martes, 11 de diciembre de 2018

Suiza y Solzhenitsyn


 SOLZHIENITSYN. UN ALMA EN EL EXILIO


Solzhenitsyn ya había perdido el apoyo de muchos disidentes en  Rusia por no haberse arrodillado ante el altar de las democracias occidentales de dos partidos que, según él, no era la panacea para los problemas del totalitarismo. Su pesimismo era considerado en  ocasiones de naturaleza autoritaria, un malentendido agravado por unas ideas confusas, o al menos confusamente expresadas, en uno de sus ensayos de Desde debajo de los escombros. Sin embargo, sus puntos de vista estaban muy lejos de ser antidemocráticos, como su entusiasmo por el sistema político de Suiza indicaba. Solzhenitsyn manifestó al doctor Fred Luchsinger, editor en jefe de Nue Zürcher Zeitung, un periódico de Zurich, que admiraba la democracia suiza porque estaba organizada en pequeñas unidades locales, como el pueblo y el cantón. A diferencia de las democracias centralizadas de otros países occidentales, Suiza ponía el énfasis en la autodeterminación local y la participación activa de toda la población. Le recordaba, dijo a Luchsinger, al sistema político de Nogorov en la Edad Media. En otra ocasión le dijo a su editor suizo, Otto Walter, que estaba muy impresionado por el tratamiento que había recibido Aleksandr Herzen cuando solicitó asilo político en Ginebra durante el siglo XIX. Las autoridades de Ginebra habían preguntado al gobierno federal de Berna si había alguna objeción a la solicitud de asilo de Henze, y el gobierno contestó que era Ginebra quien debía decidir si se lo concedía.

«Ésa es una verdadera democracia desde la base», exclamó Sozhenitsyn, «cuando una ciudad puede decidir cuestiones de política nacional por sí misma» .

Solzhenitsyn repitió su alabanza del sistema político suizo en una entrevista que concedió a una televisión estadounidense en juniode 1974:

La democracia suiza tiene algunas cualidades asombrosas. En primer ­lugar, es completamente silenciosa y trabaja de forma inaudible. En segundo lugar está su estabilidad... En tercer lugar, es una pirámide invertida, es decir, hay más poder a nivel local que en los cantones y más poder en los cantones que en el gobierno. Además, la democracia es responsabilidad de todo el mundo. Cada individuo prefiere moderar sus exigencias que perjudicar a la estructura global. Los suizos tienen tal sentido de la responsabilidad que hay  pocos intentos de grupos por hacerse con algo para sí mismos y apartar a codazos a los demás. Lógicamente, una democracia como esa sólo puede admirarse.

A ojos del escritor, el sistema suizo representaba su apasionada ­creencia en la auto-limitación encarnada a nivel nacional. Era la prueba de que los principios por los que él regía su vida podían ser  utilizados a nivel práctico por la sociedad además de por el individuo. Una vez más se dan similitudes entre los puntos  de vista de  Solzhenitsyn y los de E. F. Schumacher, que había subtitulado su ­libro Lo pequeño es bello como «un estudio de la economía como si la gente importara». Solzhenitsyn creía que en el sistema político suizo la política se ejercía como si la gente importara.

SOLZHIENITSYN. UN ALMA EN EL EXILIO. Joshef Pearce pp.285-286


Sin embargo, y como el título sugiere, Reconstruyendo Rusia, algo más que el producto de una voz quejumbrosa clamando en el desierto, o una advertencia profética de lo que esperaba a una generación inconsciente. Por encima de todo era una visión positiva de una nueva Rusia, reestructurada según principios firmes y razo­nables y fundada sobre valores sostenibles v tradicionales. Baba la bienvenida al resurgimiento de los nacionalismos en las varias partes que constituían la Unión Soviética y esperaba ver pronto la disolución definitiva del imperio soviético y el resurgimiento de naciones independientes en su lugar. «Cada persona, incluso la más insignificante, representa una faceta única de los designios de Dios». Para reforzar el punto, Solzhenitsyn citaba al filósofo religioso Vladimir Solovyev que, parafraseando el mandamiento cristiano, escribió «Debes amar a todas las personas como amas a los tuyo»

Solzhenitsyn también creía que el espíritu de descentralización ­debía ir más allá de los derechos de las pequeñas naciones a verse libres del yugo del internacionalismo y el imperialismo. Debía extenderse a los derechos de las pequeñas comunidades, e incluso de las familias, a verse libres del yugo de la planificación estatal central.  «La clave para la viabilidad del país y para la vitalidad de su cultura reside en la liberación de las provincias de la presión de las capitales», escribió. Las provincias debían «alcanzar una libertad completa en términos económicos y culturales, junto a un firme autogo­bierno local». La necesidad de ampliar paciente e insistentemente ­los derechos de las comunidades locales sería una parte fundamental ­de la reestructuración gradual de todo el organismo estatal. La democracia auténtica sólo podía existir a través de un gobierno fuerte y revitalizado:

Todos los defectos previamente mencionados apenas se manifestarían en democracias desarrolladas en zonas reducidas, como ciudades me­dianas, pequeños asentamientos, grupos de pueblos, o lugares que lle­garan a alcanzar el tamaño de un condado. Sólo en lugares de ese ta­maño podrían confiar los votantes en su elección de candidatos, ya que estarían al tanto de su efectividad en asuntos prácticos y de sus cuali­dades morales. A ese nivel, las falsas reputaciones no se mantendrían en pie y la retórica vacía no le serviría de nada a un candidato, al igual que el patrocinio del partido.

Éstas son precisamente las dimensiones dentro de las que la nueva democracia rusa puede empezar a crecer, obtener fuerza y adquirir conciencia de sí misma. También representa un nivel que sin duda echará raíces porque supondrá la implicación vital de cada localidad...

Sin un autogobierno adecuadamente constituido no puede haber estabilidad ni prosperidad, y el mismo concepto de libertad civil pierde todo significado.

La influencia que ejercieron sobre Solzhenitsyn los años que vi­vió en Zurich y su admiración por el sistema político suizo es evi­dente, aunque, por supuesto, también conocía sistemas similares existentes en la Rusia medieval con los que estaba entusiasmado. Fuera cual fuese la motivación que había tras su defensa de la descentralización y la subsidiariedad en la vida política, Solzhenitsyn había puesto al descubierto la mentira sobre sus creencias antide­mocráticas, aunque eso no impediría que las acusaciones siguieran cayendo sobre él, especialmente por parte de aquellos que no po­dían ver más allá de las inútiles oscilaciones entre las democracias de partidos de Occidente.


SOLZHIENITSYN. UN ALMA EN EL EXILIO. Joshef Pearce pp.344-345