miércoles, 25 de marzo de 2020

«El charlatán de la Moncloa» (artículo censurado al escritor Alfonso Ussía en La Razón)

«El charlatán de la Moncloa» (artículo censurado al escritor Alfonso Ussía en La Razón)


Alfonso Ussía.- Sánchez no se atreve a enfrentarse a una rueda de prensa abierta, libre y sin censuras en las preguntas. Es un timador. El pasado martes habló – mejor escrito, leyó-, durante una hora para no decir nada, y terminada su lectura, un hombre muy respetuoso, le formuló cuatro cariñosas preguntas cuyas respuestas ya tenía preparadas. El periodismo también es culpable. Se confirma, que aprovechando el barullo y la paralización de la ciudadanía en sus encierros domésticos, Sánchez ha ratificado al comunista bolivariano Iglesias en la Comisión del CNI. Me decepcionó que Casado se olvidara de semejante barbaridad. Esa designación supera con creces el calificativo de traición, pero al español confinado esos detallitos no le preocupan, de momento.

Si ya quedó mal Sánchez leyendo su homilía y respondiendo a las preguntas elegidas de cuatro amiguetes, ya me dirán lo que hubiese ocurrido si los periodistas que asistieron a la prédica verborreica de Sánchez hubieran sido profesionales libres. -¿Por qué admitió usted que uno de sus vicepresidentes en cuarentena, se sentara a su lado en un Consejo de Ministros? ¿Por qué no tuvo usted la firmeza cívica de obligarle a abandonar la mesa? ¿Relaciona usted el contagio del coronavirus de su esposa y la compañera de Iglesias con la manifestación feminista del 8 de marzo? ¿Ha leído las conclusiones de la OMS y de una buena parte de los dirigentes europeos que consideran una barbaridad haber permitido esa concentración? ¿Fue el vicepresidente Iglesias el que le coaccionó para actuar con tan demostrada irresponsabilidad y cobardía? ¿Sabía ya, cuando autorizó semejante gamberrada infecciosa que pocas horas más tarde declararía el Estado de Alerta? ¿Dónde están esos 200.000 millones de euros de los que usted presume? ¿Ha iniciado su reparto, o está a la espera de reunirlos? ¿Por qué ordenó en su momento, a principios de su mandato, el desmantelamiento del hospital de campaña más avanzado del mundo diseñado y construido por el Cuerpo de Sanidad Militar? ¿Relaciona usted el lamentable contagio de su esposa con su asistencia a la manifestación y los besos que intercambió con la ministra de Igualdad, la gran promotora de la farsa? ¿Confía usted en la creciente mansedumbre de los españoles durante su confinamiento hogareño, o teme que finalizada la cuarentena, actúen judicialmente contra ustedes por su insuperable incompetencia, sus mentiras, sus ocultamientos y sus desvergüenzas en la gobernación de España? ¿Recibió en su momento los informes científicos que le advertían de una propagación masiva del virus si no se adoptaban las medidas necesarias para impedirla? Y por último, señor Sánchez.
Como Presidente del Gobierno de una Estado democrático y libre, al menos hasta su llegada al poder, ¿por qué impide la presencia y las preguntas de los periodistas independientes, tal como hicieron sus predecesores, incluido el calamitoso y nefasto Rodríguez-Zapatero? ¿Se trata de una consigna soviética de Podemos? Y perdón, porque la última nunca es la última. ¿Por qué sigue bajándose los pantalones, y posteriormente los calzoncillos, y después de ello mostrándoles el culo a los separatistas catalanes para que le propinen una patada en el trasero de todos los españoles?
Gracias, señor, Sánchez. Le deseamos una feliz estancia en su hogar, y una pronta comparecencia, acompañado de su cómplice antiprofiláctico ante el Tribunal Supremo. Creo que haría usted bien en saber que su vicepresidente en cuarentena que se salta la cuarentena, y cuya compañera padece de la pandemia, llevó a la manifestación a una niña de pocos meses de edad, lo cual es de esperar que se le antoje como una imprudencia establecida en los ámbitos del delito contra los menores.
Una hora de cotorra y cuatro preguntas preparadas. Para mí, que el periodismo libre haría bien en sentirse avergonzado. No está España para saberse gobernada por Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón o los inspectores de policía de los libros de Tintín, Dupont o Dupond. ¡Qué tediosos y afectados botarates! Le preguntaron en una rueda de prensa libre, en la Casa Blanca, al Presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Johnson el motivo de su reafirmación en el cargo de Director del FBI del nada popular J.Edgar Hoover. Y Johnson, que no tenía la respuesta preparada respondió con lozana frescura y sinceridad. «Es mejor tener a ese individuo dentro de mi tienda y meando hacia afuera, que fuera de mi tienda y meando hacia dentro». El problema de los españoles no se soluciona buscando la bondad o maldad de elegir bien el destino de la micción. Los españoles tenemos a dos individuos, socios de Gobierno, que están en la azotea haciendo pis hacia abajo, allá donde nos encontramos todos, y sin boina.
No obstante, uno confía en una reacción ciudadana cuando se abran las puertas de nuestras casas y las voces de la indignación puedan ser oídas. Y las empresas que presumen de periodismo libre, que se lo miren o dejen de enviar a sus profesionales a una representación teatral.

