viernes, 21 de noviembre de 2014

MANIFIESTO DE LOS PREMIOS NOBEL CONTRA EL HAMBRE Y EL SUBDESARROLLO


MANIFIESTO DE LOS PREMIOS NOBEL CONTRA EL HAMBRE Y EL SUBDESARROLLO

 

Los abajo firmantes, mujeres y hombres de ciencia, de letras y de paz, diferentes por la religión, la historia y la cultura, que hemos sido distinguidos porque buscamos, honramos y veneramos la verdad en la vida y la vida en la verdad, a fin de que nuestras obras sean un testimonio universal de diálogo, de fraternidad y de civilización común por la paz y el progreso.

Dirigimos un llamamiento a todos los hombres y a todas las mujeres de buena voluntad, a los poderosos y a los humildes, cada uno con sus propias responsabilidades, para que sean reintegrados a la vida decenas de millones de seres humanos, que agonizan por el hambre y por el subdesarrollo, víctimas del desorden político y económico internacional que reina en la actualidad.

En estos momentos, está a punto de producirse un holocausto sin precedentes cuyo horror abarca en un solo año todo el espanto de las matanzas que nuestras generaciones conocieron en la primera mitad de este siglo; un holocausto que desborda cada día más, a cada instante que pasa, el perímetro de la barbarie y de la muerte, no solamente en el mundo, sino también en nuestras conciencias.

Todos los que contemplan, anuncian y combaten este holocausto están absolutamente de acuerdo en señalar a la política como la causa principal de esta tragedia.

Se imponen, pues, una nueva voluntad política y una nueva organización específica de esta voluntad, que busquen directa y manifiestamente —con una prioridad absoluta— la superación de las causas de esta tragedia, para así evitar lo más rápidamente posible sus efectos.

Es necesario elegir cuanto antes un método y un procedimiento adecuado, entre los ya existentes o imaginabies, elaborarlos y ponerlos en práctica. Es necesario que los haga efectivos un conjunto de proyectos convergentes, que corresponden a la plenitud de fuerzas, de responsabilidades y de conciencia.

Es necesario que actúen las máximas autoridades internacionales, los Estados, los pueblos (tenidos demasiado a menudo en una total ignorancia de la plena posibilidad de realización de vida y de salvación), que actúen conjuntamente o unidos por la acción, con objetivos concretos,precisos y adecuados, para atacar, combatir y vencer,dondequiera que cause estragos, esta muerte amenazadora que ha invadido y condenado a una parte considerable de

la humanidad.

 

Hay que rebelarse contra este falso realismo que incita a resignarse, como si lo que pasa se tratara de una fatalidad, cuando en realidad es un resultado de la política y del desorden establecido. Hay que luchar con realismo para que se realice lo que es posible y acabar

con el derroche, tal vez, para siempre. Es necesario convertir en positivas estas modas y esas iniciativas de asistencia que procuran, sobre todo, buena conciencia barata y que no salvan a quienes van destinadas; es necesario también convertir en positivas esas crueles e infecundas utopías que sacrifican a los hombres de hoy en aras de un proyecto de hombre, y a la sociedad de hoy en aras de un proyecto de sociedad.

 

Es necesario que los ciudadanos y los responsables políticos, en sus niveles respectivos, electorales o parlamentarios, gubernamentales o internacionales, elijan y voten nuevas leyes, nuevos presupuestos, nuevos proyectos y nuevas iniciativas, y que todo ello sea puesto en

práctica inmediatamente para salvar a miles de millones de hombres de una alimentación deficiente; y para salvar del subdesarrollo y de la muerte por hambre a centenares

de millones de seres, a cada nueva generación.

 

Es necesario que todos y cada uno otorguen valor de ley al deber de salvar a los vivos, de no matar y de no exterminar, bien sea por inercia, por omisión, o por indiferencia. Los poderosos de la tierra son responsables, ciertamente; pero no son los únicos.

 

Si los que no tienen poder ni armas no se resignan a permanecer pasivos; si son cada vez más los que proclaman que sólo obedecerán a una ley, la ley fundamental de los derechos del hombre y de los pueblos, ley que es ante todo Derecho, y derecho a la vida; si los que carecen de poder y de armas se organizan y utilizan sus raras, pero sólidas armas —las armas de la democracia política— y de las grandes acciones no-violentas, gandhianas — proponiéndose e imponiéndose opciones y objetivos progresivamente ajustados y adecuados; SI todo ello se produce, no cabe lugar a dudas, en la medida en que está hoy a nuestro alcance, que nuestra época dejaría de ser la era de la catástrofe. Nuestro saber no puede limitarse a contemplar, inertes e irresponsables, el horrible fin que se cierne sobre nosotros.

 

Nuestro saber nos dice que la humanidad entera corre cada día mayor peligro de muerte. Sin embargo, nuestro saber ha de ser una ciencia de la esperanza, una ciencia salvadora, sustancia de las cosas en las que creemos y tenemos puestas nuestras esperanzas.

 

Si los medios de comunicación, si los poderosos del mundo que nos han honrado con el testimonio de reconocimiento que nos han otorgado, quieren escucharnos, y también hacer escuchar nuestra voz y nuestra obra, así como la de todos aquéllos que actúan en el mundo en esta misma dirección; si las mujeres y los hombres, si las gentes todas saben, Si están Informadas, entonces nosotros no dudamos de que el porvenir podrá ser diferente del que nos amenaza a todos y en todo el mundo.

 

Pero sólo en ese caso.

 

Se impone, sin más dilación optare actuar, crear y vivir para hacer vivir.

 

 

 

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