YO ROBOT, TU JANE
La gran excusa para traer inmigración masiva consiste en advertirnos sobre la falta de natalidad
de las sociedades europeas: ¿Quién pagará las pensiones de los abuelos? ¿Quién va a ser?
¡Los inmigrantes, por supuesto! Yo nunca me lo he creído, ni siquiera he duda, de que la llegada
masiva de inmigrantes se debe solamente porque Europa no es competitiva en el mundo globalizado
y hace falta bajar el valor de la mano de obra. Mientras la ley de la oferta y la demanda siga en
vigor, la única forma de mantener la competitividad en Europa es inyectando inmigración
que, estadísticamente, hará que se disimulen las cada vez más alarmantes desigualdades sociales y
creamos que la media salarial está por los 1.400 euros… cuando, en realidad, está en algo menos
de 1.000. Es lo que tienen las estadísticas que alivian la situación de los más desfavorecidos… sobre
el papel. De igual manera, cuanta más masa laboral hay en un país, mas bajo parece que sean los
salarios. Si estadíticamente, un total de 100.000 euros pagados en salarios al mes sobre una
población de 100 personas, da una media salarial de 1.000 euros/mes (aunque alguno cobre 60.000
y otros 400…), si en lugar de 100, son 120 personas, la media bajará a 900 euros/mes (aunque el
de antes siga cobrando 60.000 pero los otros apenas lleguen a 350…). De todas formas, no me voy
a quejar de las mentiras estadísticas, sino de la robótica. Porque, en breve, la mayoría de
puestos de trabajo manuales serán cubiertos por robots. Así que los que tenían que venir
a pagar las pensiones de los abuelos, seguirán siendo un grupo subvencionado por el Estado
pero sin ninguna posibilidad de reciclarse en el mercado laboral… como, por otra parte, buena
parte de los “nacionales”, incluso los que hayan pasado por aulas universitarias.
En los años 80 empezó a hablarse de la economía de la “tercera ola”. Era la que se basaba en
procedimientos informáticos, la economía post Guerra Fría, superadora de la producción
industrial capitalista y comunista. De aquella idea popularizada por un ex trotkysta, Alvin Toffler,
ya no queda ni el recuerdo. Que estamos en la sociedad post-industrial nadie lo duda, que esta
sociedad está regida mundialmente por el neocapitalismo tampoco puede cuestionarse… pero
es que las cosas no se detiene aquí. Estamos en una época en la que la gran paradoja consiste
en que nunca como ahora se alude a la “dignidad humana” y a la de cualquier minoría, y, sin
embargo, estamos en un momento histórico que en la práctica supone una desvalorización de
lo humano como nunca antes se había dado en la historia.
Ya no somos “ciudadanos”, somos seres cosificados, reducidos a la unidimensionalidad democrática:
“un hombre – un voto”. Ahí, en el voto se concentra todo el interés que puede tener el ser humano:
la posibilidad de ser engañado por unos o por otras, para auparlos a sus espaldas y bajo el peso
de los impuestos, al poder. Eso es todo. Usted y yo sabemos que el voto sirve para poco más
que para entronizar a una cuadrilla de espabilados y permitir que vivan unos años a la sombra
de los presupuestos generales del Estado.
Nos estamos aproximando a un momento en el que la combinación entre inteligencia
artificial y robótica, va a generar un vuelco en el mercado laboral: ya hoy, los procesos agrícolas
podrían realizarse sin que prácticamente los agricultores tocaran ni la semilla, recolectaran su
fruto: las máquinas lo hacen mucho más barato y mucho más rápido. En el sector del metal, uno
de los que, tradicionalmente, han sido más conflictivos en los años 50-70, la robotización es creciente.
Buena parte de las funciones de la cadena de montaje son asumidas por robots mecánicos. Y
es sólo el principio. Se dice que, en apenas 10 años, el 50% del mercado laboral se habrá contraído
porque habrá máquinas que lo harán casi todo: ¿logística? Los drones cruzarán el espacio llevan
esto y aquello a la ventana de los domicilios. ¿Transportes? Taxis y camiones guiados por GPS
trasladarán mercancías y viajeros. ¿Pilotos aéreos? Habrá que fiarse los ya existentes pilotos
automáticos porque los aviones, ya en la actualidad, pueden despegar y aterrizar sin
necesidad de lo humano. ¿Justicia? Ordenadores centrales en los que estén introducidos los
códigos civiles y penales y todo el arsenal legislativo con la jurisprudencia desde las guerras
carlistas hasta nuestros días, fallarán las sentencias con más rapidez y facilidad que los
actuales jurados. Bastará solamente encontrar formularios que se puedan rellenar con todos
los elementos que estén presentes en los casos. La inteligencia artificial tiene ya capacidad
para deducir la credibilidad de una prueba física. ¿Arquitectura? ¿para qué delineantes y
aparejadores? Bastará con complicados programas informáticos para diseñar un chaletito
de 40 metros cuadrados o un superrascacielos de cientos de pisos… Informática y
programación: paradójicamente, los ingenieros están buscando la forma de no ser necesarios
y se obtener conseguir programas que se adapten y se reproduzcan a sí mismos. ¿Construcción?
Vamos hacia la construcción en módulos: nada de un albañil poniendo ladrillo sobre ladrillo
acompañado de nivel y guiñola… ¿Y el trabajo humano? ¿para qué si la máquina logra igualar la
perfección de lo construido por las manos del artesano… y no hay que pagarle seguridad social?
Se sabe cómo será el futuro imperfecto: máquinas trabajando y millones de ciudadanos
vegetando con subsidios igualados y pensiones de jubilación en el límite de la miseria.
Y, eso sí, una élite económica que aumentará sus beneficios y pondrá sus acumulaciones
de capital a salvo de la rapacidad del fisco. Como ahora, pero más.
Esta es la descripción del mundo futuro: trabajes en lo que trabajes, no lo dudes, te vas a ver
fectado por la revolución de la robótica y de la inteligencia artificial en los próximos años.
Así que, desengáñate, esto no va a ser ninguna ganga. Si no perteneces a la élite económica, si
estás adscrito a la clase media o al mundo del trabajo, ves con cuidado: corres el riesgo de
penetrar por derecho propio a través del umbral de la pobreza. A ti y a mí nos va a tocar
figurar en las posiciones más difíciles. El riesgo no es que venga un inmigrante y te quiete
el puesto de trabajo, en realidad, no te lo han quitado, porque tampoco había mucho trabajo,
sino que el Estado ha hecho que con la presión fiscal tú los hayas mantenido y los estés
manteniendo… Pero, ahora, el riesgo es que la robotización haga imposible el trabajo.
Y si esto es así, y todos los estudios de prospectiva demuestran que la destrucción de puestos de
trabajo ya a alcanzar su punto crítico a la vuelta de 10 años y en otros 20, el trabajo físico
será residual… ¿me quieren decir por qué diablos siguen llegando inmigrantes a Europa? ¿Es una
conspiración o simplemente el producto de la ignorancia de políticos que son capaces de
insultarse y escupirse en un parlamento transformado en asamblea de indigentes intelectuales?
Habrá quien crea en lo primero, pero yo apostaría por lo segundo. Sí, de eso también me quejo.
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