Una concejala ultraizquierdista canaria cree que el coronavirus es un aviso de la naturaleza contra el exceso de viejos en la Tierra

Una concejala ultraizquierdista canaria cree que el coronavirus es un aviso de la naturaleza contra el exceso de viejos en la Tierra

Alerta Digital


La concejal de Somos Lanzarote (coaligado con Podemos) en el Ayuntamiento de Arrecife, Elisabeth Merino, ha afirmado que el coronavirus «es un aviso de la naturaleza de que puede ser que estemos llenando la Tierra de muchas personas mayores y no de jóvenes”.

En una radio local de Lanzarote, esta concejal de un partido «de izquierdas y ecologista» lanzó hace unos días su particular «teoría». Según Merino, sería la propia naturaleza quien ha lanzado el coronavirus para dar un toque a la humanidad porque hemos colapsado el planeta con demasiados ancianos.
«Yo pienso que ahora mismo el virus sólo está atacando a personas mayores, no a los jóvenes ni a los niños. No hay ningún caso que se haya detectado a ningún menor, sólo a las personas mayores. Pienso que este virus que ha mutado ya dos veces para que no lo pillen, creo que nos está dando la naturaleza un aviso de que puede ser que estemos llenando la Tierra de muchas personas mayores y no de jóvenes».
Sorprende que a la concejala izquierdista se le escapara un detalle que le ayudaría a responderse a sí misma. Si en países como España hay menos jóvenes que ancianos se debe sobre todo a la promoción del aborto por parte de ideologías como la que ella defiende.
España destina casi diez veces más por año a abortos que al cuidado prenatal: 34 millones de euros a financiar el aborto por año y 3,6 millones a la mujer embarazada.
Cada día hay un promedio de 300 abortos en España. Cada año, alrededor de 100 000 menores son abortados en España, que en la última década asciende a más de un millón. Existe un desamparo legal para esos menores que genera un impacto social.
Si su preocupación fuese sincera, la edil feminista tendría que empezar por denunciar las prácticas abortistas, que ha provocado una población cada vez más envejecida y una inmigración salvaje promovida desde los gobiernos. La consecuencia evidente es que se va, deliberadamente o no, a la progresiva sustitución de la población española (cultural y genética), por una amalgama cultural y étnica de origen fundamentalmente africano. Un pueblo envejecido es un pueblo sin futuro, y un pueblo sin cultura propia se disuelve en la nada.
Tras la polémica que han generado sus manifestaciones, la concejala canaria ha querido rectificar sus palabras:
“Pienso que me expresé mal. No supe trasladar correctamente una opinión, puesto que no soy ni mucho menos una experta en esta cuestión. Me equivoqué en este tema”, ha afirmado la edil, después de que este fin de semana se haya hecho viral el corte con esas declaraciones, que se han compartido por distintas redes sociales.

