Por fin, se aprobó la ley de eutanasia, en la que se han empeñado PSOE, Podemos y Ciudadanos y los nacionalistas, que conforman, desde distintas opciones ideológicas, la misma cultura de la muerte.

No era una norma ni justa ni necesaria.  No es justa porque el suicidio es el más cruel y más idiota, de los homicidios.

Porque el suicidio es el peor de los homicidios y porque la experiencia asegura que todas las leyes de eutanasia acaban pasando del suicidio al homicidio. Eso de que es el terminal el que pide la muerte no se lo cree ni el que inventó la eutanasia.

La obsesión de la izquierda -y la derecha moderna- con la muerte y su miedo al dolor, nos aboca a la legítima defensa

 

En segundo lugar no es necesaria porque si se trata de reducir el dolor -que al 100 por 100 jamás se puede reducir, salvo con la propia muerte- la medicina ha avanzado lo suficiente como para que los cuidados paliativos, aceptados por la Iglesia y por cualquier instancia moral -aunque reduzcan las defensas y aceleren la vida- no matan.

Y luego está el pequeño problema de que la eutanasia y el aborto son dos ramas del mismo árbol: una enorme mentira. Recuerden lo ocurrido con la muerte del no nacido: se empieza hablando de casos excepcionales y se acaba incluyendo cualquier caso y hasta hablando del derecho al aborto.

En el aborto, siempre hay un tercero que responde por quien no puede hacerlo: el niño que todavía no habla. En la eutanasia se presume que va a ocurrir exactamente lo mismo.

Con la eutanasia, se destrozan dos derechos: a la vida y a la objeción de conciencia. A los mercaderes de la muerte les encanta matar el débil y pervertir al fuerte

 

El asunto es grave: la obsesión de la izquierda -y la derecha moderna- con la muerte y su miedo al dolor, nos aboca a la legítima defensa. No es broma: si se pone enfermo, cuidado con el yerno compasivo: puede ser el que anime a la familia a que me “eutanasie”. Lo hará por mí, para que no sufra.

De postre, con la eutanasia se destrozan dos derechos: a la vida y a la objeción de conciencia. Sí, el Gobierno Sánchez miente -¿Acaso esperaban otra cosa?- cuando dice que respetará la objeción de conciencia del persona sanitario. Lo cierto es que como en el aborto, se deja en una nebulosa el asunto de la objeción de conciencia. Y esto porque a los mercaderes de la muerte les encanta matar al débil y pervertir al fuerte.