Dirigentes de Infancia Libre.
Dirigentes de Infancia Libre.
Hace solo unos meses la sociedad española andaba dividida entorno a La Manada, aquel grupo de 
cinco jóvenes sevillanos que había tenido acceso carnal grupal con una joven madrileña, y que una 
parte de la sociedad entendió no fue delictivo por cuanto suponían que la joven había accedido 
voluntariamente; que otra parte entendió, conforme a la sentencia que les condenó, que solo había
 sido abuso sexual; y que las organizaciones feministas entendieron que había sido agresión sexual.
Cuando fue hecha pública la sentencia los grupos feministas, financiados con nuestros impuestos, 
salieron a las calles para sostener que existía una justicia patriarcal que debía ser sustituida
 por una justicia con “perspectiva de género”.
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Sin embargo, estas mismas asociaciones callan ante la otra manada, la formada por el ‘Club de 
Infancia Libre’. Las tres, asesoradas por la misma abogada, y con informe médicos favorables
 elaborados por el mismo facultativo, procedieron a denunciar falsamente a sus esposos y parejas 
por abusos sexuales a los hijos comunes. Y las tres, después de los archivos de las respectivas 
actuaciones, se liaron la manta a la cabeza e impidieron el contacto de los padres con sus hijos.
Entre 2010 y 2012 la mujer mató con mayor frecuencia que el hombre a recién nacidos (18,3% frente a 1,3%) y a menores de edad (12,9% frente al 3,5%)
Sin embargo, estas feministas de género subvencionadas callan y nada dicen de aplicar a este tipo de 
delitos la “perspectiva de género”, pues es verdad que en este tipo de delitos casi siempre los 
verdugos tienen nombre de mujer y las víctimas nombre de varón. Y es que siendo cierto que 
la mujer solo es responsable del 10% de la criminalidad total, es igualmente cierto que en los delitos
 relacionados con los menores su responsabilidad se dispara. Así, en los delitos de filicidio, neonaticidio
 o incluso la agresión a ancianos su responsabilidad supera a la del hombre.
En los casos de filicidio la autoría corresponde en un 70 % a las mujeres; y en el caso de los
  neonaticidios la autoría femenina alcanza al 95 % de las mujeres. Igualmente, en el delito de
 sustracción de menores, es mayor el número de madres autoras (más del 80 %) que el de padres.
Para acudir a datos estadísticos, resulta que en el periodo comprendido entre 2010 y 2012 en la
 relación entre homicida y víctima se encontró que la mujer mató con mayor frecuencia que el
 hombre a recién nacidos (18,3% frente a 1,3%) y a menores de edad (12,9% frente al 3,5%), y 
ello de tal modo que cuanto menor es la víctima más probabilidad es que la autora del delito sea 
la propia madre.
Y es que si aplicáramos a estos casos la “perspectiva de género” resultaría que habría que agravar
 la pena cuando las autoras fueran mujeres, y ello por cuanto son las mujeres las que mayoritariamente
 cometen este tipo de delitos.
Por otra parte, lo que sí que hay que agradecer al Club de Infancia Libre es haber desmontado de un
 plumazo el mito que sostiene la Fiscalía de que solo el 0’01% de este tipo de denuncias es falso. Ya
 nadie cree en este mito infundado, que más bien manifiesta la incapacidad del sistema para detectar 
las denuncias falsas. Los motivos de esta incapacidad son varios:
a.- La Fiscalía no persigue de oficio estos delitos, y lógicamente, gran parte de las víctimas de lo
s mismos, que han sufrido durante años largos y costosos (desde el punto de vista afectivo y desde 
el punto de vista económico) procedimientos motivados por las falsas denuncias, no se encuentran 
con fuerzas y con recurso económicos para perseguir privadamente estos delitos.
b.- Por otra parte, para condenar por violencia de género basta con la declaración de la supuesta 
víctima, de manera tal que son frecuentes las condenas sin pruebas objetivas; sin embargo, cuando
 se denuncia un delito de denuncia falsa el sistema judicial no se conforma con solo la declaración 
de la víctima, sino que exige pruebas objetivas que no exigía para el caso contrario.
c.- Por lo demás, los propios Juzgados se dejan llevar por un sesgo a favor de la mujer, de tal manera 
que incluso ante los mismos delitos, cuando son declarados culpables hombres y mujeres, suele
 ser más leve la condena a las mujeres que a los hombres. Del mismo modo, cuando se trata de
 condenar a mujeres existe la percepción de que se busca un grado mayor de certeza que cuando se
 trata de condenar a un varón.