La permeabilidad de las fronteras europeas queda de nuevo de manifiesto con la decisión del Gobierno español.
Europa vive en crisis permanente. Tras el final del tan traído sistema de cuotas, Bruselas es incapaz de articular un nuevo plan migratorio y los principales dirigentes se enfrentan a la oposición -cada vez mayor- del grupo de Visegrado y el nuevo Gobierno italiano. El pacto entre el M5S y Liga Norte ha permitido a Mateo Salvini alcanzar el Ministerio del Interior y una de sus primeras medidas ha sido cerrar los puertos a los barcos procedentes de Libia: “No seremos aliados de las mafias”, sentenció el italiano.

En España, Pedro Sánchez alcanzaba la presidencia del Gobierno tras sacar adelante la moción de censura contra Mariano Rajoy. Tras conformar un Ejecutivo lleno de rostros conocidos, el socialista necesitaba un golpe de efecto para contentar al progresismo. Entre tanto, Salvini rechazaba la llegada de un barco -el ya famoso Aquarius- con casi 700 inmigrantes a bordo a las costas italianas.
Sánchez aprovechó su oportunidad y, en un irreprochable gesto humanitario (después analizaremos sus consecuencias), ofreció al Aquarius el puerto de Valencia y a los inmigrantes que viajaban a bordo la posibilidad de permanecer 40 días sin control en nuestro territorio. El pasado domingo desembarcaron los últimos africanos que viajaban a bordo de la embarcación en la ciudad del Turia, donde eran recibidos por una masa mediática sin precedentes en Tarifa, escenario habitual de este tipo de escenas.
Tras una primera noche en Cheste, donde fueron atendidos por Cruz Roja, numerosos inmigrantes decidieron tomar la carretera para viajar a otras partes del país o incluso dar el salto a Francia. Emmanuel Macron se lavó las manos durante el rescate, rechazando acoger la embarcación en la costa mediterránea francesa o en Córcega, y no parece dispuesto a tramitar las solicitudes de asilo: “Tenemos que estudiar todas las claves”, sentenció.
Los inmigrantes tendrán un permiso especial de 45 días para legalizar su situación en cualquier país del espacio comunitario. Es decir, pasado ese plazo, a los que no cumplan ningún requisito para residir en España se les abrirán procedimientos para devolverlos a su país.
Los inmigrantes del Aquarius pueden optar por solicitar asilo para acceder a un estatus de refugiado o protección subsidiaria. Los que no encajen en estas figuras y se consideren migrantes económicos aún tienen la posibilidad de obtener un permiso por razones humanitarias si cumplen con algunas de las condiciones exigidas.

El funeral de Schengen

La decisión de Sánchez compromete el futuro del espacio de libre circulación. ¿Por qué? Vamos a la definición…

El espacio Schengen o espacio de Schengen es el área que comprende a 26 países europeos que han abolido los controles fronterizos en las fronteras comunes, también conocidas como fronteras internas. El espacio se creó en 1985 por el Acuerdo de Schengen y empezó a funcionar en 1995 para suprimir las fronteras comunes entre los países integrantes y establecer controles comunes en las exteriores de esos países. En la práctica, el espacio Schengen funciona en términos migratorios como un solo país, con una política común de visados.
¿Qué viabilidad tiene un espacio que conjuga los intereses de 26 países cuando uno de ellos decide acoger por su propia cuenta barcos procedentes del norte de África?
Sánchez y el Aquarius han comprometido su futuro en un momento muy arriesgado para la política comunitaria. Schengen vive en crisis permanente desde la oleada de atentados terroristas que ha sacudido Europa en los últimos dos años y medio. Los yihadistas se valieron de las lindezas del espacio de circulación para viajar de Siria a Bruselas con total impunidad. Numerosos dirigentes europeos han reclamado su suspensión, pero Angela Merkel y Emmanuel Macron no parecen dispuestos a dar el paso.
El ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, exigió suspender el tratado de Schengen por tiempo indeterminado e intensificar el control de las fronteras en Alemania. “El control de nuestras fronteras tiene que mantenerse mientras la UE no esté en condiciones de proteger sus fronteras exteriores y eso es algo que no veo posible en un futuro próximo”, sentenció.
Más contundentes se han mostrado los líderes de Visegrado. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, pidió su suspensión en una carta dirigida a Jean-Claude Juncker: “Hungría no es un país de inmigración y no lo quiere ser. Tampoco puede aceptar que le obliguen a este cambio”.

“El concepto de solidaridad descrito en su carta no es otra cosa que una propuesta de convertir a Hungría en un país de inmigración, frente a la voluntad de los ciudadanos húngaros. Pienso que esto no es solidaridad, sino violencia”, aseveró.

La realidad de Libia

Siete años después del alzamiento rebelde contra la dictadura de Muamar el Gadafi, Libia es un gran supermercado del contrabando, dividido, sin gobierno y al servicio de las milicias, en el que se comercia con personas, combustible y armas y se violan los derechos humanos.
Barack Obama admitió que su mayor fracaso como presidente fue no pensar en las consecuencias de la intervención en Libia, después de la cual el país se vio sumido en el caos. El premio Nobel de la Paz, con la inestimable ayuda de Clinton, se dedicó a armar y financiar a decenas de grupos rebeldes, que después se han agrupado en clanes y han reclamado el poder en el país. Un escenario muy similar hubiera tenido lugar en Siria si finalmente hubiera caído el régimen de Bashar Al Assad.
Libia, la Libia que conocimos durante años, terminó con la muerte del tirano. Lo que pudiera parecer una incongruencia, pues las potencias occidentales encubrieron las Primaveras Árabes bajo el pretexto humanitario, se convirtió en una realidad a tenor de la situación actual del país. En realidad ya no existe país como tal, pues mafias migratorias y señores de la guerra se reparten el poder. En diciembre de 2015, y con la mediación de las Naciones Unidas, se formó un Gobierno de acuerdo nacional para intentar devolver la estabilidad y la paz al país. Sin embargo, este Ejecutivo, con sede en Trípoli, aún no ha podido consolidar su autoridad sobre el Estado, en donde existen varias facciones opositoras y otro Parlamento, con sede en Tobruk.
El país volvió a la primera plana mundial tras un reportaje de la BBC que mostraba la venta de esclavos en mercadillos de todo el país. “200 euros los más débiles, los otros te los dejo en 500”. Secuestrados y vendidos como esclavos, este es el destino final de muchas de las personas que llegan a la zona para cruzar el mar Mediterráneo atraídas por las ofertas de las hampas.

Esclavos a precio de saldo

“Capturados, mutilados y cocinados”. Así resumió Femi Fani-Kayode, exministro de Cultura de Nigeria, el destino final de los esclavos nigerianos que llegan a Libia.
Fani-Kayode lamentó y denunció la difícil situación de los africanos subsaharianos que llegan a la costa mediterránea con la esperanza de llevar una vida mejor en Europa, pero que son capturados y tratados como esclavos.
El exministro, que estudió leyes en la Universidad de Cambridge, aseguró que tres cuartas partes de las personas capturadas por bandas criminales y vendidas como esclavas en Libia en la región provenían del sur de Nigeria.
“Sus cuerpos fueron mutilados, sus órganos extraídos y luego son asados. ¡Asados vivos! Esto es lo que hacen los libios a los africanos subsaharianos que buscan un punto de tránsito hacia Europa. Los venden como esclavos y los asesinan, mutilan, torturan o los hacen trabajar hasta la muerte”, denunció.