Covid-19: técnica del golpe de Estado (Jose Javier Esparza)

Covid-19: técnica del golpe de Estado


Es una evidencia que el  está utilizando la crisis del coronavirus para obtener el mayor rédito político en términos de poder puro y desnudo. Ya antes había quedado claro que este Gobierno pretendía compensar la precariedad de su mayoría parlamentaria con una ocupación masiva de los resortes del poder: véanse gestos como el nombramiento de la ex ministra de Justicia como Fiscal General del Estado, el control férreo sobre el poder legislativo o el afianzamiento de la hegemonía en los principales medios de comunicación, que iban muy claramente en ese sentido. Ahora la gran crisis le ha dado la oportunidad de estrechar el lazo.
Los hechos son muy elocuentes:
Primero: la declaración del estado de alarma, supuesto constitucional plenamente justificado por la emergencia sanitaria, pero que el Gobierno ha interpretado de manera amplia para atribuirse la potestad de intervenir, requisar, limitar y prohibir hasta un punto nunca antes visto.
Segundo: aprovechando la declaración del , el líder de la pata comunista del Gobierno, el vicepresidente Iglesias, aventura la idea de nacionalizar los servicios sanitarios privados.
Tercero: el decreto del estado de alarma, de manera completamente intempestiva, modifica la ley de los servicios de seguridad, el CNI, para introducir en su cúpula al vicepresidente Iglesias y al hombre de confianza de Sánchez, Iván Redondo.
Cuarto: acto seguido, el Gobierno procede a la supresión de facto de cualquier control parlamentario y centraliza toda la acción legislativa en la presidenta del Congreso.
Quinto: el 19 de marzo se publica la Orden SND/261/2020 que viene a poner en manos del ministro de Justicia toda la actividad judicial, al margen de los órganos específicamente judiciales.
Atención a los pasos: reforzamiento extremo del poder ejecutivo, neutralización del poder legislativo, reducción del poder judicial. ¿Realmente el estado de alarma exigía todo eso? La respuesta es no. Este Gobierno, al cobijo del estado de alarma, ha emprendido una peligrosa senda autoritaria. La pregunta es por qué, con qué fin.
En una circunstancia como la que estamos viviendo, nadie discute la necesidad de centralizar los resortes del Estado en aras de la eficacia: bien está dar autoridad al Ejecutivo si eso sirve para reducir los efectos de la pandemia. Ahora bien, en España se dan dos circunstancias completamente singulares, que no concurren en ningún otro país europeo y que despiertan una inevitable inquietud. Una es que en el Consejo de Ministros se sienta un partido como Podemos, que múltiples veces ha manifestado su nulo aprecio por la “democracia burguesa” y cuyo modelo, abiertamente proclamado, es el socialismo bolivariano. La otra es que la mayoría gubernamental se sustenta sobre fuerzas separatistas que no han ocultado su deseo de desgarrar el Estado y destruir el tejido nacional, incluso violentamente. De unos y otros, comunistas y separatistas, sólo puede esperarse –y sería estúpido esperar lo contrario- que utilicen cualquier pretexto para llevar a cabo su propósito, que en ambos casos es la cancelación del modelo de Estado vigente y su sustitución por otra cosa. Ante tal paisaje, ¿pueden ponerse los resortes del Estado en manos tan poco seguras?
Cómo se da un 
Un golpe de Estado es, ante todo, una operación técnica de control de los resortes del poder al margen de los cauces convencionales. No es preciso que sea violento, aunque ocasionalmente pueda concurrir violencia. Un golpe no es una insurrección, una sublevación, una asonada ni una revolución. O no tiene por qué serlo. Un golpe puede ser, simplemente, una maniobra burocrática de manipulación de los cauces legales.

