jueves, 29 de noviembre de 2018

El feminicidio que nadie denuncia

El feminicidio que nadie denuncia

El Fondo de Naciones Unidas para la Población estima que “faltan” 117 millones 
de mujeres debido a este fenómeno. China es el lugar del mundo en el que estas
 prácticas están más extendidas y el número de mujeres que son asesinadas antes de nacer o poco después de hacerlo es mayor.

Imagen referencial de una niña pequeña /Pixabay
Imagen referencial de una niña pequeña /Pixabay
Representa la muerte de millones de mujeres, pero no suele aparecer en los medios. Probablemente
 porque tiene que ver con ese sacrosanto tabú de la modernidad que es el aborto, auténtico tótem 
intocable sobre el que no se puede expresar ni la más mínima duda a no ser que uno quiera
 desencadenar la ira de los dioses laicos.
Lo cierto es que el ratio biológico normal es que por cada 104/106 varones nacen 100 mujeres
Todos los análisis realizados han encontrado que esta proporción se mantiene estable cuando no 
actúan variables externas.
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Por lo tanto, se puede afirmar que cuando el ratio alcanza o supera los 109 varones por cada
 100 mujeres que nacen, estamos ante la constatación de que se están realizando actos que 
alteran la proporción normal.
Estos actos son, en el caso de niños concebidos de forma natural, pruebas prenatales que informan
 del sexo y el subsguiente aborto si el niño por nacer ha resultado ser una niña. En el caso de uso 
de técnicas de fecundación artificial, se suele realizar un diagnostico genético de preimplantación 
para determinar el sexo del embrión y se escoge un embrión de sexo masculino, siendo los de sexo
 femenino descartados.
The Lancet ha publicado un estudio este mismo año en el que señala que hay, en la actualidad, 63 millones de chicos más que de chicas en la India
La lista de los países con ratios anormales, esto es, aquellos en los que se detecta a las mujeres y se 
las elimina antes de que nazcan, es la siguiente según el Fondo de Naciones Unidas para la 
Población (la cifra indica el número de varones que nacen por cada 100 mujeres que también nacen):
Varones nacidos por cada 100 mujeres que nacen. Fuente: UNFPA
Varones nacidos por cada 100 mujeres que nacen. Fuente: UNFPA
El mismo Fondo de Naciones Unidas para la Población estima que “faltan” 117 millones de
 mujeres debido a este fenómeno.
Repasemos algunos de los datos de los países más significativos:
En la India, además de lo ya señalado, es principalmente el aborto utilizado como método para 
seleccionar el sexo, pero son muchas las niñas que llegan a nacer y a las que, luego, se las deja morir. 
Durante los últimos diez años se calcula que 2,4 millones de niñas han muerto de este modo. 
De hecho, para los menores de 5 años, la mortalidad entre las niñas es considerablemente superior a
 la mortalidad entre los niños en 29 de los 35 estados que componen la India. De resultas de estas
 prácticas, The Lancet ha publicado un estudio este mismo año en el que señala que hay, en la 
actualidad, 63 millones de chicos más que de chicas en la India.
En China, la falta de mujeres debida a estas prácticas es algo que ya se viene detectando en los
 censos desde los años 80 del siglo pasado. De hecho, China es el lugar del mundo en el que estas
 prácticas están más extendidas y el número de mujeres que son asesinadas antes de nacer o poco 
después de hacerlo es mayor. En algunas provincias chinas el ratio está por encima de 125 niños 
nacidos por cada 100 mujeres.
En la década de los 70, Georgia alcanzó el macabro honor de ser el país con mayor tasa de abortos del mundo
Otro ámbito en el que este proceder está muy extendido es en algunos países del antiguo bloque 
soviético, como es el caso de Armenia, Azerbaiyán y Georgia. En 2000 el ratio en Armenia alcanzó
 los 120 niños por cada 100 niñas, si bien desde entonces ha declinado. Pero en la misma Armenia
si el primer hijo es una chica, el ratio para el segundo hijo llega hasta a 156 niños por cada
 100 niñas. Dos hijas parece una combinación inaceptable para muchos armenios.
En los otros dos países reseñados se llegaron a picos de 118 varones en Azerbaiyán en 2003 y de 119
 varones en Georgia en 1999, pero al igual que en el caso de Armenia han declinado muy levemente 
desde entonces, estabilizándose en cifras no muy lejanas. Un dato sobre Georgia nos da información 
sobre el alcance y extensión que durante el régimen comunista soviético alcanzó el recurso 
al aborto: en la década de los 70, Georgia alcanzó el macabro honor de ser el país con mayor
 tasa de abortos del mundo, con 1,1 abortos por cada embarazo que acababa en nacimiento.
La eugenesia tuvo un gran desarrollo a principios del siglo XX, cuando tantos pensaron que
 a través de leyes que impidieran el matrimonio con las personas genéticamente inadecuadas y con
 programas de esterilización masivos iban a procrear solo los “superiores” y la raza humana iba a
 mejorar así de modo sustancial. Los programas eugenésicos adoptados por la Alemania nazi 
hicieron que muchos de los defensores de la eugenesia se camuflaran o renunciaran a ese nombre, 
aunque siguieron promoviendo este tipo de prácticas, a las que se añadió la extensión del aborto 
Las esterilizaciones forzadas continuaron en Estados Unidos hasta bien entrada la década de los 70 
y California aún esterilizaba a presos en los 90. Ahora la detección y asesinato por aborto o abandono
 de niñas, consideradas un peor “capital” que los hijos varones, están enormemente extendidos en
 amplias regiones del mundo sin que nadie diga nada.
otra práctica eugenésica que se aplica en todo el mundo casi sin excepciones. Pero podemos afirmar 
que los abortos para seleccionar el sexo, práctica común en China, la India y algunos países ex 
soviéticos, son el mayor “feminicidio” de nuestros días.
Un feminicidio sobre el que las militantes feministas y los ministerios de igualdad guardan un 
estremecedor silencio.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Abascal, a favor de la vida: “Hay que proteger siempre al débil; el niño en el vientre materno”

