El derecho a un padre. Algo tan elemental que, hace no muchos años, sonaría a perogrullada tan elemental como que las niñas tiene vulva y los niños, pene. Pero vivimos en ese tiempo que anunciaba Chesterton, cuando haya que organizar hogueras para sostener que dos más dos es cuatro.
Es lo que han reivindicado este pasado domingo en las calles de París miles de personas, precisamente para protestar contra un proyecto de ley que negaría a los niños el derecho a un padre.
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Marchons Enfants, nombre de la marcha, reaccionaba así a un proyecto de ley de reforma social (PMA) francés que legalizaría la fertilización in vitro para mujeres solteras y parejas de lesbianas. Es decir, que avanzaría en ese camino ya tan transitado de convertir al niño, al ser humano en su origen, en un producto de consumo, en un ‘derecho’ al capricho de los adultos, sin tener en cuenta una necesidad tan básica, tan reconocida por cualquier psicólogo infantil o experto en desarrollo como es tener un padre.
Hasta ahora era ilegal en Francia que una persona sin pareja heterosexual estable accediese a la fertilización in vitro en el país. Pero ahora, la Asamblea acaba de aprobar el nuevo proyecto de ley por 55 votos contra 17.
En la habitual guerra de cifras, el número de manifestantes ha oscilado entre las decenas de miles a los 600.000 que reivindican los organizados. Marchaban bajo un lema que parafrasea al de la República Francesa: «Libertad, Igualdad, Paternidad», y en general a lo largo de la manifestaciones se coreaban consignas que recordaban la importancia de la figura del padre, tan denostada en nuestra civilización hoy.
«Esta protesta es una advertencia para el gobierno», señaló ante los periodistas Ludovine de la Rochère, responsable de La Manif Pour Tous, que es el grupo que organiza esta manifestación como ha organizado muchas otras en defensa de la familia, siempre con enorme éxito. La organización ha presentado al Gobierno cuatro exigencias: una moratoria a este proyecto de ley, aplicar el principio de precaución a la filiación y procreación humana, desarrollar un plan nacional para promover la fertilidad y promover una gran iniciativa internacional contra la maternidad subrogada, que no es más que la descarada mercantilización de los seres humanos.
El proyecto de ley PMA es solo una parte de una legislación de bioética más amplia que se debate en la Asamblea Nacional, respondiendo a una promesa de campaña del presidente, Emmanuel Macron. Esta legislación busca actualizar y reemplazar la legislación promulgada en 2011 e incluirá estatutos sobre embriones y pruebas genéticas. El proyecto de ley PMA ha suscitado un vivo debate y cuenta con la cerrada oposición del episcopado francés.
El arzobispo Pierre d’Ornellas de Rennes, Francia, encabezó el grupo de trabajo de los obispos y explicó que la ley «crearía desigualdades entre los niños dependiendo de si tienen o no un padre».También criticó el proyecto de ley PMA por negar «las realidades del cuerpo y la carnalidad» y poner la voluntad de los padres por encima de los derechos y el interés superior del niño. Además, los obispos predijeron que el proyecto de ley PMA abriría la puerta a la eugenesia.

El proyecto de ley PMA necesita la aprobación de la cámara alta del Parlamento antes de que pueda convertirse en ley. Los partidarios del proyecto de ley desearían que esto suceda en la primavera de 2020.
El sitio web de La Manif Pour Tous explica que ya hay una escasez de donantes de esperma y las parejas francesas suelen esperar entre uno y dos años de media para recibir una donación. La creciente demanda de esperma abrirá el «mercado de cría» en Francia, que ya se estima en 5 mil millones de dólares en todo el mundo. «Y porque desde el momento en que compramos gametos, surgirá la cuestión de la calidad y vendrá la selección del sexo, el color de los ojos u otros criterios específicos para cada deseo, como ya es el caso con los Estados Unidos».
Los tratamientos de fertilidad in vitro, se están convirtiendo en todo el mundo en un boyante negocio que contribuye a la mentalidad reinante de convertir a los seres humanos en artículos de consumo, trivializando inevitablemente el valor de la vida humana y transformando el misterio de la vida en materia de hipermercado.
Pero en el mundo del intercambio comercial, en el mercado, se aplican de forma habitual unas prácticas que, aplicadas a un ser humano, revelan nuestro espantoso nivel de deshumanización. Por ejemplo, cualquiera de nosotros devolverá a la tienda o a la fábrica un artículo que tenga algún defecto o no corresponda a lo que hemos pedido. ¿Qué hay más natural? Pero, cuando se trata de seres humanos, esa ‘devolución’ es directamente una estrategia y un horror.

The Washington Post publicó recientemente la historia de Danielle Rizzo, una lesbiana que concibió dos hijos adquiriendo el esperma de un donante, para descubrir luego que el padre biológico podría haber transmitido a los niños una serie de defectos congénitos.