquierda caniche odia la propiedad que arraiga y exalta la propiedad que desarraiga

la izquierda caniche odia la propiedad que arraiga y exalta la propiedad que desarraiga: de ahí que fomente la propiedad solipsista del propio cuerpo, con el exterminio de la vida gestante y el supermercado penevulvar; de ahí también que privilegie la figura del okupa. La izquierda caniche necesita, para poder ejecutar la agenda plutocrática, una sociedad en perpetua 'situación de vulnerabilidad', sin familia, sin suelo sobre el que radicarse, que pueda ir en patinete desde un cuchitril hasta otro. Chesterton nos enseñaba que «todo hombre debe tener algo a lo que pueda dar forma según su propia imagen, del mismo modo que él es forma de la imagen de Dios»; y ese 'algo' a lo que puede dar forma es, primeramente, una casa en propiedad, un espacio vital sobre el que luego pueda dar forma a todo lo que constituye una vida de veras noble: un trabajo estable, una familia unida, una comunidad con los pies afirmados en la tierra y la vista clavada en el cielo.

Esta es la sociedad que la izquierda caniche odia con toda su alma purulenta. Si a la derecha, en la era del turbocapitalismo, corresponde la misión de privatizar la riqueza pública, a la izquierda corresponde la misión todavía más abyecta de destruir los vínculos y la moral colectiva, hasta generar una sociedad en perpetua 'situación de vulnerabilidad', sin familia ni propiedad,

Un hormiguero de chiquilines desvinculados que malviven entre subsidios y limosnas

un hormiguero de chiquilines desvinculados que malviven entre subsidios y limosnas. De ahí que esta ley conceda tantas ventajas a los okupas, cuyo desahucio se complica con embrollos burocráticos kafkianos: pues mientras el okupa sigue viviendo como un perro sarnoso en una casa ajena que deja hecha una pocilga, ni siquiera se plantea una vida más noble, en la que mediante el fruto de su trabajo pueda adquirir una vivienda y formar una familia. A la izquierda caniche le pagan para crear una sociedad infecunda, donde no exista propiedad familiar; pues la propiedad familiar (de casas, de tierras, de talleres, de tiendas y comercios), cuando está ampliamente distribuida, es el katejon del reinado plutocrático mundial. La izquierda caniche abomina de una sociedad fecunda enraizada en la propiedad repartida; le interesa una disociedad de gentes que viven a salto de mata en los cuchitriles que no se destinan al alquiler turístico. Otra lacra que, como favorece la vida desarraigada e infecunda tan grata al reinado plutocrático mundial, esta ley tampoco combate, pese a ser la principal causa del encarecimiento del alquiler.

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