En Suiza no es legal la eutanasia pero sí el suicidio asistido. Así que ayudar a las personas a suicidarse se ha convertido en un empleo, informa Swissinfo.

El médico prepara la dosis del veneno, pero por lo general intenta no ir a la casa del paciente suicida, no estar presente en ese momento, por lo que lo hace ‘el suicidador’.

Casi 1000 personas reciben asistencia de Exit cada año. Por lo general (98% en 2019) optan por morir en sus propios hogares o en la institución donde viven.

Los asistentes llevan la dosis fatal de pentobarbital, siempre recetada por un médico, a la casa del paciente. Una vez que este se ha autoadministrado la dosis y se ha producido el deceso, el asistente permanece en el lugar durante la inspección policial.

Previamente ayudan a los pacientes a prepararse para el último día. También atienden a familiares en duelo y amigos cercanos que están presentes en la hora final.

Los suicidadores se emplean por contrato. Por cada caso que manejan, reciben 650 francos suizos

 

Las personas que asisten a quienes deciden poner fin a sus días deben cumplir numerosas condiciones y participar en un programa de formación de un año para conocer los aspectos médicos, legales y psicológicos del suicidio asistido y saber cómo cuidar a los pacientes.

Los asistentes de Exit se emplean por contrato. Por cada caso que manejan, reciben 650 francos suizos, además de una asignación básica para gastos como llamadas telefónicas y viajes al lugar del fallecimiento. “Como regla general, un asistente dedica aproximadamente 20 horas a cada caso. Eso equivale a una tarifa de 35 a 40 francos por hora, aproximadamente el equivalente a la paga en trabajos de enfermería”, escribió Exit en respuesta a SWI swissinfo.ch.

Pero la eutanasia es peor. Estudios en Oregón han demostrado que un tercio de los que piden el suicidio asistido, al final, no se lo aplican. Tienen el veneno a mano, pero esperan  a otro día, a lograr tal o cual cosa... y al final mueren de forma natural. En cambio, con la eutanasia, un profesional, el eutanasiador, se asegura de que el solicitante muera. Y, como dicen las empresas suicidadoras de Suiza, "los médicos tienen prisa”, añade Religión en Libertad.

En Suiza se ha traspasado la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella

 

Y todo esto es así porque en Suiza se ha traspasado la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo, y por eso solo esos seis países han aprobado la eutanasia hasta ahora.

En estos países está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales..., que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.

Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando al eutanasia sin su consentimiento.