En este país tan obsesionado en querer ser algo, en lo que sea, pero en algo, estamos logrando cotas inimaginables hace cuarenta años. Hemos pasado de ministros debidamente vestidos para el cargo, a traperos con pelajos sin lavar ni afeitar. Hemos pasado de guardar ciertas formas y hasta un cierto respeto hacia las tradiciones, costumbres y creencias ajenas, a no respetar ni a la madre que parió a todos esos "prójimos". Y así, pasito a pasito, dejando de perseguir el trapicheo de las drogas cuando son para el propio uso -aunque el suicidio "asistido" o sin asistencia sigue estando más o menos penado-, como llegar a acostumbrarnos a que la nena se quite las bragas y a las pocas semanas habiendo quedado preñada muchas veces no sabe ni de quién, ¡hala! al abortero de la esquina, un poquito de descanso y "abstinencia de carne" antes de volver a las andadas. Las hay que ya hasta marcan mediante un tatuaje en el muslamen o una muesca en las bragas, una por cada aborto llevado a cabo. Y lo mismo se puede decir de la pornografía que de ser un negocio delictivo, de explotaciones diversas, de humillaciones, de rebajas del ser humano hasta la más abyecta de las animalidades, se ha convertido en una "próspera" industria cinematográfica dándonos a conocer a nuevas estrellas que no "usan" prendas rosas precisamente.

Y, pasito a pasito, entre discusiones, entre debates estériles por la inanidad, usando argumentos sensibleros, justificando lo injustificable, hemos llegado a dar ese gran paso, uno más en la carrera de la ignominia, de aprobar una ley criminal, otra, una más para la cuenta de resultados de un régimen putrefacto que hace décadas nació muerto pero que gracias al "parto de los montes" hasta lograron hacerlo vivir artificiosamente como aborto viable durante un tiempo, el necesario para llegar a hoy, a base de intercambios de fruslerías y componendas, todas ellas muestras de las mayores inmoralidades, que han llevado a la práctica destrucción de España y de su civilización hispana. Ahora ya tenemos el "deshonor", la ignominiosa mancha imborrable, de ser el sexto país del mundo en aprobar el crimen asistido entre el segundo y terceros grupos de entre los más débiles, primero fueron los niños en los vientres de sus asquerosas madrastras, muchas de ellas más putas que las gallinas dicho en román paladino y en castellano recio, y ahora les toca la china de la parva a los ancianos -muchos abandonados por sus familias en residencias de la muerte-, y a los enfermos terminales, a ver si así se aligeran las camas hospitalarias ocupadas y que tanto están haciendo falta por toda una variedad de dolencias, aunque ahora con eso del coronavirus más acuciante si cabe. ¿Alguien se ha puesto a hacer números de las camas hospitalarias que se podrían habilitar si les restásemos el cincuenta o el sesenta por ciento de sus sueldos a los politicarras o, mejor todavia, si redujésemos su número a la décima parte de tanto parásito que alimentamos?

La ciosa es que ya "semos" la sexta potencia en otro delito de lesa humanidad después de Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Canadá y Colombia, o lo que es igual, también los cuartos de Europa. Nuestro Parlamento -en realidad el SUYO porque a mi NO ME REPRESENTA-, y salvo el mínimo de verguenza torera de VOX y PP, han aprobado una LEY NAZI, así, tal cual suena. Pero es que, además, derogan y deberían dejar sin efectos inmediatos al proceso de Nüremberg, dentro de los procesos médicos, denominado Aktion T4.

https://academica-e.unavarra.es/bits...=1&isAllowed=y

https://academica-e.unavarra.es/bits...=1&isAllowed=y

Y para quien prefiera una lectura más rápida, aquí:

https://es.wikipedia.org/wiki/Aktion_T4


Así las cosas, España se suma a la Alemania NAZI en una de sus prácticas más aberrantes -aunque ya lo estaba con el aborto, pero ahora cerrando el círculo y completando la ingeniería diseñada por Satán a través de sus esclavos en el mundo-, y por ello descendiendo un puesto en el ranking de la criminalidad de Estado.

No se puede hacer otra cosa, al menos de momento, que no someterse a ello, negar rotundamente que se haga con nuestros mayores, con nuestros enfermos, tal como se supone que no se está haciendo con el aborto. Esta es la civilización de la muerte, la muerte física a través de la legalidad, frente a eso no queda otra que la resistencia.