Cine y vacaciones gratis
Las vacaciones de los mozos viejos que las pague su santísima madre.
El doctor Sánchez anuncia que subvencionará el cine a los jubilados, apenas unos días después de prometer que pagará el Interrail a los jóvenes «entre 18 y 30 años». ¿Por qué hemos de pagar los caprichitos de jóvenes (incluidos los vagos redomados de 30 años) y jubilados? Los jubilados, si no tienen dinero para ir al cine, que se descarguen BitTorrent; y las vacaciones de los mozos viejos que las pague su santísima madre.
Un plan para mantener a la inmensa mayoría de la población en un nivel de 'pobreza sostenible'
El reinado plutocrático mundial ha diseñado un plan (que lacayos como el doctor Sánchez ejecutan) para mantener a la inmensa mayoría de la población en un nivel de 'pobreza sostenible', suministrándole entretenimientos baratos y embrutecedores. Entretenimientos que, por supuesto, se financian a costa de exacciones sangrantes. Se trata de ir creando una chusma cada vez más populosa de parásitos y haraganes que voten a piñón fijo al demagogo de turno, a la vez que le reclaman que sangre con mayor ensañamiento a las pocas gentes laboriosas que vayan quedando.
Jano García lo explica maravillosamente en su más reciente y vitriólica obra, Contra la mayoría (La Esfera de los Libros), que prometemos comentar en breve. Se trata de modelar una masa envilecida mediante un incesante acopio de limosnas, presentadas como subsidios, subvenciones, bonos sociales, servicios presuntamente gratuitos (en realidad, sufragados mediante exacciones) y otras bicocas de bóbilis, bóbilis. Así se consigue que cada vez sean más las personas que desean formar parte de esa masa de beneficiados –jubilatas que gorronean cine, vagos redomados que veranean gratis– y abandonar el bando de los perjudicados. «Todo se resume –concluye Jano García– en que la riqueza adquirida por uno pase a manos de otro que no ha hecho nada para obtenerla. Y de ese expolio legalizado no sólo se lucra el que recibe el dinero que no es suyo, sino también el demagogo que obtiene una mayor recompensa en número de votos».
Por supuesto, los beneficiados por estas bicocas darán en creer que es obligación del Estado garantizarlas. Así se generarán masas cada vez más nutridas de población que ya no se conformarán con que se asegure una educación o una sanidad gratuitas y universales, sino que reclamarán como derechos inalienables los privilegios que el demagogo les procuró. Y el demagogo, para seguir alimentando a la bestia, tendrá que procurarle nuevas bicocas (marihuana gratis para los mozos viejos, cirugía plástica subvencionada para los jubilados), todo ello a costa de ordeñar a la poca gente laboriosa que para entonces sobreviva (entre temblores, pues entretanto el demagogo habrá excitado el resentimiento de los parásitos contra ella). Así hasta que la miseria se haya extendido entre toda la población, igualando a vagos y laboriosos en una misma papilla infrahumana. Entonces el demagogo pondrá pies en polvorosa, para disfrutar de la fortuna que el reinado plutocrático mundial le asigne como recompensa por los servicios prestados.
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