Pablo Casado (PP) y Santiago Abascal (Vox), junto a la imagen de un embrión humano en desarrollo.
Pablo Casado (PP) y Santiago Abascal (Vox), junto a la imagen de un embrión humano en desarrollo.
Ni rastro del aborto. Por más que preguntan los entrevistadores en estos últimos días, no hay forma de
 sacar a los representantes políticos cuáles son sus intenciones sobre la ley del aborto. Después de 
las contundentes declaraciones de Casado y Abascal hace días sobre su compromiso de derogación
 parece ser que se ha decidido correr un tupido velo sobre el tema. Tal vez sus asesores y equipos de 
comunicación han recomendado que se evite hablar del aborto, que eso quita votos, o despista 
de los temas fundamentales, entre los que no debe estar el derecho a la vida. Y claro, eso se nota.
Cuando te preguntan qué vas a hacer con la ley del aborto y empiezas a decir que vas a ayudar a 
las embarazadas, que vas a conseguir que la mujer que no quiere abortar no lo haga, etc, etc, los 
que ya tenemos un poco de experiencia en “recules y traiciones” vemos por dónde va la cosa.
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Hace unos meses muchos venían a decirnos que iban a ser la solución a esa falta de principios y
 valores del PP de Rajoy, que iban a recuperar a ese sector de la sociedad española que creía en la
 familia y el derecho a la vida, y de nuevo se hizo la luz. Estoy segura de que la intención sigue
 siendo la misma, pero empiezo a removerme en la silla cada vez que, ante la pregunta sobre 
qué harán PP y VOX con el aborto no encuentro una respuesta clara y contundente
Y ese tema es para mí fundamental.
Ya sabemos mucho de traiciones, de sí pero no, de estar a favor de la vida en general, de escaqueos y de renuncias cuando pensamos en clave electoral. Ahora ya no nos la cuelan
Sé que hay muchos temas importantes, la unidad de España, la inmigración, la violencia doméstica,
 y sobre ellos se habla claro, se da la batalla a fondo, no se esquivan las preguntas y no se diluyen
 las respuestas. Pero con el aborto la cosa cambia.
Tengo que saber si mi voto va a servir para derogar la ley del aborto. Tengo que saber si este
 será un punto innegociable a la hora de pactar entre unos y otros. Tengo que saber si mi voto 
va a ser de utilidad para los miles de niños que podrán nacer, sin una ley de plazos que amenace su 
supervivencia. Y por ahora estoy en un “sin vivir”.
Recomiendo a los aspirantes a gobernar España que, lejos de evitar el tema, lo aborden. Ya sabemos
 mucho de traiciones, de sí pero no, de estar a favor de la vida en general, de escaqueos y de renuncias
cuando pensamos en clave electoral. Ahora ya no nos la cuelan.
Por eso, cuanto antes se tome una decisión sobre lo que se va a hacer y decir sobre el aborto,
 mejor. Marear la perdiz sólo lleva a desencanto y a más de lo mismo. Hacerse el longui y
 confiar en que actuarán cuando llegue el momento es demasiado arriesgado. Necesitamos la 
palabra dada para poder pedir que se rindan cuentas. Los españoles merecemos ese compromiso
 y muchos no entenderíamos que se rehusara a darlo en público. Clarito, sencillo, “meridiano”.
 Haré esto y lo otro, y lo pondré encima de la mesa como un principio irrenunciable. Sólo así
 sabremos si nuestro voto servirá para acercarnos al aborto cero, sólo así sabremos si, en el aborto, 
nuestro voto será útil.