Abascal, a favor de la vida: “Hay 

que proteger siempre al débil; 

el niño en el vientre materno”

Casado también ha dicho que la ley de 1985 contaba “con el acuerdo de los
 dos grandes partidos”. No es verdad. Alianza Popular (antecesora del PP) se 
opuso a esa ley, que fue aprobada en 1983 con la mayoría absoluta del PSOE.

Santiago Abascal, presidente de Vox.
Santiago Abascal, presidente de Vox.
El pasado domingo, el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, hizo unas declaraciones en relación
 al aborto que han sido comentadas hoy, a su vez, por el presidente de Vox, Santiago Abascal.
Según publicó Europa Press, Casado hizo una serie de afirmaciones que merece la pena analizar. 
Empezaré por las que más que me parecen más digno de apoyo. Casado dijo que el aborto no es
 un “derecho” y afirmó el “derecho a vivir del no nacido”, algo en lo que estoy plenamente de
 acuerdo. Matar a un ser humano inocente e indefenso no es ningún derecho, precisamente porque 
de nuestra condición se derivan una serie de derechos fundamentales, el primero de los cuales es 
el derecho a la vida. Casado también dijo que desde 1985 ha habido unos dos millones de 
abortos en España, que “han costado unos mil millones de euros”, y añadió: “¿Por qué no
 empleamos recursos para apoyar la maternidad?”
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Aunque creo que lo más importante en el drama del aborto es la pérdida de vidas, me parece bien 
recordar lo que apunta Casado: que el Estado ha estado invirtiendo enormes recursos en liquidar 
vidas mientras negaba a las madres embarazadas toda clase de ayudas económicas. El resultado 
es una grave crisis demográfica.
Vayamos ahora con las afirmaciones de Casado que menos me han gustado. El presidente del PP 
ha expresado su “compromiso” de volver a la Ley del Aborto de 1985. Afirmar este compromiso
 sin más precisiones es algo que me intranquiliza. Ya señalé aquí hace cinco años que esa ley fue un coladero debido al supuesto del riesgo psicológico para la madre, bajo el cual se cometieron el 
96,73% de los abortos perpetrados al amparo de la ley de 1985.
La ciencia demuestra que la vida humana empieza en la concepción y que abortar es matar a un ser humano. Es sobre esa base sobre la que se debe partir en el debate del aborto
Sería un gran paso que el PP se propusiese al menos lo que ha hecho Polonia: intentar restringir 
lo más posible los abortos, una política que -junto a las ayudas a la maternidad- ha hecho descender 
drásticamente el número de abortos en ese país: en 1981, bajo la dictadura comunista, llegaron a
sea uno de los países europeos más seguros para los hijos por nacer.

