La presa de Valdecaballeros, otro test de inteligencia. Por Galo Dabouza
En mi artículo “no es una enfermedad, es un test de inteligencia y lo peor está por llegar”, apuntaba que la farsa pandémica no era más que un capítulo de una novela más larga, que incluye la farsa de cambio climático antropogénico. Éste, a su vez, es el cuerpo principal de la nueva religión medioambientalista ecuménica que nos tienen preparada.
La novela, por cierto, se podría titular “De cómo diezmar y esclavizar a la población, con su aplauso entusiasta”.
Los aplausos al tirano empezaron en marzo de 2020, y se repiten cada vez que alguien, con el seso reblandecido por la propaganda, defiende, aunque sea con su sola pasividad, cada pasito que damos en esa dirección.
Si usted todavía cree que hay un virus, natural o artificial, que nos puede matar a todos, que el CO2 es un gas tóxico que hay que erradicar, que Zelenski debería ser canonizado, que es bueno comer insectos, que los gases intestinales de las vacas cambian el clima, y así hasta el infinito, lo lamento mucho, pero usted debe ponerse urgentemente la pauta completa, y dejar el sitio a otro ser humano un poco más consciente, que mueva el culo para impedir la extinción de la especie.
El que se autodenomina Ministerio para la transición ecológica y el reto demográfico, que se debería llamar de Desertización y Despoblación, justifica su carrera frenética para eliminar cuantas presas pueda (más de 100 el año 2021, y en ciernes la de Valdecaballeros), por la aplicación de “Estrategia Europea sobre Biodiversidad para 2030”.
¿!!Cómo que 2030?!!
Pues eso, que 2030.
A buen entendedor, pocas palabras bastan. Como no tendrás nada, te morirás de hambre, no dejarás herencia, y “Ellos” serán felices.
El objetivo confesado de la demolición de presas es allanar los obstáculos que impiden a los salmones migrar (se lo juro, señor lector).
El verdadero objetivo es matarnos de sed y que la población rural, depauperada, migre a la ciudad.
¿Y para qué? -pregunta el ingenuo-. Para que nadie produzca alimentos y matarnos de hambre. Porque la población rural causa dos problemas muy graves para las élites: 1) Son la fuente del sustento de toda la población (esa a la que quieren eliminar); 2) son de muy difícil control físico. Un solo policía puede controlar bien a más de 1.000 habitantes urbanos, pero 10 no bastan para controlar a 1.000 habitantes rurales. Siempre se les escapará un buen puñado.
Recordemos el estabulamiento a que fuimos ilegal e irracionalmente sometidos, y la diferente perspectiva de los que lo vivieron en las ciudades y en el campo.
Las tan frecuentes como falsas epizootias actuales (vacas locas, peste porcina, gripe aviar…), las locas prohibiciones, obligaciones, restricciones y requisitos que se imponen a los agricultores y ganaderos, no son más que pasos en ese sentido.
Mientras no despertemos a la evidencia de que todos nuestros políticos, periodistas y jueces están vendidos a una mafia que quiere eliminarnos y esclavizarnos, seguiremos acudiendo dócilmente al matadero, como borregos. Y encima aplaudiremos.
Los que despertemos seremos como los jabalíes. Si tienen el valor suficiente (y gastan poco de eso) para atreverse a intentar cazarnos, Dios los libre si fallan el primer tiro.
En suma, que el futuro está en nuestras manos, no en las de ellos.
Valdecaballeros es sólo una metáfora, una insignia, un test.
¿Nos rendimos o luchamos?
¿Borrego o jabalí?
David Bravo, un “jabalí” extremeño, haciendo honor a su apellido se ha puesto en huelga de hambre para protestar por la demolición de la presa de Valdecaballeros.
Quien quiere hacer algo, siempre encontrará el modo. Quien no quiere hacerlo siempre encontrará la excusa.
Yo también he decidido apuntarme a jabalí. Aquí le cuento una pequeñísima parte de lo que estoy haciendo. Espero lo disfrute.
Guerrillero insurgente. El sistema lo describe como negacionista, conspiranoico, anticientífico, egoísta e insolidario. Él se cisca en el sistema y no ceja esfuerzos para derribarlo. No usa trabuco, pero a su ordenador lo llama “La MG-42”.
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