Alumnos del Instituto de Enseñanza Secundaria Duque de Rivas (Madrid) con la bandera LGTBI.
Alumnos del Instituto de Enseñanza Secundaria Duque de Rivas (Madrid) con la bandera LGTBI.
Caution Pablo. Que estamos en “modo electoral”, y niños y niñas pueden tocarse en clase, pero a
 ti no se te ocurra tocar esos temas, que da imagen “facha” y nos tiñe de verde “voxista”, tú no te
 salgas del pentagrama de la economía. ¡Sensatez!
Si por moderación se entendiera sólo el vocabulario y no llamar a Pedro Sánchez, “felón” y “traidor”,
 vale, se lo compro a los barones. Es la parte más zafia del más bien poco sutil Donald Trump. 
Pero los barones no están pensando en eso, o solo en eso. Están pensando en los temas ideológicos,
 que son para ellos como hielo en la carretera.
Actuall depende del apoyo de lectores como tú para seguir defendiendo la cultura de la vida, la familia y las libertades.
Haz un donativo ahora
La unidad de la nación, el envejecimiento de la población, la inmigración son firme deslizante,
 berenjenales populistas en los que no debe meterse quien aspira a ofrecer un “proyecto de España” 
a los votantes. Eso no es para tí, Pablo, sino para Santiago y su caballo blanco, territorio machirulo.
Lo sensato, lo moderado consiste en no permitir que nadie toque el Pacto de Estado de violencia 
de género, que ha puesto de acuerdo a todas las formaciones del arco parlamentario en torno a
 un suculento botín. Lo ha dicho expresamente Pablo Casado en una entrevista con Pedro J. 
Se trata de una ley que alienta el negocio de las denuncias falsas y que viene a considerar la
 masculinidad una patología. Indigesto plato para el Estado de derecho, salvo que esa ley 
prevaricadora vaya reforzada por 1.000 millones de euros, a repartir entre partidos, comunidades
 autónomas y ayuntamientos. Entonces se come sin rechistar.
Si te preguntan, Pablo, di que estás esperando a Godot: la sentencia del TC sobre el recurso a la ley de plazos de Zapatero
Sensatez, según el Diccionario electoral de los barones ‘peperos’, es dejar como está la masacre de
 inocentes y si te preguntan, Pablo, si te preguntan di que estás esperando a Godot, es decir la
 sentencia del Constitucional sobre el recurso que presentó el PP a la ley de plazos de Zapatero.
 Mientras, sigue subiendo el taxímetro: un aborto cada cinco minutos, 90.000 cada año. Pero
 lo “sensato” es esperar. ¿A qué?
Les voy a poner otro ejemplo de moderación de libro, tal como la entiende el PP: consiste en
 hacer seguidismo de la ingeniería social de la izquierda y preguntar en los colegios a niños de 
ocho años si no les gustaría ser niñas… porque de eso van los talleres LGTB, implantados por 
la Comunidad de Madrid, bajo el mandato de Cristina Cifuentes, y que la actual candidata
 ‘pepera’, Isabel Díaz Ayuso, no piensa cambiar. Si llega a gobernar la Comunidad de Madrid
 tiene la oportunidad de acabar con esa forma de corrupción de menores, pero ya ha adelantado
 que no, que eso no se toca.
Feijóo, el virrey gallego del PP, es de los que mas ha apelado a la moderación, remachando la idea
 de que las elecciones se ganan siempre desde el centro. Pero ese mantra que nos hemos tragado
 sin pestañear es bastante discutible.
Primero, porque la Historia lo desmiente. Felipe González llevó al PSOE al poder, en 1982, desde
 la izquierda, prometiendo no entrar en la OTAN, atar corto a la casta militar, quitarle la educación
 a los frailes, y traer el aborto. De centro, nada. Y consiguió 10 millones de votos.
Y Rajoy logró echar a Zapatero, en 2011, con un discurso de derechas: austeridad económica, 
reformas, bajada de impuestos y apuesta por la vida, prometiendo derogar la ley de aborto libre, 
de Aído. De centro, nada. Y obtuvo una mayoría absoluta histórica, logrando 186 escaños.
Significativamente, en los sondeos -y a dos meses de las elecciones del 28 de abril- Cs no acaba 
de despegar, su mensaje veleta y ‘soft’ tiene -en proporción- menos tirón que la claridad y
 contundencia de Vox. Es verdad que no casarse con nadie -como hacen los de Abascal- es arriesgado; 
pero también es cierto que quien se casa con todos puede terminar escaldado.
Y segundo, porque el centro absoluto, como la República de Junqueras y Puigdemont, no existe.
 Es terreno de nadie, punto cardinal del relativismo, coartada de ventajistas para hacerse con el poder
 y no apearse ya nunca más, porque quien lo cata le toma gusto e inevitablemente termina 
corrompiéndose, como les pasaba a los hobbits cuando se ponían el anillo.
El centro es la gran coartada de Rivera para cambiarse de chaqueta y de pareja de baile, según
 le convenga: permitió con su apoyo que Susana Díaz perpetuara el corrupto cortijo de ‘la PESOE’
 en Andalucía; y antes de que acabara la legislatura ya estaba cambiando de caballo y yendo de
 la mano con el PP, para desalojar a Díaz y ponerse ellos. Eso es el centro.
Emulando a Samuel Johnson y su cínica observación sobre el patriotismo, “el último reducto de
 los canallas”, deberíamos decir que el centro es el refugio de los pícaros.
Muchos dirigentes del PP cuando dejan sus principios aparcados en la puerta del Parlamento
Y la moderación puede ser el disfraz de los amorales. ¿Le confiarían ustedes sus ahorros a alguien 
que se desdobla en dos y dice que tiene un discurso como persona particular y otro distinto
 como político? Pues eso es exactamente lo que suelen hacer muchos dirigentes del PP cuando
 dejan sus principios aparcados en la puerta del Parlamento e incluso dicen que eso es lo
 responsable: que una cosa es su postura personal y otra su postura como gobernante o legislador.
Por ese camino llegamos a partidos políticos evanescentes, con discursos ambiguos o light, 
sin norte ideológico, o con ofertas ‘atrapalotodo’ para abarcar el máximo de caladeros de voto. 
No son ya partidos, sino grandes superficies y las elecciones, rebajas de enero.