Casado dice que la ley de 1985 se aprobó “con el acuerdo de los dos grandes partidos”: no es verdad

Casado también ha dicho que la ley de 1985 contaba “con el acuerdo de los dos grandes partidos”. 
esa ley, que fue aprobada en 1983 con la mayoría absoluta del PSOE. Tras su aprobación, 54 
diputados de AP, encabezados por José María Ruiz-Gallardón (de AP), recurrieron la ley
 ante el Tribunal Constitucional. Su recurso invocó el Artículo 15 de la Constitución, que afirma:
 “Todos tienen derecho a la vida”. Ruiz-Gallardón fue claro en relación a la ley: No somos
partidarios de la despenalización del aborto en ningún supuesto”.
desprotección del no nacido. La nueva ley fue aprobada el 28 de mayo de 1985, y los diputados de

Abascal: “No se puede obviar que la ley de 1985 era un coladero”


Hoy Santiago Abascal ha comentado las declaraciones de Casado a través de su cuenta de 
Twitter: “No se puede obviar que la ley de 1985 era un coladero, a través del supuesto de 
“peligro para la salud psíquica de la madre”. En la práctica era el aborto libre y como método 
anticonceptivo. Hay que proteger siempre al débil; el niño en el vientre materno.
Una declaración que coincide con las afirmaciones que hicieron varios oradores del acto de Vox 
en Vistalegre el 7 de octubre en defensa del derecho a la vida desde la concepción. Y coincide
 también con lo que dice el documento de 100 medidas presentado por Vox ese día: “Defensa 
de la vida desde la concepción hasta la muerte natural“.

Basta de falacias izquierdistas: el aborto sí que es una imposición

El rechazo al aborto no implica imponer ninguna religión (de hecho Vox es un partido aconfesional).
 a un ser humano. Es sobre esa base sobre la que se debe partir en el debate del aborto. Decir que 
abortar no es matar, que la víctima del aborto no es un ser humano o que la vida empieza 
en la semana 14 o en el parto, es tan poco científico como decir que la Tierra es plana.
La izquierda ha conseguido que buena parte de la sociedad apoye, en esta cuestión, una serie de 
afirmaciones que sólo pueden calificarse como mágicas y falsas. Una sociedad civilizada no
 puede construir sus normas de convivencia sobre la mentira y sobre la violencia contra
los más débiles e indefensos, y esto es válido para cualquier país, para cualquier cultura y para
 cualquier civilización.
Decir que oponerse al aborto es querer imponer dogmas religiosos es otra de las mentiras que
 ha fomentado la izquierda durante décadas. Para oponerse al aborto no hay que ser religioso ni 
creer en Dios: basta con usar la razón. Lo que sí es una imposición ideológica es decir que las 
mentiras de la izquierda sobre el aborto prevalecen sobre el derecho a la vida. Dicho sea de
 paso, y como ha ocurrido tantas veces con la izquierda, esa imposición ideológica se está 
traduciendo en una matanza de dimensiones colosales. Ya va siendo hora de detener esa masacre.

domingo, 25 de noviembre de 2018

El grito de los pobres (Alejo Vidal Cuadras)

PROHIBIDO PISAR LAS FLORES
Alejo Vidal-Quadras: 

El grito de los pobres

Opinión
Alejo Vidal-Quadras

jueves, 8 de noviembre de 2018

Manifiesto contra la sociedad al revés (Agencia Faro)



De:
Agencia FARO <agenciafaro@carlismo.es>



 
Pamplona, 27 julio 2010. El 19 de julio FARO recogía la entrada "No faltar al deber" del cuaderno de bitácora El Brigante. Hoy hacemos lo mismo con la que completa la serie.