Lo que define al golpe de Estado es, precisamente ese carácter “técnico”: el Estado es una máquina con sus palancas ejecutivas, legislativas, judiciales, económicas y mediáticas, y el golpe consiste en hacerse con el control de ellas en parte o por entero. Eso lo vio muy bien  en su clásico Técnicas del golpe de Estado cuando señaló el 18 Brumario de Napoleón Bonaparte como el primer golpe de Estado moderno: en noviembre de 1799, un general, con un mínimo uso de la fuerza, se hace nombrar cónsul por el Consejo de los Ancianos, es decir, por el legítimo poder legislativo. No se derribó a un Estado para construir otro de nuevo cuño, sino que se produjo un cambio radical de poder dentro del propio Estado, con los instrumentos ya establecidos. Tales instrumentos no tienen por qué ser los institucionales, sino que también pueden ser los estrictamente materiales: cuando Trotski dirigió el golpe revolucionario de 1917 –bien lo señala Malaparte-, no se dirigió a la Duma, ya inservible, sino a las centrales eléctricas, las estaciones de ferrocarril y los puestos de correos.

El golpe siempre viene en una situación de excepción. En el caso de Bonaparte, la situación excepcional vino servida por la conspiración de los jacobinos contra el Gobierno. Algo parecido invocó Hitler para la “noche de los cuchillos largos”, en la que purgó a fondo su propio movimiento. La situación excepcional, en la que el poder queda colgando del vacío, es siempre propicia para estimular las ambiciones. Esa situación puede venir sola, al hilo de acontecimientos imprevistos –por ejemplo, una grave -, o puede ser provocada mediante una estrategia revolucionaria de desestabilización. En uno u otro caso, lo determinante es la aparición de una fuerza que se muestra dispuesta a cabalgar la situación excepcional para imponerse sobre cualquier adversario. Porque es verdad que en última instancia, como decía Carl Schmitt, soberano es quien decide en el estado de excepción. En condiciones normales de convivencia pacífica podemos hacer retórica con fórmulas como la de “soberanía popular”, pero el hecho es que soberano, en el sentido estrictamente etimológico del término, sólo es quien demuestra estar por encima de los demás, que eso quiere decir superanus. Y nada mejor que un estado de excepción para ponerlo a prueba.
Hoy, en un sistema complejo como es el nuestro, resulta poco imaginable un golpe al antiguo estilo, con ocupación de infraestructuras o neutralización de instituciones. Sin embargo, es perfectamente factible un golpe de Boletín Oficial que haga todas esas cosas de manera aséptica amparándose, por ejemplo, en una catástrofe natural o en un estado de alarma sanitaria, es decir, en una situación excepcional. Teóricamente, en nuestro ordenamiento jurídico, el poder ejecutivo no puede decretar tales estados sin pasar por el aval parlamentario, pero todos sabemos que el poder legislativo, en España, no es otra cosa que una prolongación de los partidos políticos y, por esa vía, del poder ejecutivo. Si además reducimos el Parlamento a cero, como acaba de hacer nuestro Gobierno, entonces estamos a un paso del golpe. Al menos, técnicamente hablando.
La situación es la que es: tenemos un poder ejecutivo que se ha arrogado funciones extremas y que ha emasculado literalmente a los otros dos poderes. La situación de excepción que ha propiciado el decreto de alarma permite ahora mismo al Gobierno hacer lo que le venga en gana. Tenemos las libertades de circulación y reunión suspendidas por razones sanitarias e intervenidas por las fuerzas de seguridad, y la libertad de expresión, confinada en la selva virtual de Internet. Habría que remontarse a los años cuarenta, en una situación de posguerra civil, para hallar un precedente de semejante acumulación de poder. Y hay que estar atentos a los próximos pasos, porque el estado de alarma va a prorrogarse quince días más y esto parece lejos de amainar.