Pedro Sánchez durante el debate de investidura/Fuente:EFE.
Cuánta emoción en la moción de Pdr Snchz, que ha visto el cielo abierto con la noticia de esas
 penas elefantiásicas que les han caído a los de la Gürtel. Por ejemplo, a Correa le hubiera
 salido penalmente más barato quemar vivos a dos hijos suyos, como Bretón, que haber robado. 
Pero no es esa la cosa, que estamos de moción y, siendo cosa de ese gerente de la planta de
 caballeros de unos grandes almacenes que es Sánchez, todo va a salir mal. A ver, que no es
 tan difícil, que hasta contando con los dedos…
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Rivera le exige que no sea el candidato, para empezar a hablar. Pero Pedro solo quiere ser el 
candidato, pisar la moqueta de la Moncloa, haber sido, siquiera por un rato, presidente del 
Gobierno, entrar en los libros de Historia.
Sus barones -especialmente la ‘sultana’ de Andalucía, Susana Díaz- le imploran que no pacte 
con los nacionalistas, o la que les va a caer en las próximas elecciones va a ser de órdago
de que apague la luz el último en salir, que solo nos faltaba soplar sobre esas brasas. E Iglesias 
dice que vale, que de acuerdo, pero que si fracasa tiene que dimitir. Iglesias pide dimisiones 
con una alegría asustante, pero no entrega la suya ni harto de Macallan. Dijo que si no
 le apoyaba más del 80% en su ridícula consulta sobre el casoplón dimitía, y ya ha anunciado
 que sigue porque le vota una mayoría de las bases. Aquí el que no corre, vuela.
La idea, por lo demás, es que el que salga elegido en caso de triunfar la moción de censura convoque inmediatamente elecciones, y estaríamos en las mismas
La idea, por lo demás, es que el que salga elegido en caso -improbable- de triunfar la moción 
de censura -sería la primera vez- convoque inmediatamente elecciones, y estaríamos poco 
más o menos en las mismas. Solo que mil veces peor.
Votar al PP, lo han dejado ya diáfano, es votar al PSOE, es votar debilidad y cesión frente 
a los nacionalistas, a los que se deja campar a sus anchas en Cataluña pese al 155 y con los que 
se ha pactado Dios sabe qué para aprobar los presupuestos en el País Vasco.
Votar a Ciudadanos es votar un vago y difuso ‘progresismo de derechas’, el globalismo que
 ya impera en casi todo Occidente, es decir, dos tazas de lo que rechazamos en el Partido
 Popular. Ni siquiera su valiente postura frente al separatismo catalán es otra cosa que querer
 mantener intacto el ‘paquete’ español antes de entregarlo obedientemente a Bruselas. Por no
Votar a Podemos… Oh, bueno, si alguien tiene nostalgia de la Lubyanka, creo que no 
perderá el tiempo leyendo esto. Y votar al PSOE de Sánchez es una de las peores mezclas
 imaginables: toda la peligrosa retórica antisistema y la demagogia desbordada de Podemos
 con la corrupción y el pancismo de despacho y colegueo del partido que más tiempo ha
 gobernado en España. El horror, el horror.
Hay últimamente una paradójica relación de amor y odio con las urnas, creyendo a ratos 
que de ella, como de la chistera de un prestidigitador, va a salir mágicamente la solución de 
nuestros enrevesados problemas, y a ratos diciendo que lo que ha salido no vale, que hemos
 votado mal, que somos unos manazas y no se nos puede dejar solos, como nuestras élites no
 se han cansado de decir a los británicos con el Brexit, a los americanos con Trump, 
a húngaros, polacos y austriacos con lo suyo y, ahora, a los italianos, a cuya coalición 
mayoritaria se le acaba de decir que su gobierno no vale, que a los mercados no les 
gusta, y que van a poner otro, el quinto no salido de las urnas.
El propio Sánchez está en esas, en gobernar sin que le hayamos elegido, aprovechando un momento de debilidad judicial del Gobierno
El propio Sánchez está en esas, en gobernar sin que le hayamos elegido, aprovechando
 un momento de debilidad judicial del Gobierno. Porque no es que me vaya a convertir 
a estas alturas en defensora de Mariano y sus cuates, pero tiene toda la gracia del mundo 
que el PSOE -¡el PSOE!- se ponga estupendo gritando “¡aquí se roba!”, mientras se estruja
 las perlas y pide las sales a la doncella.
Soy lo bastante vieja como para recordar la época González, donde se llevaron hasta
 los ceniceros, que era para ver el hambre atrasada de aquella tropa. Y ahora en Andalucía
 tienen un cortijo en el que hacen y deshacen a su antojo, y se les va hasta el dinero de
 los cursillos en cocaína.
Aquí el más tonto hace relojes, en los partidos prospera lo peor de cada casa, y está 
archiprobado que la corrupción está en función casi exclusivamente del tiempo que se
 lleva gobernando una plaza y el presupuesto que se maneja.
Hay mil razones para darle una patada a Rajoy y sus ministros, pero la corrupción me 

parece la más trivial. Un partido ‘conservador’ que deja pasar la Ley Aído me parece 
algo peor que corrupto. Un partido que reparte alegremente nuestro dinero entre 
sus y nuestros enemigos se me antoja corrupto hasta el tuétano, corrupto en el alma,
 por no hablar de que es una corrupción que nos cuesta mucho más que la otra, aunque sea legal.
Todo tiene un triste tufo a fin de época, más aún que a fin de ciclo; al mohoso hedor de
 lo avejentado e inservible. Desde fuera da la sensación de que el Partido Popular ya
 ha cumplido la misión encomendada de mamporrero de la progresía, de sancionador
 de todos los experimentos de ingeniería social y, como al sicario que ha cumplido, se
 le puede despedir con el desprecio que merece.