Manifiesto contra la sociedad al revés


La causa final de la sociedad es el bien común temporal, la vida común según la virtud. La virtud específica que regula el logro de ese bien común es la justicia general, virtud que se predica de distinta manera en gobernantes y gobernados. En los primeros, en quienes es más eminente y arquitectónica, se manifiesta sobre todo en la promulgación de leyes justas ordenadas al bien común y en las decisiones prudentes de gobierno enderezadas al mismo fin. En los ciudadanos, principalmente, se manifiesta en el cumplimiento de las leyes y en la adquisición de las virtudes necesarias para concurrir a los actos legales y de gobierno: fortaleza, templanza, liberalidad y, sobre todo, prudencia.


En cuanto a la orientación de una muchedumbre a un bien común, podemos distinguir entre situaciones de explícita y constitutiva búsqueda; situaciones de búsqueda parcial o imperfecta, y por último situaciones de evitación sistemática o de exclusión programática. Las dos primeras situaciones son legítimamente llamadas sociedades políticas y se ordenan la una a la otra como lo imperfecto a lo perfecto. El anómalo tercer escenario lo hemos llamado disociedad o sociedad al revés: también se puede denominar "tiranía", aunque parece que la tiranía designa más específicamente a un gobierno que a un sistema.

Es la misma naturaleza humana la que establece la preeminencia del bien común sobre el individuo, por lo que esa misma naturaleza contiene una inclinación a la justicia general. Esa inclinación encuentra su fin adecuado en las sociedades bien constituidas, en un grado que puede ir de lo perfecto a lo menos perfecto. En una disociedad, esas mismas inclinaciones políticas, carentes de la rectificación necesaria por parte del gobernante, fácilmente degeneran en sumisión servil, convirtiéndose, por paradójico que resulte, en el mayor sustento de ese tiránico simulacro de organización política.


Como colofón a estas consideraciones apresuradas, aventuro alguna reflexión de naturaleza práctica:

1) Hagas lo que hagas, obra con prudencia y ten presente el fin por el que obras, dice el viejo proverbio. Una conclusión genérica se impone: la inclinación hacia el bien común está inscrita en nuestra naturaleza y no podemos renunciar a ella sin traicionarnos a nosotros. Por lo tanto, lo que en situaciones normales nos empuja a la obediencia de la ley, en las patológicas como hoy, nos demanda la resistencia a la disposición inicua. Pero no sólo eso: debemos aspirar a la recreación de un orden político al servicio del bien común;

2) Así pues, un movimiento "social" dirigido a la mera "objeción" a la "norma tiránica", sólo en apariencia se inserta en la dinámica del bien común. Tales movimientos, para ser legítimos, deben incluir en su definición una finalidad proporcionada: es decir, la reversión de una situación social patológica y su sustitución por un orden político justo.


3) El espejismo "democristiano" ha sido adecuadamente confutado por plumas más competentes, demostrando errores antropológicos y de contrariedad con la doctrina política de la Iglesia, por ejemplo, recientemente, por Danilo Castellano o Miguel Ayuso. Baste aquí decir que la política de pretendido parcheo desde el interior de la disociedad adolece de la misma tacha que los movimientos "sociales" a los que me refería en el punto 2: limitan sus aspiraciones a tal o cual acción, prescindiendo de la postulación natural de la finalidad política: el bien común, sostenido por el orden constitutivo justo.


4) Por esos motivos, aun cuando materialmente se pueda coincidir, con matices, en determinadas propuestas de estos movimientos "sociales" o con iniciativas democristianas, es fundamental identificar su inadecuación a las exigencias concretas y naturales humanas en el orden político y, por lo tanto, "teniendo presente el fin por el que obran", denunciar su condición de obstáculos para el bien común.

5) Esa confinación a lo privado o a lo parcial es más sinceramente confesada por otros grupos, como los que se autodenominan "libertarios" de tipo norteamericano. La imagen del granjero, con su rancho, su rifle y su caballo, es decir, de la autarquía que entiende lo público como enemigo al menos potencial y de lo que hay que defenderse, se ha abierto paso entre muchos católicos desarraigados de la tradición política propia. El bien común propiamente hablando, como bien distinto y superior a los bienes particulares, no como mero orden público o como asistente de los ciudadanos en la consecución de sus fines privados, ha desaparecido. Por comprensibles que resulten estas reacciones, no podemos dejar de señalar su gravedad. Insistamos una vez más: el bien común no es una convención, ni una imposición positivista, sino una inclinación y una exigencia de la naturaleza humana.

