La ministra de energía, Teresa Ribera, se empeñó en cerrar las centrales nucleares. Ella quería cerrarlas todas cuando cumplieran cuarenta años, lo cual significaba que en 2024 se habrían cerrado los reactores que vienen a producir, más menos, el 20% de la energía que se consume en España.
Al final, como informábamos ayer, las empresas convencieron a Teresa Ribera de que no es posible cerrar las centrales nucleares de golpe porque no hay energía para sustituirla, desde luego, no con las renovables. Pero es igual, el Gobierno insiste en su obsesión por cerrar los rectores nucleares. Lo hará más tarde, pero lo hará.
Mientras, la oposición calla, porque la derecha española es muy miedica y lo nuclear no está bien visto
¿Acaso contribuye la energía nuclear al feroz cambio climático? No. ¿Es una energía cara? No, es la más barata, intensiva y eficiente. Pero es energía nuclear y los ecologistas, como la señora Ribera y el señor Sánchez, como buenos talibanes, no se guían por su ideología –eso sería demasiado–, sino por el puro tópico de imágenes simples; lo nuclear es cosa mala, maldita y debe ser exterminada.
En definitiva, vamos a destruir una tecnología probada, intensiva vital en electricidad barata, donde España tiene una experiencia de más de 50 años, una energía que, además, no tiene efecto invernadero. ¿Se puede ser más estúpido? Más no, pero lo mismo sí.
Y la oposición calla, porque la derecha española es muy miedica y lo nuclear no está bien visto.