Lo comentamos tú y yo la semana pasada en varios Brief, pero si te parece, vamos a dedicarle unas líneas más ya que los partidarios de segregar a las personas de edad algo avanzada siguen defendiendo sus pestilentes proposiciones, tan próximas a la eugenesia, la xenofobia, la eutanasia y el suicidio obligatorio.
Dice el especialista en bioética, José Ramón Amor Pan, que “la discriminación de las personas por la sola razón de su edad es igual o peor que el racismo o el machismo”.
¿No te parece que se queda corto? Discriminar a los viejos en nombre de la “rentabilidad social” es una forma extrema de racismo. El mismo que practicaban los nazis con los judíos. Exactamente igual.
Es una inmoralidad como la copa de un pino. Pero, además, es injusto: porque esas personas, hombres y mujeres que en circunstancias muy difíciles -nuestra guerra civil, la segunda guerra mundial- supieron sacrificarse por el bien común, para construir el estado de bienestar del que hoy disfrutamos.
No podemos asistir impasibles ante hechos como este, que no son más que el resultado del derrumbe y la deconstrucción del modelo ético y antropológico tradicionales.
Lo dicho: NO al ageísmo, NO a la eutanasia; SÍ a una cultura de la vida, SÍ a una sociedad inclusiva en la que todos sus miembros valen lo mismo porque tienen dignidad y no precio. Hay que redoblar esfuerzos en ese sentido. (José Ramón Amor Pan: Descartar a los ancianos para sobrevivir al coronavirus: eutanasia en estado puro)
El domingo pasado, El Mundo recogía la llamada de auxilio de una de esas personas que forman parte de los eventuales excluidos del derecho a vivir por razón de su edad o estado de salud:
Sentado en una silla de ruedas y con la mascarilla del oxígeno siempre a mano. Con pánico al contagio. Jordi, enfermo de ELA, no quiere morir.
«No nos dejéis los últimos de la fila si nos contagiamos y tenemos que entrar en la UCI».
«No me da miedo la muerte, pero sí el cómo morir», dice. Y si tiene que marchar, «que se haya hecho todo lo posible y no me abandonen. Quiero vivir». ("No nos dejéis los últimos de la fila si nos contagiamos y tenemos que ir a la UCI”)
Esta persona puede ser “de los últimos si llegara el momento de que los médicos tuvieran que elegir a quién salvar y a quién no dar los cuidados intensivos, como muchos prevén”.
Mayores de 60: peligro de muerte
En países como Bélgica u Holanda han apostado ya por la muerte:
El jefe de epidemiología del hospital de Leiden hace unas declaraciones sobre la saturación de las urgencias en España e Italia: «Ellos admiten a personas que nosotros no incluiríamos, porque son demasiado viejas. En sus culturas los ancianos tienen una posición muy diferente». El paraíso estaba podrido. En la vecina Bélgica, en Gante, la jefa de geriatría concuerda: «No traigan ancianos y pacientes débiles al hospital». (Luis Ventoso: Con los viejos)
En España no hay debate acerca de quién debe vivir y a quién hay que negarle la atención sanitaria en función de su edad o su estado de salud.
En los hospitales flamencos y holandeses se les selecciona [a los mayores] con lupa, aún sin tener todavía saturado el sistema sanitario. Los médicos de Países Bajos y Flandes están dando directivas y guías a sus hospitales para que se piensen dos veces el trasladar a un centro médico a los ancianos contagiados con el coronavirus para "prevenir su sufrimiento" y no saturar los hospitales. (Filosofía holandesa ante el Covid-19: "Llevar a los ancianos a morir al hospital es inhumano”)
En España no hay debate público, ni tan siquiera tienen demasiada repercusión las noticias al respecto, pero sí hay indicios de que algo así ya está sucediendo.
¿Recuerdas esta noticia, que te compartí la semana pasada?
El crimen buenista
Dicen las autoridades sanitarias que “aunque tenga un pronóstico que haga prever que pudiera salvarse”.
El enunciado es aterrador.
Y no he escuchado en las interminables e inútiles ruedas de prensa que ningún representante del Gobierno haya condenado esta práctica.
Como tampoco he escuchado una sola pregunta en los medios dirigida al Gobierno sobre tan siniestro asunto.
Como en España, también en los países que dejan morir a sus personas mayores se plantea esta repugnante política como algo bueno e incluso misericordioso:
"No traigan a los pacientes débiles y a los ancianos al hospital. No podemos hacer más por ellos que brindarles los buenos cuidados paliativos que ya les estarán dando en un centro de mayores. Llevarlos al hospital para morir allí es inhumano", afirma la belga Nele Van Den Noortgate, jefa del departamento de geriatría en Gante, a la prensa local. (Filosofía holandesa ante el Covid-19: "Llevar a los ancianos a morir al hospital es inhumano”)
Llevarlos al hospital para morir allí es inhumano... ¡porque no piensan atenderles!
Los partidarios de las políticas de la muerte disfrazan sus planes eugenésicos de buenismo, sea la ley de eutanasia en España o la prohibición de tratamiento a los mayores de 60 años en Holanda (y en España).
La aplicación de políticas de segregación está prohibida, es ilegal, además de inmoral:
Aunque habrá otras responsabilidades políticas y penales más fáciles de medir, el peso que haya tenido en las actitudes y decisiones la sospecha (luego no tan fundada) de que la enfermedad se lleva por delante sólo a las personas de edad ha sido considerable; y allí se quedará, al fondo de las conciencias. (Enrique Gª-Máiquez: Vivan los viejos)
¿El mejor sistema sanitario del mundo?
Nuestros políticos presumen de que tenemos suerte porque España dispone del mejor sistema sanitario público del mundo.
España el país del mundo con mayor porcentaje de víctimas en proporción a su población. Todo ello pese a gozar de uno de los mejores sistemas sanitarios mundiales y disponiendo de profesionales altamente cualificados que despliegan un esfuerzo titánico en estos días aciagos. (Francisco Rosell: Aquellos años bobos y este infierno de los vivos)
¿Por qué aquí mueren más personas que en países con peores sistemas sanitarios y nos contagiamos más que en otros lugares?
Una de dos: o lo del mejor sistema sanitario es mentira o quienes lo gestionan lo hacen de manera pésima. No se me ocurren otras razones.
Después de consumir energías en alterar el pasado a su conveniencia e interés, tratando de ocultar su irresponsabilidad, ahora el Gobierno se empecina en contar los hechos, no como acaecieron, al no atender los idus de marzo, sino como deberían haber ocurrido.
Así, la explosión de la epidemia, pese a avisos y alertas internacionales, la habría conocido el ministro Illa la noche del domingo 8-M cuando el desfile feminista concluyó –¡qué casualidad!–, pero lo cierto es que, a la mañana siguiente, en una entrevista en Herrera en COPE, se mostraba contemporizador como siempre y descartaba suspender festejos como las Fallas o cerrar colegios porque «no serían medidas eficaces».
No era verdad. La Organización Mundial de Salud ya había desaconsejado el 2 de marzo concentraciones urbanas. (Francisco Rosell: Aquellos años bobos y este infierno de los vivos)
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