6) En último término, la gran masa de los católicos "despolitizados" y desorganizados se integra pacíficamente en el sistema disocial, prestando su apoyo a una u otra fuerza gobernante. En estos, la renuncia al bien común, y por lo tanto al orden político justo, se suma a la culpable complacencia o lamentación, según los gustos, ante los avances corruptores de la disociedad democrática.

7) Aunque sea la justificación favorita de los católicos integrados en el sistema, la cuestión de la pretendida "efectividad" es también esgrimida, a modo de argumento decisivo, por los movimientos "sociales" católicos y por los democristianos. Tal es el grado de alejamiento de los principios políticos naturales y cristianos, los cuales, como no podía ser menos, se rigen por la moral natural y católica, uno de cuyos axiomas más sagrados es el de que el fin no justifica los medios, nunca. Además, nada impide que confluyan nuestras fuerzas para eventuales bienes particulares y para evitar males mayores, pero esa concitación nunca ha de hacerse, como habitualmente se exige, ensombreciendo el fin último de la acción, el bien común. Es decir, la aspiración del orden político cristiano al servicio de ese bien común.


8) En gran parte, la culpa no ya de la inoperancia católica, sino del abisal grado de esa inoperancia, es debido a esa "fascinatio nugacitatis" , fascinación de las cosas sin valor, que domina a los "católicos profesionales" . Como dice el libro de la Sabiduría, esa fascinación "oscurece las cosas buenas". Invirtamos los términos: la única "unidad de acción" posible, no será la ligada a "operaciones concretas", es decir, a bienes particulares o a parches, sino la que se deduce de la unidad de finalidad: para lo cual debemos ser suficientemente unánimes sobre el orden político necesario para el bien común. Si, como parecen afirmar --nunca con claridad-- este desorden actual de cosas les vale y lo único que necesitamos es enderezarlo con acciones puntuales, queda claro que, aunque reducidos a un puñado ínfimo, los que sostenemos la esperanza política fiados sólo en la naturaleza de las cosas y en la fe y en la doctrina imperecederas de la Iglesia, no podemos ceder sin comprometer esos bienes que están por encima de nosotros.


9) Uno de los pilares de esa esperanza política (también "contra toda esperanza") es el de la legitimidad. No se trata solamente de mantener unos principios universales inviolables. Además, el bien común, como todo bien, procede de una "causa íntegra". En el caso de la comunidad política de las Españas, ahora reducida a su condición de bien común acumulado y latente, la constitución histórica de nuestra patria ha sido monárquica y la corona era la depositaria de la legitimidad política. Bajo esa legitimidad, despojados de defectos ideologizantes, cabrán agrupados y ordenados los esfuerzos de los que, de verdad y sin altisonantes retóricas desean contribuir al bien común.


10) Todos los intentos de aventuras políticas "católicas" en la historia reciente de España deberían servir para confirmar empíricamente lo que se deduce de los viejos principios. Los católicos que deseamos vivir --también en el orden político-- conforme a la doctrina de la Iglesia somos un grupo minúsculo. En parte el mal viene de muy lejos, como ya he señalado en otros lugares, del abandono de la doctrina social. La crisis atroz que vive la Iglesia ha agudizado el problema, acabando de desfigurar ante sus propios hijos las exigencias naturales y cristianas de la vida en común. No hay que darle muchas vueltas: sociológicamente somos un fleco ridículo en esta disociedad. Somos un "ruido estadístico" y pensar sobre nuestra acción política en términos que antepongan una efectividad puntual es una majadería. Sin embargo, en todo "tenemos presente el fin". Nuestra acción no servirá de mucho si no está penetrada de esa presencia del fin: desde la laboriosa adquisición de las virtudes necesarias para la justicia general (fortaleza, magnanimidad, templanza, liberalidad, ¡prudencia!), hasta el estudio y la explicación de la doctrina política a todo el que quiera conocerla, pasando por la creación de familias educadas en el servicio a ese bien común político o creando obras educativas, económicas o artísticas. En todo ello, la causa final es la instauración de un régimen --utilicemos nuestro lenguaje más propio-- de reinado social práctico de Nuestro Señor Jesucristo. Ése, y no otro, es el bien común (por limitado que sea) que nos es asequible en estas desdichadas circunstancias. Ése, y no otro, es el principal campo de batalla con nuestros equivocados hermanos los católicos extrañados de su herencia doctrinal, pero también de la naturaleza política.


11) Si algún día --quiéralo Dios-- hemos de poder levantar la mano para poner fin a este desorden perverso y para contribuir a la reconstrucció n de una sociedad justa y católica, será por Providencia de Dios y como un signo en medio de la Historia, como siempre lo fue antaño. El cristiano, teniendo en cuenta las distinciones anteriores, es hombre de oración y en la oración hemos de pedir conformarnos a los sabios designios de Dios. Y para no incurrir en la maldición del apóstol Santiago el menor, ésa de que pedimos y no recibimos porque pedimos para satisfacer nuestra concupiscencia, habremos de preparar ese momento con el cultivo de nuestros deberes de estado, con la adquisición de las virtudes conducentes a la justicia general y haciendo un resuelto apostolado político, transparente y sin concesiones. No hace tanto tiempo --y era ya entonces inverosímil-- que las laderas de Montejurra se llenaban de fieles carlistas, como siempre esperando contra toda esperanza. Como reclamaba "la pucelle", libremos, pues, el buen combate y Dios, si le place, dará la victoria. Nosotros seremos, llegado el caso, colaboradores asombrados, en primera línea de frente.

12) Con todas las limitaciones actuales, el germen --continuidad histórica de la legitimidad- - de esa fe política hispánica, es el carlismo. Cuando todas las fantasías se han intentado y han defraudado, sigue siendo la hora de la tradición española, martirial e improbable. Llena de sorpresas.


miércoles, 7 de noviembre de 2018

Golpe de Estado en Cataluña: Todos los cómplices del presidente

Golpe de Estado en Cataluña:

 Todos los cómplices del presidente

Pablo 1; Pedro O. Al fin se ha estrenado Casado como oposición en el Parlamento, 
sin miedo a que le llamen ‘facha’, y ha puesto a Sánchez en su sitio. Sí, Pedro es 
responsable del golpe ‘indepe’, pero no solo sino en compañía de otros.


Ha nacido un líder parlamentario, al desenvainar el verbo con un alegato inapelable: Sánchez es
 “partícipe y responsable de un golpe de Estado que está en curso en Cataluña”. Genial.
Sólo hay dos peros en la intervención de Pablo. Primero, ¿habría optado por esta contundente 
ínea sin la remontada y la amenaza electoral de Vox? …o más bien hubiera seguido el 
guión-pantunfla de don Mariano. ¿Trata de arañar votos por su derecha? Si es así, hay que felicitarse
 de la aparición de una nueva fuerza política que está galvanizando a una derechita cobarde al 
orde del encefalograma plano.
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El segundo ‘pero’ es que Sánchez no es el único responsable en la amenaza contra la unidad de España.
 Tiene mucha culpa, ya que está en el poder gracias al apoyo de quienes quieren destruirla; y quiere 
mantenerse en la poltrona confeccionado unos presupuestos, mano a mano con el comisario
 bolivariano en España, que alimentará aún más a la fiera golpista. Parte de la subida de impuestos
Pero sin otros cómplices, próximos o remotos, no tendríamos golpe en Cataluña y un proceso 
enquistado que cada vez es más difícil de resolver.
Santiago Carrillo, líder del Partido Comunista, saluda a Adolfo Suárez
Los podríamos agrupar en tres grandes bloques.
Primero, los políticos de la Transición, con Adolfo Suárez a la cabeza, que cometieron el grave
 error de abrir la puerta a los nacionalismos. Fue una maniobra audaz legalizar el Partido 
Comunista en 1977 y, a la larga, de habilidad política, pues el dinosaurio marxista fue perdiendo fuelle.
Los nacionalismos vasco y catalán no eran pesados diplodocus sino ágiles y voraces velocirraptors
Pero les faltó visión al dar carta de naturaleza a los nacionalismos vasco y catalán, que no eran 
pesados diplodocus sino ágiles y voraces velocirraptors.
Los políticos de la Transición diseñaron la ley electoral a su medida; los convirtieron en árbitros de
 la gobernación, obligando a PP y PSOE a pactar con ellos, cuando éstos carecían de mayoría; y
 crearon el Estado de las Autonomías para que PNV y CiU pudieran sentar sus reales en el País Vasco
 y Cataluña, tejer redes clientelares y gobernar ininterrumpidamente durante décadas (cierto también 
gobernaron los socialistas, pero lo de Patxi López y Maragall-Montilla fueron breves paréntesis de
 monaguillos colaboracionistas).
Parece obvio que de no haber existido nacionalismo vasco y catalán no se hubiera planteado 
el Estado autonómico. Piénsenlo. Ergo…
Segundo, los Gobiernos centrales (primero González y Aznar, después Zapatero) pagando 
el peaje del PNV y de CiU a cambio del apoyo parlamentario, vendiendo a España por un plato 
de lentejas. En la cuneta quedaron muertos (las 800 víctimas de ETA) y dinero (los millones de 
todos los españoles) con los que se privilegió a los cortijos peneuvista y convergente.
Zapatero llevó las cosas al extremo al negociar con los terroristas (a través de los emisarios del PSE) 
y al poner alfombra roja al Estatut catalán. Resultado: abrió la caja de Pandora.
No se puede entender la deriva de Artur Mas con la consulta ilegal del 9-N (2014), primer acto 
de la farsa del referéndum ilegal de 2017, sin el Estatut permitido/jaleado por Zapatero y el caldo 
de cultivo independentista durante la etapa del Tripartito (PSC-Esquerra-ICV).
Tercero, González, Aznar y Zapatero (por partida doble) por transferir las competencias de 
Educación a Cataluña y permitir que el nacionalismo troquelara las cabecitas de los escolares,
 incubando el resentimiento contra el resto de España, mediante el adoctrinamiento,  las mentiras 
y las tergiversaciones de la Historia.
El expresidente del Gobierno, José María Aznar /Efe
El expresidente del Gobierno, José María Aznar /Efe
Los nacionalistas tenían bien aprendida la lección de Gramsci. Sabían que si minaban el campo de
 la educación, tendrían la sartén por el mango durante generaciones. A ello se han empleado. 
De poco sirve el 155 si parte de la sociedad catalana está infectada por el virus.
Quedan, a otro nivel, de menor responsabilidad, los ambiguos o los contemporizadores. Sorprende,
 por ejemplo, que parte de la clase empresarial catalana (reunidos en el Foro Puente Aéreo junto con
 empresarios de Madrid) le haya transmitido a Pablo Casado que debe moderar su mensaje, porque
 resulta radical.
¿No es radical el quebranto económico que leestá costando a esa comunidad (30.000 millones de euros en depósitos) y la destrucción de empleo?
¿Radical decir la verdad?, ¿y no es radical la sedición, la malversación de fondos, el referéndum 
ilegal o dividir en dos a la sociedad catalana?, ¿no es radical quemar retratos del Rey?, ¿no es 
radical el quebranto económico que le está costando a esa comunidad (30.000 millones de euros en
 depósitos y la pérdida del liderazgo de PIB en España por la fuga de empresas, desplome del
 consumo y destrucción de empleo)? Algo que deberían saber muy bien los empresarios (entre ellos, 
el presidente de Planeta, una de las compañías que ha tenido que marchar al exilio).
La crisis catalana, la mayor amenaza contra la unidad de España desde que llegó la democracia,
 no tiene un responsable sino muchos. En realidad una larga cadena de errores, culpas o negligencias. 
 Torra o Puigdemont son sólo los últimos eslabones. Y Sánchez el gran cómplice. Pero hay muchos
 otros, por acción u omisión, de izquierdas, de derechas y mediopensionistas.